Bajo una misma frecuencia

por | Feb 14, 2020 | Ficción | 10 Comentarios

Sabes que navego por todos los cauces de tu corazón. Que me adapto a los puertos de abrigo en los que anclas tus quimeras y soy especialista en moldear mi comprensión para encajarla en la penumbra de tus incertezas. He traspasado umbrales más oscuros y nieblas más espesas, no me importa blandir mi esperanza para llegar hasta ti, porque mi piel palpita de verdad si te siento cerca. Pero a veces estás tan lejos, tu alma está tan quieta, que tengo que desenfundarme de tu aura para recordar que entre nosotros sigue habiendo primavera.

Sé que circundas mis fantasías y las colmas de promesas, que calmas mi frustración con tus manos viajeras, que palpitas en la oscuridad de mi pasado y me devuelves al presente para observar las estrellas. Has fecundado el desierto de mis fracasos con una ilusión aventurera que se desmelena cuando se despoja de sus heridas de guerra. Pero a veces mi marca me delata, he sido prisionera de una vida tan ingrata que no sabes si los puentes que tiendes me llevan a la luz que a mí me hace falta.

Ayer me susurraste al oído que la luna nos vigila en secreto. Mengua con sigilo para incrustarse entre cada abrazo, y se llena, soberbia, alumbrando sin recato cada beso. Pero si de pronto te conviertes en gelatina que titubea en la escalera, si tu espíritu se oculta cohibido, seré yo la que despierte tu voz, la que te hable del crepúsculo, inquieta y alterada, porque veré el amanecer contigo.

Con mi habilidad de equilibrista me sitúo junto a ti en esa cuerda que nos mantiene en pie frente al vacío. Sé que me amas porque amo de ti incluso lo que no conozco, porque cuando la vida se te hace un lío te ausentas de mí y, a pesar de ello, a pesar de todo, soy la única luz en ese pozo.

Sabes que te amo porque tú también amas todos mis trozos. Me desnudas de palabras y sondeas con los ojos el misterio que hay entre nosotros. Porque cuando el ocaso se entretiene en mi pecho y hace nudos con los lazos, tan cuidadosamente construidos, tú sigues en mi órbita alumbrando mi destino.

Así nos dimos cuenta que el sol calienta igual por ambas caras, que el arco iris se despliega más allá de nuestros miedos, matizando de colores las piedras del camino; que el amor, desprovisto de complejos, es un enigma encriptado bajo una misma frecuencia en un mágico sonido.

Somos huellas atrincheradas en el jardín de nuestros sueños más íntimos, burbujas de oxígeno que despliegan sus alas al calor del hogar, acariciando cada latido.

Sabes que navego por todos los cauces de tu corazón. Que me adapto a los puertos de abrigo en los que anclas tus quimeras y soy especialista en moldear mi comprensión para encajarla en la penumbra de tus incertezas. He traspasado umbrales más oscuros y nieblas más espesas, no me importa blandir mi esperanza para llegar hasta ti, porque mi piel palpita de verdad si te siento cerca. Pero a veces estás tan lejos, tu alma está tan quieta, que tengo que desenfundarme de tu aura para recordar que entre nosotros sigue habiendo primavera.

Sé que circundas mis fantasías y las colmas de promesas, que calmas mi frustración con tus manos viajeras, que palpitas en la oscuridad de mi pasado y me devuelves al presente para observar las estrellas. Has fecundado el desierto de mis fracasos con una ilusión aventurera que se desmelena cuando se despoja de sus heridas de guerra. Pero a veces mi marca me delata, he sido prisionera de una vida tan ingrata que no sabes si los puentes que tiendes me llevan a la luz que a mí me hace falta.

Ayer me susurraste al oído que la luna nos vigila en secreto. Mengua con sigilo para incrustarse entre cada abrazo, y se llena, soberbia, alumbrando sin recato cada beso. Pero si de pronto te conviertes en gelatina que titubea en la escalera, si tu espíritu se oculta cohibido, seré yo la que despierte tu voz, la que te hable del crepúsculo, inquieta y alterada, porque veré el amanecer contigo.

Con mi habilidad de equilibrista me sitúo junto a ti en esa cuerda que nos mantiene en pie frente al vacío. Sé que me amas porque amo de ti incluso lo que no conozco, porque cuando la vida se te hace un lío te ausentas de mí y, a pesar de ello, a pesar de todo, soy la única luz en ese pozo.

Sabes que te amo porque tú también amas todos mis trozos. Me desnudas de palabras y sondeas con los ojos el misterio que hay entre nosotros. Porque cuando el ocaso se entretiene en mi pecho y hace nudos con los lazos, tan cuidadosamente construidos, tú sigues en mi órbita alumbrando mi destino.

Así nos dimos cuenta que el sol calienta igual por ambas caras, que el arco iris se despliega más allá de nuestros miedos, matizando de colores las piedras del camino; que el amor, desprovisto de complejos, es un enigma encriptado bajo una misma frecuencia en un mágico sonido.

Somos huellas atrincheradas en el jardín de nuestros sueños más íntimos, burbujas de oxígeno que despliegan sus alas al calor del hogar, acariciando cada latido.

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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