Persiguiendo tu voz

por | Nov 12, 2020 | Blog | 4 Comentarios

Persiguiendo tu voz

Imagen de Jordi Morella Fierro en Pixabay

Hoy  he despertado persiguiendo el color con el que adornabas tu voz, que protesta su condena al olvido. Y he llenado el hueco de la culpa atrayendo recuerdos de dos en dos, no admito este tamiz selectivo de la memoria, que se coloca de perfil ante mi vehemente obstinación.

Un catálogo de imágenes abre sus alas como una mariposa en un laberinto, se lanza impetuosa a la conquista de trincheras que retienen  momentos cautivos. Baila sobre ellos, aletea sin hacer ruido, y al calor de su hipnótica seducción despiertan instantes del pasado que tras ella  deshacen el camino.   

Como una horda de presidiarios en busca de redención, los recuerdos se mezclan, se repiten, se confunden, algunos se desvanecen otros llegan aturdidos. Pero son los detalles los que se descosen, infieles, en el recorrido, los que me hieren con su deserción.  No oigo la música en la que bailaban tus palabras, ni la templanza de tu tono comedido, y como ondas que se apagan en el agua su huella queda sujeta a mi subjetiva evocación.

Viaja la memoria ofuscada entre pasados retóricos para dar puntadas a retales que del lienzo se han desprendido; para reescribir renglones de archivo que amenazan con la evasión. Y sabe que el tiempo se desplaza indolente con ella, a veces camarada, otras, enemigo,  siempre con un apetito feroz.

Hay mil estaciones de avituallamiento para la comprensión en el amplio trecho entre el recuerdo y el olvido. A veces suenan canciones inequívocas desde donde quiera que te encuentres tú, exhibiendo con exactitud melodía y estribillo; otras se liberan las letras de la intención, como versos sueltos de un poema que no reconocen su sitio. Así me descubro persiguiendo tu voz, buscando contraste, cadencia y timbre de un sonido que claudica vencido por una fuerza mayor.

Y entonces dejo que la voz fluya en el cauce del tiempo rígido, que su gama de color pinte las paredes del olvido. Y recuerdo cómo mirabas al amor con los ojos cerrados y el espíritu encendido, cómo descorrías las cortinas y desnudabas el alma para sentir su abrigo. Y me aferro  a lo que no muere, ni se borra, ni palidece por muchas emboscadas que la memoria conspire a traición. Porque resulta imposible callar, no existe munición que se acerque siquiera al derribo, no hay posibilidad de frenar la sobrecogedora intensidad de los sentimientos que despiertas en mi corazón cuando te siento conmigo.

 

 «Amor, escucha aún suave cuán triste su voz siempre me llama, siempre sin respuesta, mientras la lluvia cae ahora como entonces» 

James Joyce

 

 

Persiguiendo tu voz

Imagen de Jordi Morella Fierro en Pixabay

Hoy  he despertado persiguiendo el color con el que adornabas tu voz, que protesta su condena al olvido. Y he llenado el hueco de la culpa atrayendo recuerdos de dos en dos, no admito este tamiz selectivo de la memoria, que se coloca de perfil ante mi vehemente obstinación.

Un catálogo de imágenes abre sus alas como una mariposa en un laberinto, se lanza impetuosa a la conquista de trincheras que retienen  momentos cautivos. Baila sobre ellos, aletea sin hacer ruido, y al calor de su hipnótica seducción despiertan instantes del pasado que tras ella  deshacen el camino.   

Como una horda de presidiarios en busca de redención, los recuerdos se mezclan, se repiten, se confunden, algunos se desvanecen otros llegan aturdidos. Pero son los detalles los que se descosen, infieles, en el recorrido, los que me hieren con su deserción.  No oigo la música en la que bailaban tus palabras, ni la templanza de tu tono comedido, y como ondas que se apagan en el agua su huella queda sujeta a mi subjetiva evocación.

Viaja la memoria ofuscada entre pasados retóricos para dar puntadas a retales que del lienzo se han desprendido; para reescribir renglones de archivo que amenazan con la evasión. Y sabe que el tiempo se desplaza indolente con ella, a veces camarada, otras, enemigo,  siempre con un apetito feroz.

Hay mil estaciones de avituallamiento para la comprensión en el amplio trecho entre el recuerdo y el olvido. A veces suenan canciones inequívocas desde donde quiera que te encuentres tú, exhibiendo con exactitud melodía y estribillo; otras se liberan las letras de la intención, como versos sueltos de un poema que no reconocen su sitio. Así me descubro persiguiendo tu voz, buscando contraste, cadencia y timbre de un sonido que claudica vencido por una fuerza mayor.

Y entonces dejo que la voz fluya en el cauce del tiempo rígido, que su gama de color pinte las paredes del olvido. Y recuerdo cómo mirabas al amor con los ojos cerrados y el espíritu encendido, cómo descorrías las cortinas y desnudabas el alma para sentir su abrigo. Y me aferro  a lo que no muere, ni se borra, ni palidece por muchas emboscadas que la memoria conspire a traición. Porque resulta imposible callar, no existe munición que se acerque siquiera al derribo, no hay posibilidad de frenar la sobrecogedora intensidad de los sentimientos que despiertas en mi corazón cuando te siento conmigo.

 

 «Amor, escucha aún suave cuán triste su voz siempre me llama, siempre sin respuesta, mientras la lluvia cae ahora como entonces» 

James Joyce

 

 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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