Siesta

por | Jun 12, 2024 | Blog | 2 Comentarios

Valentino

Soñó que era espiga sesteando en pleno agosto, que el aire sostenía su pulso ondulante mientras columpiaba su sueño. Y oyó la voz del agua desquiciada por el cortejo, celosa de esa atracción pendular, de la inconsciente sed, del sol de ese cuello. Entonces se abalanzó sobre ella blandiendo afiladas gotas de envidia para aplacar el febril vaivén con un fulminante aguacero.

Soñó que era luz de abril fugándose de las cenizas del invierno, que bailaba desnuda al calor de un mediodía otoñal con el alma llena de remiendos. Tronó la borrasca perturbada por ese albor fulgurante de no se sabe qué tiempo, quiso encorchar su lumbre entre nubes ceñudas, ahogar su luminosa incertidumbre en mares de escarmiento.

Soñó que era arena acurrucada en un reloj perdido en algún lugar de cuento, un recuerdo tibio entre un millón de instantes fugaces estrellados contra el suelo. Y llegó la niebla airada, advertida de la durmiente y sus fatuos enredos, para enfriar inmediatamente quimeras etéreas de novelas sin sustancia ni argumento. Abrazó su conciencia extasiada y trajo de vuelta a la insensata con su gélido aliento.

Quedó exhausta, como si regresara de una edad recóndita, con el mismo nombre de siempre sonando extranjero. Vio en el espejo una mirada de agua, una boca deslumbrada, un código de barras junto al corazón que palpitaba desconcierto. Y la piel, empañada con un sudoroso crucigrama de acertijos, desveló de pronto que seguía durmiendo.

Valentino

Soñó que era espiga sesteando en pleno agosto, que el aire sostenía su pulso ondulante mientras columpiaba su sueño. Y oyó la voz del agua desquiciada por el cortejo, celosa de esa atracción pendular, de la inconsciente sed, del sol de ese cuello. Entonces se abalanzó sobre ella blandiendo afiladas gotas de envidia para aplacar el febril vaivén con un fulminante aguacero.

Soñó que era luz de abril fugándose de las cenizas del invierno, que bailaba desnuda al calor de un mediodía otoñal con el alma llena de remiendos. Tronó la borrasca perturbada por ese albor fulgurante de no se sabe qué tiempo, quiso encorchar su lumbre entre nubes ceñudas, ahogar su luminosa incertidumbre en mares de escarmiento.

Soñó que era arena acurrucada en un reloj perdido en algún lugar de cuento, un recuerdo tibio entre un millón de instantes fugaces estrellados contra el suelo. Y llegó la niebla airada, advertida de la durmiente y sus fatuos enredos, para enfriar inmediatamente quimeras etéreas de novelas sin sustancia ni argumento. Abrazó su conciencia extasiada y trajo de vuelta a la insensata con su gélido aliento.

Quedó exhausta, como si regresara de una edad recóndita, con el mismo nombre de siempre sonando extranjero. Vio en el espejo una mirada de agua, una boca deslumbrada, un código de barras junto al corazón que palpitaba desconcierto. Y la piel, empañada con un sudoroso crucigrama de acertijos, desveló de pronto que seguía durmiendo.

Puedes hacer una consulta por Whatsapp

¡Hola! Haga clic en mi foto para iniciar un chat por Whatsapp

Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

online

Pin It on Pinterest

Share This