Aflojando nudos
Imagen de Matilde Bello
Modera, vergüenza, tu lengua charlatana, levanta esos remilgos de tu falda que censuran mis quehaceres con mano laxa y ponen mis faltas mirando a la pared. Da una tregua a esta conciencia torpe reclutada por la culpa, abandona la tribuna de la burla y deja de apretar mi juicio en las estrecheces de tu ley.
Bloqueas mi cabeza con tus modales de beata y afeas mi conducta con imprecaciones que se jactan de hacerlo todo por mi bien. Observa despellejados mis talones ¿acaso crees que no veo a mis errores cuestionando mi cordura, huyendo de tu mordedura, arrastrando los pies?
Es tu voz la que me incita a la severa autocrítica, la que proyecta en el espejo un reflejo que me evita por tu déspota proceder. Relaja esa mano acusadora que adormece mi osadía, permite que camine a la luz del día sin que caiga la noche con un jarro de agua fría de tu soberana sensatez.
Tomo nota de tus recriminaciones despiadadas, y de todas las amonestaciones veladas que delatan direcciones contrarias a lo que yo misma estipulé. Atiende tú la voluntad que me acompaña de no hacer de mis dislates una batalla, de no buscar en el desliz una coartada bajo la que me quiera esconder.
Hagamos un trato entre hermanas que bendiga la armonía: que la vergüenza se asome en la mañana, cuando la conciencia esté algo dormida, y su mano dura no quebrante demasiado mi piel. Que desvista de soberbia su deleite en lo correcto, su manía de mostrarme lo perfecto, de encerrarme en paradigmas sobre los que trascender.
Soy consciente de lo que vocea y reclama, del rubor ajeno del que se engalana cuando no aprueba lo que ve, y agradezco el fundamento de su diatriba, de la paciencia con la que a veces respira, pero necesito más flojos los nudos para poderme mover.
«El sonrojo puede ser nuestra última nobleza cuando ya el silencio parece haber dejado de ser nuestra última y triste virtud«
Eugeni D’Ors
Imagen de Matilde Bello
Modera, vergüenza, tu lengua charlatana, levanta esos remilgos de tu falda que censuran mis quehaceres con mano laxa y ponen mis faltas mirando a la pared. Da una tregua a esta conciencia torpe reclutada por la culpa, abandona la tribuna de la burla y deja de apretar mi juicio en las estrecheces de tu ley.
Bloqueas mi cabeza con tus modales de beata y afeas mi conducta con imprecaciones que se jactan de hacerlo todo por mi bien. Observa despellejados mis talones ¿acaso crees que no veo a mis errores cuestionando mi cordura, huyendo de tu mordedura, arrastrando los pies?
Es tu voz la que me incita a la severa autocrítica, la que proyecta en el espejo un reflejo que me evita por tu déspota proceder. Relaja esa mano acusadora que adormece mi osadía, permite que camine a la luz del día sin que caiga la noche con un jarro de agua fría de tu soberana sensatez.
Tomo nota de tus recriminaciones despiadadas, y de todas las amonestaciones veladas que delatan direcciones contrarias a lo que yo misma estipulé. Atiende tú la voluntad que me acompaña de no hacer de mis dislates una batalla, de no buscar en el desliz una coartada bajo la que me quiera esconder.
Hagamos un trato entre hermanas que bendiga la armonía: que la vergüenza se asome en la mañana, cuando la conciencia esté algo dormida, y su mano dura no quebrante demasiado mi piel. Que desvista de soberbia su deleite en lo correcto, su manía de mostrarme lo perfecto, de encerrarme en paradigmas sobre los que trascender.
Soy consciente de lo que vocea y reclama, del rubor ajeno del que se engalana cuando no aprueba lo que ve, y agradezco el fundamento de su diatriba, de la paciencia con la que a veces respira, pero necesito más flojos los nudos para poderme mover.
«El sonrojo puede ser nuestra última nobleza cuando ya el silencio parece haber dejado de ser nuestra última y triste virtud«
Eugeni D’Ors
¡Hola, Matilde! ¡Enhorabuena por esa noticia tan genial que anuncias en el podcast! Sin duda que será un libro maravilloso.
Mientras te escuchaba, se me ha ocurrido que casi podrías sacar también una versión en audiolibro declamada por ti, aprovechando esa voz privilegiada que tienes.
El relato de hoy es una belleza, no hay peor censor que uno mismo, que esos demonios que pululan en nuestra cabeza alimentando esos pensamientos de culpa que nos van encadenando. Tenemos que aprender a ser generosos con nuestras debilidades. Un abrazo!!
Gracias, David
Estoy un poco atacada últimamente, con los nervios a flor de piel. Es un sueño cumplido, David, así que… ¡qué puedo explicarte! Emocionadísima.
Con respecto al audiolibro sería un puntazo la verdad, y sé que actualmente es una tendencia al alza, aunque no tengo ni idea de cómo acercarme a ese sector…Tendré que investigar algún día al respecto…
Gracias por acompañarme en mis relatos, David.
Siempre un placer