Ambiciones
No hay nada como un déspota mirando con avidez al mundo para comprender la vulnerabilidad y miseria del ser humano.
El señor Putin andaba aburrido con tanto oligarca dorándole la píldora, así que se le ocurrió jugar a la guerra para romper el silencio, que es como decir para quebrar el sistema geopolítico mundial, que para eso es el más guapo y el que la tiene más grande, la estupidez, digo. Eso de que Ucrania le haga ojitos a la Unión Europea es poco tolerable por quien está acostumbrado a recibir todo el cariño, aunque sea de cartón piedra, así que no le costó mucho levantar su dedo índice y señalar a sus vecinos del Este.
Enfebrecido por la calentura de su sangre bolchevique y por la nostálgica ambición de reconstruir el imperio zarista, el señor tirano se marca una invasión en toda regla, y ya de paso amortiza sus juguetes de guerra a punto de caducar.
Al momento de escribir estas líneas, más de 20 niños habían perdido la vida entre los 350 civiles muertos, y medio millón de refugiados ya había escapado del país. Así se saca pecho, sí señor. Y que nadie mueva un pelo que le da al botón rojo y se acaba la tontería.
A todo esto, las sanciones desplegadas por Occidente, bienintencionadas y por una vez trabajadas al unísono, es probable que Putin se las pase por las arrugas del entrecejo mientras pueda echar mano de sus reservas de yuan y oro (al margen del dólar y el euro ahora bloqueados). Sabemos que al final todas estas medidas financiero-económicas a quien finalmente clavarán el diente es al grueso de los rusos, a su población. Y también sabemos, o al menos es bastante probable, que al antiguo espía de la KGB el empobrecimiento de su pueblo se la traiga al pairo si el premio es salir triunfal de su propia encerrona.
Los entendidos en este conflicto prevén que la resolución del mismo pasa por la capacidad de la propia población rusa para rebelarse al tirano, para contradecir las pretensiones de su opresor. Difícil esta quimera en un lugar sin voz ni voto y con riesgo de acabar preso solo por abrir la boca, pero ahí tenemos las primaveras árabes para no perder la fe.
Llegados a este punto, la sensación es la de dar vueltas en círculos como cobayas, a merced de un perturbado ebrio de su propia enfermiza ambición que, si no consiente que una madre le conmueva, o un soldado se rebele, parece que no tendrá muchos escrúpulos en tirar la casa abajo, la de todos.
Y mientras tiene clavado su propósito en Ucrania, el resto sentimos su larga mirada como el ojo de Sauron con la Tierra Media.
No hay nada como un déspota mirando con avidez al mundo para comprender la vulnerabilidad y miseria del ser humano.
El señor Putin andaba aburrido con tanto oligarca dorándole la píldora, así que se le ocurrió jugar a la guerra para romper el silencio, que es como decir para quebrar el sistema geopolítico mundial, que para eso es el más guapo y el que la tiene más grande, la estupidez, digo. Eso de que Ucrania le haga ojitos a la Unión Europea es poco tolerable por quien está acostumbrado a recibir todo el cariño, aunque sea de cartón piedra, así que no le costó mucho levantar su dedo índice y señalar a sus vecinos del Este.
Enfebrecido por la calentura de su sangre bolchevique y por la nostálgica ambición de reconstruir el imperio zarista, el señor tirano se marca una invasión en toda regla, y ya de paso amortiza sus juguetes de guerra a punto de caducar.
Al momento de escribir estas líneas, más de 20 niños habían perdido la vida entre los 350 civiles muertos, y medio millón de refugiados ya había escapado del país. Así se saca pecho, sí señor. Y que nadie mueva un pelo que le da al botón rojo y se acaba la tontería.
A todo esto, las sanciones desplegadas por Occidente, bienintencionadas y por una vez trabajadas al unísono, es probable que Putin se las pase por las arrugas del entrecejo mientras pueda echar mano de sus reservas de yuan y oro (al margen del dólar y el euro ahora bloqueados). Sabemos que al final todas estas medidas financiero-económicas a quien finalmente clavarán el diente es al grueso de los rusos, a su población. Y también sabemos, o al menos es bastante probable, que al antiguo espía de la KGB el empobrecimiento de su pueblo se la traiga al pairo si el premio es salir triunfal de su propia encerrona.
Los entendidos en este conflicto prevén que la resolución del mismo pasa por la capacidad de la propia población rusa para rebelarse al tirano, para contradecir las pretensiones de su opresor. Difícil esta quimera en un lugar sin voz ni voto y con riesgo de acabar preso solo por abrir la boca, pero ahí tenemos las primaveras árabes para no perder la fe.
Llegados a este punto, la sensación es la de dar vueltas en círculos como cobayas, a merced de un perturbado ebrio de su propia enfermiza ambición que, si no consiente que una madre le conmueva, o un soldado se rebele, parece que no tendrá muchos escrúpulos en tirar la casa abajo, la de todos.
Y mientras tiene clavado su propósito en Ucrania, el resto sentimos su larga mirada como el ojo de Sauron con la Tierra Media.
Lo peor de todo es que la guerra es la carta de presentación de nuestra especie desde que el mundo es mundo. Bueno, hay otra cosa peor: que nunca cesarán mientras la raza dure. Todavía no ha conocido el mundo un periodo de paz absoluta.
«Todavía no ha conocido el mundo un periodo de paz absoluta…» Y eso que somos la raza inteligente…, o eso dicen.
Una pena
Qué triste que el ser humano no haya aprendido nada de las guerras, muerte y hambre a lo largo de los siglos. Lo has expresado perfectamente. Saludos, Matilde!
Hola Mayte,
Parece que tenemos un muro en el cerebro que nos impide aprender de nuestros errores, de los errores más terribles que hemos cometido a lo largo de nuestra historia. Y ahí seguimos, insistiendo en nuestra profunda mezquindad.
Saludos y gracias por pasar
Que tristeza ver gente desesperada que lo pierde todo en un momento. A parte del destrozo económico que va a generar, miedito me da como termináremos aquí. Y pensar que le da igual a este personaje.
Un saludo.
Lo más terrible de todo es ver corrientes humanas huyendo de su tierra, de sus raíces, sin nada en sus maletas salvo una vida que proteger. Intento empatizar, pero creo que si no se ha pasado por eso es imposible sentir algo tan inhumano y cruel. Solo podemos solidarizarnos con ellos.
Un abrazo
Lo triste es que estamos en manos de mentes con un solo propósito, si no gano, nadie ganará. A estas alturas y sabiendo lo que sabemos, porque la historia está ahí, el que no hayamos aprendido nada, me causa mucha tristeza, impotencia e incluso taquicardias. Espero que el pueblo ruso se revele, ahora mismo sería el único que puede parar todo esto.
Estamos en manos de un malvado. Hoy compartiendo con otra bloguera yo decía que era un enfermo, y esta bloquera, psicóloga, me ha dicho: «No, Matilde, no está enfermo, es malvado, es una mala persona» Y es cierto porque alguien enfermo tendría la coartada de su enfermedad para un comportamiento así. Este innombrable solo se guía por su ambición de poder
¡Hola, Matilde! La guerra es la mayor infamia que puede cometer el ser humano y el resultado terrible de las intrigas palaciegas de los gobernantes, cuyos intereses terminan pagándolos con sangre la población inocente que solo quiere vivir en paz. Dicho esto, y mirando más en perspectiva, creo que el problema va más allá de Putin. El equilibrio mundial que se alcanzó en las últimas décadas del siglo pasado ha saltado por los aires y las piezas del tablero de ajedrez tardarán varios años en volver al orden. Mi teoría, absolutamente personal, es que buena parte de lo que vemos tiene su origen en algo que apenas aparece en la prensa: el agotamiento de las reservas de petróleo. Ello implica la necesidad de nuevas fuentes de energía (renovables y, sobre todo, la fusión nuclear) que todavía necesitan tiempo para ser rentables. Por otra parte, las materias primas que se precisan hoy no son las del siglo pasado. La vida digital precisa de Tierras raras, de minerales escasos que se encuentran en zonas no «controladas». Por otra parte, Occidente ha visto que en solo unos años Rusia y China, con sus propias ideologías, le han arrebatado el monopolio económico. Todo el tablero de ajedrez saltó por los aires y necesita reequilibrarse y alcanzar nuevos pactos a mínimos de convivencia de acuerdo con la nueva realidad. En el siglo pasado, precisamos de sesenta años y dos guerras mundiales para conseguirlo, esperemos que en este nuevo siglo no tardemos tanto tiempo y, sobre todo, no precisemos de las toneladas de sangre de gente inocente. Un abrazo!!
Hola David
Has hecho un análisis bastante minucioso y suscribo lo que dices. Subyace de fondo el tema del petróleo y de la caducidad del sistema de energía con el que actualmente sostenemos nuestro modelo de vida. Ya estamos pagando las consecuencias con el incremento descontrolado del precio tanto de los combustibles como de las materias primas, y me temo que no somos capaces de vislumbrar el final de esta situación descontrolada. Doy por hecho que estarás de acuerdo conmigo en que toda esta casuística de fondo no justifica una invasión y el derramamiento de sangre. El tirano construye su propio relato y se deja embeber por él hasta que finalmente se cree su propia deriva y aquí es difícil hacer más análisis cuando una de las partes no ve más realidad que suya. La pregunta es ¿Quién le pone el cascabel al gato?
Interesantísimo tema para debatir en una de esas largas sobremesas de café y bizcocho… je je
Gracias siempre David
Un abrazo