Ambiciones

por | Mar 3, 2022 | Blog | 10 Comentarios

Ambiciones, guerra

No hay nada como un déspota mirando con avidez al mundo para comprender la vulnerabilidad y miseria del ser humano.

El señor Putin andaba aburrido con tanto oligarca dorándole la píldora, así que se le ocurrió jugar a la guerra para romper el silencio, que es como decir para quebrar el sistema geopolítico mundial, que para eso es el más guapo y el que la tiene más grande, la estupidez, digo. Eso de que Ucrania le haga ojitos a la Unión Europea es poco tolerable por quien está acostumbrado a recibir todo el cariño, aunque sea de cartón piedra, así que no le costó mucho levantar su dedo índice y señalar a sus vecinos del Este.

Enfebrecido por la calentura de su sangre bolchevique y por la nostálgica ambición de reconstruir el imperio zarista, el señor tirano se marca una invasión en toda regla, y ya de paso amortiza sus juguetes de guerra a punto de caducar.

Al momento de escribir estas líneas, más de 20 niños habían perdido la vida entre los 350 civiles muertos, y medio millón de refugiados ya había escapado del país. Así se saca pecho, sí señor. Y que nadie mueva un pelo que le da al botón rojo y se acaba la tontería.

A todo esto, las sanciones desplegadas por Occidente, bienintencionadas y por una vez trabajadas al unísono, es probable que Putin se las pase por las arrugas del entrecejo mientras pueda echar mano de sus reservas de yuan y oro (al margen del dólar y el euro ahora bloqueados). Sabemos que al final todas estas medidas financiero-económicas a quien finalmente clavarán el diente es al grueso de los rusos, a su población. Y también sabemos, o al menos es bastante probable, que al antiguo espía de la KGB el empobrecimiento de su pueblo se la traiga al pairo si el premio es salir triunfal de su propia encerrona.

Los entendidos en este conflicto prevén que la resolución del mismo pasa por la capacidad de la propia población rusa para rebelarse al tirano, para contradecir las pretensiones de su opresor. Difícil esta quimera en un lugar sin voz ni voto y con riesgo de acabar preso solo por abrir la boca, pero ahí tenemos las primaveras árabes para no perder la fe.

Llegados a este punto, la sensación es la de dar vueltas en círculos como cobayas, a merced de un perturbado ebrio de su propia enfermiza ambición que, si no consiente que una madre le conmueva, o un soldado se rebele, parece que no tendrá muchos escrúpulos en tirar la casa abajo, la de todos.

Y mientras tiene clavado su propósito en Ucrania, el resto sentimos su larga mirada como el ojo de Sauron con la Tierra Media.

 

 

 

 

 

Ambiciones, guerra

No hay nada como un déspota mirando con avidez al mundo para comprender la vulnerabilidad y miseria del ser humano.

El señor Putin andaba aburrido con tanto oligarca dorándole la píldora, así que se le ocurrió jugar a la guerra para romper el silencio, que es como decir para quebrar el sistema geopolítico mundial, que para eso es el más guapo y el que la tiene más grande, la estupidez, digo. Eso de que Ucrania le haga ojitos a la Unión Europea es poco tolerable por quien está acostumbrado a recibir todo el cariño, aunque sea de cartón piedra, así que no le costó mucho levantar su dedo índice y señalar a sus vecinos del Este.

Enfebrecido por la calentura de su sangre bolchevique y por la nostálgica ambición de reconstruir el imperio zarista, el señor tirano se marca una invasión en toda regla, y ya de paso amortiza sus juguetes de guerra a punto de caducar.

Al momento de escribir estas líneas, más de 20 niños habían perdido la vida entre los 350 civiles muertos, y medio millón de refugiados ya había escapado del país. Así se saca pecho, sí señor. Y que nadie mueva un pelo que le da al botón rojo y se acaba la tontería.

A todo esto, las sanciones desplegadas por Occidente, bienintencionadas y por una vez trabajadas al unísono, es probable que Putin se las pase por las arrugas del entrecejo mientras pueda echar mano de sus reservas de yuan y oro (al margen del dólar y el euro ahora bloqueados). Sabemos que al final todas estas medidas financiero-económicas a quien finalmente clavarán el diente es al grueso de los rusos, a su población. Y también sabemos, o al menos es bastante probable, que al antiguo espía de la KGB el empobrecimiento de su pueblo se la traiga al pairo si el premio es salir triunfal de su propia encerrona. 

Los entendidos en este conflicto prevén que la resolución del mismo pasa por la capacidad de la propia población rusa para rebelarse al tirano, para contradecir las pretensiones de su opresor. Difícil esta quimera en un lugar sin voz ni voto y con riesgo de acabar preso solo por abrir la boca, pero ahí tenemos las primaveras árabes para no perder la fe.

Llegados a este punto, la sensación es la de dar vueltas en círculos como cobayas, a merced de un perturbado ebrio de su propia enfermiza ambición que, si no consiente que una madre le conmueva, o un soldado se rebele, parece que no tendrá muchos escrúpulos en tirar la casa abajo, la de todos.

Y mientras tiene clavado su propósito en Ucrania, el resto sentimos su larga mirada como el ojo de Sauron con la Tierra Media.

 

 

 

 

 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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