Bella del Señor, lo absurdo del amor
“Su pobre pasión rebelándose contra su agonía…” casi parece un epitafio.
Esto ha sido como una bomba literaria cuya onda expansiva perdurará en el tiempo. Lo sé. Hay cosas irrefutables ¿verdad? Ahora entiendo lo de “autor inclasificable” que aparece en la contraportada de este libro de emociones inagotables. Apabullantes. Extrañas, pero gozosas, inflamadas y genuinas. La piel todavía convulsiona ante semejante agitación.
Bella del Señor, Albert Cohen, editorial Anagrama, se ha instalado en el top ten de mis novelas favoritas, pero ¡ojo!, que mis palabras no te llamen a engaño porque sus páginas ocultan una prosa libre, ardua y compleja. Un desconcertante viaje lleno de trampas no apto para perezosos. Aquí no cabe la indolencia. Cohen es intransigente en este aspecto. Va a exigir tu implicación desde la primera hasta la última de las 626 páginas; si no te subes al galope de la narración querrás bajarte del caballo en la primera curva.
Sinopsis
Si por algo es excepcional esta historia, brillante en todas sus costuras, es por su potentísima voz narrativa. Omnisciente. Omnipresente. Nada neutral. Implacable. Cohen permuta hábilmente sobre cada uno de sus personajes con diferentes registros, y lo hace con tal maestría que coloca al lector en el centro de sus escenas, como una suerte de insaciable voyeur al que luego inocula la magia del buen escribiente para mimetizamos con los personajes y sentir como propias sus emociones, miserias, pasiones y bajezas.
Van ejemplos
Los soliloquios imposibles de Ariane, la protagonista femenina (aunque su partenaire masculino también los tiene). En la foto de abajo te dejo una de las nueve páginas de un capítulo de ella narrado sin un solo signo de puntuación. Una forma de hacernos sentir el trajín de sus pensamientos, el zarandeo de su mente de aquí para allá. ¡Ay, Ariane de mi vida! En algunos momentos se me antojó una Emma Bovary puesta de “maría” hasta las cejas (mis disculpas a Flaubert). ¡Cómo me he reído y sufrido con ella! ¡Qué grande!
La burla mordaz y despiada, la ironía en toda la obra: hacia los suegros de Ariana, por sus soberbios modales pequeño burgueses; hacia los egos, los juegos de poder y las apariencias que observamos en los discursos del cornudo del marido y en toda la novela; hacia los propios protagonistas con su concepción imposible del amor y la belleza.
La incomparable retórica de Comeclavos, pariente desvergonzado, inmoderado, desfachatado y dotado de la picaresca más verbosa y ágil de la historia. Uno de mis personajes ya para toda la vida. Sé que Cohen le tiene dedicado un libro aparte, así que me he puesto deberes.
El lirismo poético de Solal, el guapo protagonista amante judío de Ariane cuyo personaje ofrece un discurso increíble a su damisela para seducirla para luego degradarla y degradarse juntos en busca de una pasión-poesía insostenible y absurda. También es a través de este personaje donde se ofrece una crítica brutal y sin fisuras al antisemitismo.
El autor despliega todo este virtuosismo en un género que a veces es comedia y a veces tragedia, con unos protagonistas que a veces amas y otras odias; con una historia que fascina, irrita, asfixia, explosiona y descoloca premeditadamente por partes, porque aquí nada es casual, para deslumbrar portentosamente en su totalidad.
Calificada como una de las cumbres novelísticas del s. XX, Bella del Señor nos enreda en una vertiginosa y astuta historia alrededor de una pareja que huye de la concepción vulgar del amor y, en busca de lo absoluto y excepcional, el propio amor queda tan emparedado en sí mismo que roza la paranoia. En el relato Cohen deja una calculada parodia del romanticismo más novelero en medio de una prodigiosa y brillante prosa.
Un espejo de inalcanzable reflejo para quienes, ingenuos como yo, osamos mirarnos en él en busca del escritor que llevamos dentro.
“Su pobre pasión rebelándose contra su agonía…” casi parece un epitafio.
Esto ha sido como una bomba literaria cuya onda expansiva perdurará en el tiempo. Lo sé. Hay cosas irrefutables ¿verdad? Ahora entiendo lo de “autor inclasificable” que aparece en la contraportada de este libro de emociones inagotables. Apabullantes. Extrañas, pero gozosas, inflamadas y genuinas. La piel todavía convulsiona ante semejante agitación.
Bella del Señor, Albert Cohen, editorial Anagrama, se ha instalado en el top ten de mis novelas favoritas, pero ¡ojo!, que mis palabras no te llamen a engaño porque sus páginas ocultan una prosa libre, ardua y compleja. Un desconcertante viaje lleno de trampas no apto para perezosos. Aquí no cabe la indolencia. Cohen es intransigente en este aspecto. Va a exigir tu implicación desde la primera hasta la última de las 626 páginas; si no te subes al galope de la narración querrás bajarte del caballo en la primera curva.
Sinopsis
Si por algo es excepcional esta historia, brillante en todas sus costuras, es por su potentísima voz narrativa. Omnisciente. Omnipresente. Nada neutral. Implacable. Cohen permuta hábilmente sobre cada uno de sus personajes con diferentes registros, y lo hace con tal maestría que coloca al lector en el centro de sus escenas, como una suerte de insaciable voyeur al que luego inocula la magia del buen escribiente para mimetizamos con los personajes y sentir como propias sus emociones, miserias, pasiones y bajezas.
Van ejemplos
Los soliloquios imposibles de Ariane, la protagonista femenina (aunque su partenaire masculino también los tiene). En la foto de abajo te dejo una de las nueve páginas de un capítulo de ella narrado sin un solo signo de puntuación. Una forma de hacernos sentir el trajín de sus pensamientos, el zarandeo de su mente de aquí para allá. ¡Ay, Ariane de mi vida! En algunos momentos se me antojó una Emma Bovary puesta de “maría” hasta las cejas (mis disculpas a Flaubert). ¡Cómo me he reído y sufrido con ella! ¡Qué grande!
La burla mordaz y despiada, la ironía en toda la obra: hacia los suegros de Ariana, por sus soberbios modales pequeño burgueses; hacia los egos, los juegos de poder y las apariencias que observamos en los discursos del cornudo del marido y en toda la novela; hacia los propios protagonistas con su concepción imposible del amor y la belleza.
La incomparable retórica de Comeclavos, pariente desvergonzado, inmoderado, desfachatado y dotado de la picaresca más verbosa y ágil de la historia. Uno de mis personajes ya para toda la vida. Sé que Cohen le tiene dedicado un libro aparte, así que me he puesto deberes.
El lirismo poético de Solal, el guapo protagonista amante judío de Ariane cuyo personaje ofrece un discurso increíble a su damisela para seducirla para luego degradarla y degradarse juntos en busca de una pasión-poesía insostenible y absurda. También es a través de este personaje donde se ofrece una crítica brutal y sin fisuras al antisemitismo.
El autor despliega todo este virtuosismo en un género que a veces es comedia y a veces tragedia, con unos protagonistas que a veces amas y otras odias; con una historia que fascina, irrita, asfixia, explosiona y descoloca premeditadamente por partes, porque aquí nada es casual, para deslumbrar portentosamente en su totalidad.
Calificada como una de las cumbres novelísticas del s. XX, Bella del Señor nos enreda en una vertiginosa y astuta historia alrededor de una pareja que huye de la concepción vulgar del amor y, en busca de lo absoluto y excepcional, el propio amor queda tan emparedado en sí mismo que roza la paranoia. En el relato Cohen deja una calculada parodia del romanticismo más novelero en medio de una prodigiosa y brillante prosa.
Un espejo de inalcanzable reflejo para quienes, ingenuos como yo, osamos mirarnos en él en busca del escritor que llevamos dentro.
Parece interesante. Tomo nota. Gracias. Un abrazo
Es muy interesante. Para mí ha sido un ejemplo del buen y completo escritor. Lo he disfrutado mucho.
Gracias por pasarte, Nuria
No lo conocía pero nos has intrigado, habrá que leerlo!
Saludos!
Es un libro denso y arduo, pero si te enganchas a la narración es maravilloso. A mí me ha encantado.
Gracias por pasar
Pues habrá que implicarse en leer desde la primera hasta la última página. La voz narrativa implacable de Cohen siempre me ha atraído. Que «coloca al lector en el centro de sus escenas» es un hecho comprobado. El lirismo poético que desvela en ocasiones enriquece sus obras. Que «el propio amor queda tan emparedado en sí mismo que roza la paranoia» me parece una buena conclusión sobre esta obra.
Te invito a comentar alguno de mis posts en marcosplanet
Gracias de antemano.
Muchas gracias por pasarte y comentar. Cohen ha sido una sorpresa para mí. Ee el primer libro que leo suyo, aunque espero poder conocer a Comeclavos en mayor profundidad.
Me pasaré por tu blog.
Gracias