Blanca luz de primavera
Imagen Pixabay
Se ha encendido la luz blanca en los almendros como el velo de una novia centellea de ilusión a su espalda; hace quiebros en los nervios de las hojas, merodea entre las sombras hasta encaramarse a las ramas. Reverbera el sol de flor en flor con su lengua dorada, se adentra, vertiginoso, en los pistilos, se recuesta sobre esos pétalos perezosos para que se venzan. Se abran.
A lomos de unos alisios suaves, sobre una nube de guirnaldas, llega la primavera reclamando atenciones, emerge Perséfone desnuda para que se venere su gracia. Camina descalza por la tierra fértil de lluvia conquistada, y preña de promesas sus huellas, de expectativas el tiempo que florece por donde pasa.
Se han prendido de caricias las manos, de apetito los labios, de susurros las palabras; declaraciones desprovistas de corchetes y mayúsculas que fluyen con emocionados suspiros en las pausas, con enredadas intenciones entre líneas de sensualidad desbordada, con explícitas audacias en las letras que agitan el deseo en las miradas.
Deja la primavera un fértil rastro de esporas sobre el húmedo vientre que acoge su llegada; le canta a la vida canciones de cuna y siembra de jazmines el cielo, mientras aguarda. Fecunda de color la ceniza de un paisaje cortejado por centenares de semillas exaltadas; reverdece, palpita, renace, exhala los vapores de su exclusiva fragancia.
Huele a un mar de razones para llenar el horizonte de esperanza, a un amanecer vigoroso que elimina la ansiedad de las legañas y corretea sin miedo hasta el mediodía para perfumarnos de lavanda. Se ha quedado en las cornisas, en las calles y las fachadas, el sabor a ozono que deja el trueno tras de sí, cuando escampa, y con una fuerza desmedida, con un viaje de regalo hasta la infancia, retumba la voz íntima y poderosa de la tierra mojada.
Habla la primavera de la noche que no duerme, de las rosas que no callan, del vencejo que llega raudo y se fía del aire, mientras descansa. Habla de paseos descalzos en arenas aún heladas, de corazones que se estremecen con el latido de la montaña. Habla de pensamientos que se mecen al son de la brisa cálida, de cerezos que invitan al recuerdo, que mudan la pereza y se visten de gala.
«Quiero hacer contigo lo que primavera hace con los cerezos»
Pablo NERUDA
Imagen Pixabay
Se ha encendido la luz blanca en los almendros como el velo de una novia centellea de ilusión a su espalda; hace quiebros en los nervios de las hojas, merodea entre las sombras hasta encaramarse a las ramas. Reverbera el sol de flor en flor con su lengua dorada, se adentra, vertiginoso, en los pistilos, se recuesta sobre esos pétalos perezosos para que se venzan. Se abran.
A lomos de unos alisios suaves, sobre una nube de guirnaldas, llega la primavera reclamando atenciones, emerge Perséfone desnuda para que se venere su gracia. Camina descalza por la tierra fértil de lluvia conquistada, y preña de promesas sus huellas, de expectativas el tiempo que florece por donde pasa.
Se han prendido de caricias las manos, de apetito los labios, de susurros las palabras; declaraciones desprovistas de corchetes y mayúsculas que fluyen con emocionados suspiros en las pausas, con enredadas intenciones entre líneas de sensualidad desbordada, con explícitas audacias en las letras que agitan el deseo en las miradas.
Deja la primavera un fértil rastro de esporas sobre el húmedo vientre que acoge su llegada; le canta a la vida canciones de cuna y siembra de jazmines el cielo, mientras aguarda. Fecunda de color la ceniza de un paisaje cortejado por centenares de semillas exaltadas; reverdece, palpita, renace, exhala los vapores de su exclusiva fragancia.
Huele a un mar de razones para llenar el horizonte de esperanza, a un amanecer vigoroso que elimina la ansiedad de las legañas y corretea sin miedo hasta el mediodía para perfumarnos de lavanda. Se ha quedado en las cornisas, en las calles y las fachadas, el sabor a ozono que deja el trueno tras de sí, cuando escampa, y con una fuerza desmedida, con un viaje de regalo hasta la infancia, retumba la voz íntima y poderosa de la tierra mojada.
Habla la primavera de la noche que no duerme, de las rosas que no callan, del vencejo que llega raudo y se fía del aire, mientras descansa. Habla de paseos descalzos en arenas aún heladas, de corazones que se estremecen con el latido de la montaña. Habla de pensamientos que se mecen al son de la brisa cálida, de cerezos que invitan al recuerdo, que mudan la pereza y se visten de gala.
«Quiero hacer contigo lo que primavera hace con los cerezos»
Pablo NERUDA
¡¡Precioso!!
Gracias Marta
No tener la pluma de Neruda, ni la clarividencia de Jodorowsky…hace que esta Primavera huela a tu esencia.
A mi esencia, y a la tuya, y a la de todo el que se digne a escucharla….
Cuando una flor se abre es primavera en todo el mundo….
Gracias eternas por estar ahí Rosa
Un abrazo
¡Hola, Matilde! Una preciosidad de texto que es aún mejor escuchándote leyéndolo en el podcast. Por cierto, también ha sido una gozada escuchar de tu propia voz hablar de la historia de Lucia que, estoy convencido, terminará convirtiéndose en una novela. Un abrazo!
Gracias David,
Tengo que promocionarla un poco. A ver si se va afianzando.
Tu confianza sobre que acabará convirtiéndose en novela me conmueve. Es realmente ilusionante pensar en esa posibilidad que, en cualquier caso, siempre te deberé a ti.
Un fuerte abrazo
¡Hola, Matilde!
Venía a leerte el siguiente capítulo de Lucía, pero me sedujo este título y entré…
Y resultó doble placer, pues te leía y escuchaba a la vez y en verdad, creo que me ha gustado más escucharte, en este bellísima prosa, dando la bienvenida a la primavera. Gracias, por este momento tan gratificante.
Un abrazo, y muy feliz semana.
Hola Mila,
Muchas gracias por esas bonitas palabras.
Cada estación tiene su atractivo, su luz, su magia y su música. Pararse a disfrutar de cada uno de estos aspectos es como una forma íntima y personal de dar la bienvenida, en este caso, a la primavera.
Me alegra que te haya gustado.
Un fuerte abrazo