Diciembre

por | Dic 16, 2021 | Blog | 12 Comentarios

Diciembre

Se columpia  diciembre entre las lunas de un paréntesis con el tiempo dormido en su regazo, con sus noches tempranas de sopa caliente alumbra, diligente, los días más lánguidos del año. Se mueve solemne entre postales pintadas por duendes, mientras la pereza ronda a la nostalgia como si jugaran al perro y el gato.

Emana la luz de un cielo quieto que desenreda su resplandor y lo escancia en una lluvia de soles nacarados, de su fiebre se cuelga el invierno para embrujarnos con la pausa lívida de su pulso disipado, como si la vida quedara en suspenso y solo el silencio tuviera voz para amortiguar el efecto de llegar desfondados.

Madrugan los crisantemos para embriagarse con las bondades de un otoño casi agotado, se mueven insolentes como si sus tallos frágiles llevaran calcetines largos; colorean el mes de intención, de fragancias delatoras que se escarchan sobre sueños censurados, y prestan sus pétalos a los zorzales para que descansen de su migración y escriban en el aire mensajes encriptados.

Llega la nieve con su cegadora lumbre avivando inmutables paisajes de un aliento esperanzado; se posa dócil en las cumbres y pinta de inmaculada euforia la rutina hasta que la sangre hierve en las manos, hasta que derrite las cuitas en los surcos y aflora una arruga nueva por cada reto superado.

Peregrina diciembre de puntillas hacia finales que descorchan con pericia todo su inventario, descarga la mochila de manías y acomoda en la espalda la huella que ha quedado. Agradece un último brindis sin matices, sin dobleces ni reclamos,  solo el amor es necesario ante un enero que aguarda impaciente para dar aliento al calendario.

 

Estoy aquí, fingiendo que miro tus paisajes
y que te bebo en un café,
porque en la distancia hace frío, y aquí,
donde dejaste mis huesos sepultados
a veces te respiro.
 

Dee Dee Acosta

 

 

Diciembre

Se columpia  diciembre entre las lunas de un paréntesis con el tiempo dormido en su regazo, con sus noches tempranas de sopa caliente alumbra, diligente, los días más lánguidos del año. Se mueve solemne entre postales pintadas por duendes, mientras la pereza ronda a la nostalgia como si jugaran al perro y el gato.

Emana la luz de un cielo quieto que desenreda su resplandor y lo escancia en una lluvia de soles nacarados, de su fiebre se cuelga el invierno para embrujarnos con la pausa lívida de su pulso disipado, como si la vida quedara en suspenso y solo el silencio tuviera voz para amortiguar el efecto de llegar desfondados.

Madrugan los crisantemos para embriagarse con las bondades de un otoño casi agotado, se mueven insolentes como si sus tallos frágiles llevaran calcetines largos; colorean el mes de intención, de fragancias delatoras que se escarchan sobre sueños censurados, y prestan sus pétalos a los zorzales para que descansen de su migración y escriban en el aire mensajes encriptados.

Llega la nieve con su cegadora lumbre avivando inmutables paisajes de un aliento esperanzado; se posa dócil en las cumbres y pinta de inmaculada euforia la rutina hasta que la sangre hierve en las manos, hasta que derrite las cuitas en los surcos y aflora una arruga nueva por cada reto superado.

Peregrina diciembre de puntillas hacia finales que descorchan con pericia todo su inventario, descarga la mochila de manías y acomoda en la espalda la huella que ha quedado. Agradece un último brindis sin matices, sin dobleces ni reclamos,  solo el amor es necesario ante un enero que aguarda impaciente para dar aliento al calendario.

 

Estoy aquí, fingiendo que miro tus paisajes
y que te bebo en un café,
porque en la distancia hace frío, y aquí,
donde dejaste mis huesos sepultados
a veces te respiro.
 

Dee Dee Acosta

 

 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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