Un pueblo para volver
Imagen Pixabay
–Tenga, padre.
Ni el más mínimo temblor. Sus manos recibieron esa media docena de uvas con un aplomo imposible hace muy poco tiempo.
–¿Tiene frío? –le preguntó mientras le subía el cuello del chaquetón.
–¡Bah, quita, quita! –respondió con un manotazo al aire–. ¡Qué frío ni que ochocuartos!
El sol atemperaba diciembre con una calidez engañosa. No quería que su padre enfermara, ahora que estaba tan bien. Sabía que aquí mejoraría, pero semejante exhibición de energía se escapaba a su entendimiento. Sus arrugas habían cobrado lustre, presumía de una ocurrente locuacidad y se sentía tan vigoroso que sus piernas vivían una inexplicable segunda juventud. De los cuatro pasos apáticos por un salón sin vistas a los dos kilómetros diarios hasta el centro del pueblo solo habían pasado cuatro semanas. Y habían sido, probablemente, las semanas más difíciles de sus vidas.
–¿Qué diablos estará cocinando la Reme? –comentó jocoso el hombre con una sonrisa casi infantil.
–¡Ni idea! –respondió Julián con la vista en la casa, que agitaba puertas y ventanas aireando una década de ausencia–, he terminado de colgar un cuadro y me ha echado de allí.
–¿Y, esto, –extendió los brazos el anciano como si hubiera una invasión–, es necesario? La radio vomitaba decenas de villancicos en bucle solo interrumpidos por pequeños flashes de noticias.
–Es la penitencia para poder sentarse a su mesa –se rieron los dos.
Dejar la ciudad había sido difícil, pero no tanto como regresar al lugar de donde se marchó hace veinte años con la incertidumbre por horizonte y el fracaso a la espalda. Volver a la casa en ruinas del pueblo con un padre senil, su mujer y dos hijos, precisó de una voluntad a prueba de cobardes. Era más amargo el peso de la derrota que la pérdida del negocio y el piso.
Mientras los chavales se adaptaban a su nuevo colegio la Reme y él se deslomaron para adecentar aquel desolado lugar. Tras quince días sin descanso, y de forma simultánea, la casa empezó a parecer un hogar al mismo tiempo que su padre recobraba el aspecto de su padre, que incluso les ayudó a pintar. Con sus hijos necesitó más paciencia.
–Son una panda de imbéciles pueblerinos –se quejaba Héctor, el mayor, los primeros días–. Dicen que hemos vuelto porque no tenemos dónde caernos muertos.
–Caerse muerto aquí es un lujo –apuntó su pragmática madre–. Tenemos un techo, una buena olla de sopa, y un apellido lo suficientemente digno como para morirnos donde nos dé la gana –resolvió la matriarca.
–No hagas caso –ponderaba Julián–. En cuanto tengan otra distracción dejarán de murmurar.
Pero ni la habitual mansedumbre del padre, ni el tosco realismo de la madre doblegaron la contrariedad que le producía estar allí. Fue Laura, una niña de desafiantes ojos oscuros y lengua descarada la que moderó su enquistada furia, y llenó sus catorce años de una desconocida efervescencia.
Para Julito, el pequeño, fue más fácil. Más sociable, con cuatro años menos que su hermano y sin la impertinencia de la adolescencia, hacer amigos fue un visto y no visto. Solo un día volvió rabioso porque le habían puesto un mote.
–Aquí todo el mundo tiene uno, hijo –arguyó con su habitual flema el padre.
–Pues no tiene gracia. Me llaman “Habicholón” porque dicen que tengo la cabeza grande.
–¡Cabeza grande, entre las piernas se expande! –se mofó su hermano que recibió un inmediato coscorrón de su madre.
–A ti, desde luego –le reprendió– solo te sirve para llevar el morro torcido todo el tiempo. ¡Será posible el niño!
–A tu padre le llamaban “Estragao” –interrumpió el abuelo la regañina.
–¿Y eso qué es? –quiso saber Julito.
–Pues es que tu padre caminaba siempre doblado, como si tuviera ganas de cagar y se le hubiera hecho un tapón en el culo.
Y aquel inesperado acceso verbal zanjó la desazón del jovencito con una carcajada general.
–Mira, Julián, por allá vienen los dos rufianes –dijo el viejo echando la vista al camino–. O tienen mucha hambre, o escapan del mismísimo diablo.
–Abuelo –gritaron los dos sin resuello al llegar–, nos hemos encontrado al padre de Alberto y nos ha dado esta llave para ti –explicó el mayor–. Nos ha dicho que te digamos que está todo en orden.
–¡Anda, se ha decidido! –exclamó el viejo–. ¡Toda tuya, hijo!
–¿Mía? Pero, ¿de dónde es?
–Le propuse al Braulio que se quedara la tierra del pinar a cambio de su local, el de la calle Rompiente. Creo que es perfecto para un bar o para lo que queráis montar –informó sin demasiadas alharacas.
Julián agradeció que el enérgico “Arre borriquito, arre burro arre…”, sofocara el ruido que su garganta hizo al deglutir de emoción.
–Padre… No sé qué decir.
–Pues lo que se dice en estos casos, hijo. ¡Feliz Navidad!
–¡Todos a lavarse las manos bien lavadas! La comida está lista –voceó la Reme desde el interior de la casa.
Cuando entraron, unas flores recogidas quién sabe de qué lugar con estos fríos, era el único adorno de la mesa, coronada por un humeante puchero con el que todos empezaron a salivar. Los muchachos se peleaban por contar a su madre el regalo del abuelo, silenciando, con su entusiasmo, la perorata de la radio, que en ese momento parloteaba algo sobre una pandemia.
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–Tenga, padre.
Ni el más mínimo temblor. Sus manos recibieron esa media docena de uvas con un aplomo imposible hace muy poco tiempo.
–¿Tiene frío? –le preguntó mientras le subía el cuello del chaquetón.
–¡Bah, quita, quita! –respondió con un manotazo al aire–. ¡Qué frío ni que ochocuartos!
El sol atemperaba diciembre con una calidez engañosa. No quería que su padre enfermara, ahora que estaba tan bien. Sabía que aquí mejoraría, pero semejante exhibición de energía se escapaba a su entendimiento. Sus arrugas habían cobrado lustre, presumía de una ocurrente locuacidad y se sentía tan vigoroso que sus piernas vivían una inexplicable segunda juventud. De los cuatro pasos apáticos por un salón sin vistas a los dos kilómetros diarios hasta el centro del pueblo solo habían pasado cuatro semanas. Y habían sido, probablemente, las semanas más difíciles de sus vidas.
–¿Qué diablos estará cocinando la Reme? –comentó jocoso el hombre con una sonrisa casi infantil.
–¡Ni idea! –respondió Julián con la vista en la casa, que agitaba puertas y ventanas aireando una década de ausencia–, he terminado de colgar un cuadro y me ha echado de allí.
–¿Y, esto, –extendió los brazos el anciano como si hubiera una invasión–, es necesario? La radio vomitaba decenas de villancicos en bucle solo interrumpidos por pequeños flashes de noticias.
–Es la penitencia para poder sentarse a su mesa –se rieron los dos.
Dejar la ciudad había sido difícil, pero no tanto como regresar al lugar de donde se marchó hace veinte años con la incertidumbre por horizonte y el fracaso a la espalda. Volver a la casa en ruinas del pueblo con un padre senil, su mujer y dos hijos, precisó de una voluntad a prueba de cobardes. Era más amargo el peso de la derrota que la pérdida del negocio y el piso.
Mientras los chavales se adaptaban a su nuevo colegio la Reme y él se deslomaron para adecentar aquel desolado lugar. Tras quince días sin descanso, y de forma simultánea, la casa empezó a parecer un hogar al mismo tiempo que su padre recobraba el aspecto de su padre, que incluso les ayudó a pintar. Con sus hijos necesitó más paciencia.
–Son una panda de imbéciles pueblerinos –se quejaba Héctor, el mayor, los primeros días–. Dicen que hemos vuelto porque no tenemos dónde caernos muertos.
–Caerse muerto aquí es un lujo –apuntó su pragmática madre–. Tenemos un techo, una buena olla de sopa, y un apellido lo suficientemente digno como para morirnos donde nos dé la gana –resolvió la matriarca.
–No hagas caso –ponderaba Julián–. En cuanto tengan otra distracción dejarán de murmurar.
Pero ni la habitual mansedumbre del padre, ni el tosco realismo de la madre doblegaron la contrariedad que le producía estar allí. Fue Laura, una niña de desafiantes ojos oscuros y lengua descarada la que moderó su enquistada furia, y llenó sus catorce años de una desconocida efervescencia.
Para Julito, el pequeño, fue más fácil. Más sociable, con cuatro años menos que su hermano y sin la impertinencia de la adolescencia, hacer amigos fue un visto y no visto. Solo un día volvió rabioso porque le habían puesto un mote.
–Aquí todo el mundo tiene uno, hijo –arguyó con su habitual flema el padre.
–Pues no tiene gracia. Me llaman “Habicholón” porque dicen que tengo la cabeza grande.
–¡Cabeza grande, entre las piernas se expande! –se mofó su hermano que recibió un inmediato coscorrón de su madre.
–A ti, desde luego –le reprendió– solo te sirve para llevar el morro torcido todo el tiempo. ¡Será posible el niño!
–A tu padre le llamaban “Estragao” –interrumpió el abuelo la regañina.
–¿Y eso qué es? –quiso saber Julito.
–Pues es que tu padre caminaba siempre doblado, como si tuviera ganas de cagar y se le hubiera hecho un tapón en el culo.
Y aquel inesperado acceso verbal zanjó la desazón del jovencito con una carcajada general.
–Mira, Julián, por allá vienen los dos rufianes –dijo el viejo echando la vista al camino–. O tienen mucha hambre, o escapan del mismísimo diablo.
–Abuelo –gritaron los dos sin resuello al llegar–, nos hemos encontrado al padre de Alberto y nos ha dado esta llave para ti –explicó el mayor–. Nos ha dicho que te digamos que está todo en orden.
–¡Anda, se ha decidido! –exclamó el viejo–. ¡Toda tuya, hijo!
–¿Mía? Pero, ¿de dónde es?
–Le propuse al Braulio que se quedara la tierra del pinar a cambio de su local, el de la calle Rompiente. Creo que es perfecto para un bar o para lo que queráis montar –informó sin demasiadas alharacas.
Julián agradeció que el enérgico “Arre borriquito, arre burro arre…”, sofocara el ruido que su garganta hizo para deglutir de emoción.
–Padre… No sé qué decir.
–Pues lo que se dice en estos casos, hijo. ¡Feliz Navidad!
–¡Todos a lavarse las manos bien lavadas! La comida está lista –voceó la Reme desde el interior de la casa.
Cuando entraron, unas flores recogidas quién sabe de qué lugar con estos fríos, era el único adorno de la mesa, coronada por un humeante puchero con el que todos empezaron a salivar. Los muchachos se peleaban por contar a su madre el regalo del abuelo, silenciando, con su entusiasmo, la perorata de la radio, que en ese momento parloteaba algo sobre una pandemia.
¡Qué preciosidad de relato, Matilde! Los personajes se salen del papel y los ves viviendo allí en el pueblo.
El ritmo pausado aporta el detalle justo para pintar la escena y nos va presentando a todos los miembros de la familia y sus circunstancias. Me ha dejado un poso de nostalgia y de alegría. Ver a ese abuelo cómo rejuvenece y toma decisiones de cara al futuro de la familia es tan hemoso y tan de verdad que te toca fibras por ahí dentro. Chapó por la Reme, me ha encantado verla en faena. Un pueblo para volver, ya lo creo.
Gracias Maria Pilar
Y qué bonito es tener un sitio al que volver ¿verdad?…
Un beso
Me encanta el cuento, Matilde. He venido a raíz del con curso de Zenda, esto ya es un premio 🙂
Hola Lourdes,
Encantada de saludarte y de darte la bienvenida a esta casa ocupada por las emociones.
Me alegra que te haya gustado el cuento.
¡Feliz Navidad!… y espero poder saludarte de nuevo en otro momento.
Un abrazo
Hola, Matilde, te acabo de descubrir a través de El tintero de oro, quería felicitarte por la historia que también nos has contado. Me ha encantado leerte.
Un saludo.
Hola Ángel,
Bienvenido a la comunidad de El Tintero y muchas gracias por pasarte por esta, también tu casa. Espero poder corresponderte leyendo algo tuyo en breve.
Un abrazo
Que afortunados los que tenemos “ Un pueblo para volver”. Es un regalo de la vida.
Con tu relato, he viajado por unos minutos a ese lugar, he olido ese humeante puchero y he podido sentir, lo que sienten esas familias que lo pierden todo, pero que gracias a su pueblo y a sus gentes, siempre tienen otra oportunidad.
Cierto. Es una suerte poder volver a esos lugares donde recuperamos parte de nuestra infancia.
Un abrazo
Un lujo volver a disfrutar con un relato tuyo, Matilde. Tus personajes son tan auténticos que parece que lleven ellos la iniciativa y se cuenten solos. Tal vez por ello nos sorprendan tanto.
Un abrazo enorme.
Mil gracias, Estrella
A veces pasa eso, que los personajes toman su propia iniciativa y una no es más que una herramienta para su razón de ser.
Siempre agradecida por tu generosidad, amiga
Un abrazo
Un cuento precioso. Un placer leerte. Abrazos
Muchas gracias Nuria
Un placer recibirte
Gracias, Matilde, por participar con este relato en el homenaje a Charles Dickens y Cuento de Navidad. Un abrazo, suerte y Feliz Navidad!
Muchas gracias David
Correspondo a tu abrazo y aprovecho para desearte unas muy felices fiestas.
Saludos
Pues es un estilo realmente atrayente. Un placer descubrirte.
Un abrazo
Muchísimas gracias
Encantada de recibirte y descubrirte también
Un abrazo
¡Hola Matilde! Me ha encantado tu cuento. Se lee muy agradable, los personajes se van volviendo entrañables a medida que vamos acompañándolos y al final los valores de la Navidad emergen con fuerza. Muy bien logrados los personajes, me gustado muchísimo. Saludos.
Hola Ana,
Gracias por sentir el relato y hacerlo tuyo. Me alegra que te haya gustado.
Un abrazo
Siempre es conveniente recordar de dónde se viene y no olvidarlo. El pasado habla y es nuestra carta de presentación.
El regreso tiene esa virtud de ponernos en perspectiva. Nuestro yo actual mirando al pasado para impulsarnos hacia el futuro. Estoy de acuerdo, es nuestra carta de presentación.
Un abrazo
Hola, Matilde. Con tu habitual destreza narrativa la historia fluye con naturalidad a través de unos diálogos ágiles que nos van desgranando la interesante historia de esa familia adaptándose a su nuevo hogar.
Suerte en el Tintero.
Un abrazo
Muchas gracias, Paco
Por pasar y dejar tu comentario
Un abrazo
Todo tu relato respira verdad y naturalidad, Matilde. Nos haces ver las diferentes personalidades de todos los miembros de la familia a través de sus diálogos y acciones; la dureza de regresar al pueblo con el fracaso a la espalda; el volver a empezar de nuevo en el mismo lugar de donde se salió con expectativas… pero finalmente, parece que es “el lugar” de todos ellos, incluida el abuelo revitalizado.
¿Y Qué mejor adorno para una mesa de navidad, que su puchero en el centro, y unas flores recogidas a pesar del frío? Mucho mejor que los encargos on line de Interflora o cualquier otra multinacional floral.
Un cuento de navidad y una lección de vida.
¡Qué bien, pero que bien escribes, Matilde! De matrícula de honor, que lo sepas.
¡Qué bien, pero qué bien transmites confianza, querida Isabel! Y no lo digo solo por mi. Tus comentarios siempre llevan una chispa de energía que, como al abuelo de mi historia, nos revitaliza.
Me salió un relato de estos que viven tantas familias hoy en día. Quise hacerles un homenaje. Algunas, lamentablemente, no tienen pueblo al que volver, no son tan afortunadas como Julián y la Reme, por eso el pequeño tributo, también, a esos lugares que nos permiten recomenzar.
Agradecida por tus palabras, de verdad.
Un abrazo y ¡Feliz Navidad!
Hola, Matilde. Coincido absolutamente con el comentario de Isabel: de matrícula de honor. Qué bien escrito, con qué delicadeza y con cuánta sencillez. Un pueblo y una familia que dibujas con muchísima naturalidad, sin imposturas y en un tono algo melancólico que resulta muy conmovedor. Me ha encantado leerte. Muchísimas felicidades.
Hola Marta,
El trasfondo cruel de la historia me pedía describir la realidad sin muchos «adornos de Navidad». Al final, la Navidad no deja de ser una oportunidad para estar con quienes encienden nuestra alma, aunque solo pueda compartirse un puchero…
Muchas gracias por tu comentario y que sepas que a mi también me encanta leerte…
Un abrazo
Hola buenas noches, que belleza de cuento navideño, mientras te leía, me recordaste que yo una vez
Me fui de mi pueblo natal con tan solo unos 10 u 11 años, y ahora vuelvo a mis orígenes 35 años después, y la verdad , es que es como tu dices que siendo nacidos en mi pueblo, me miran como si fuera una extraña, de mi antiguo barrio ya no queda nada, ya que eran plantas bajas, y ahora lo que hay son muchas urbanizaciones y edificios altos, no tantos como lo de benidorm que es de donde he venido, pero en fin un cuento tierno, simpático y que lo he disfrutado mucho. Te deseo mucha suerte en el tintero de oro, saludos de flor.
Hola Flor,
Si, esta historia se repite más de lo que imaginamos. Con los regresos a veces pensamos que vamos a recuperar al «yo» que dejamos allí, incluso las sensaciones que ese lugar nos transmitía. Al final siempre hay que volver a echar raíces, por mucho que una vez floreciéramos allí.
Espero que hayas conseguido readaptarte.
Un abrazo Flor y gracias por dejar tu comentario.
Preciosas escenas familiares, íntimas, llenas de humor y cariño. Me ha encantado, Matilde.
Un abrazo
Muchas gracias Mirna,
Por pasar y por tus palabras.
Un abrazo
Un cuento precioso del que se deduce que lo más importante ante las desventuras es la unidad familiar, olvidarse de lo que dirán los demás, y no perder nunca las esperanzas por un futuro mejor.
Me ha encantado.
Un saludo.
Gracias Josep
Cierto, familia y esperanza podrían ser dos de los valores más importantes de la Navidad.
Un abrazo
¡Hola, Matilde! Qué bonito escribes. Un relato lleno de naturalidad que nos refleja la importancia de nuestros orígenes y que no debemos renunciar a ellos, por muy humildes que sean y más cuando ellos nos unen a nuestra familia. No importa el lugar sino la compañía. Felicidades. Suerte y un fuerte abrazo.
Hola Mayte,
Muchas gracias por tus palabras.
Un abrazo y felices fiestas
Aunque se use toda la imaginación, lo mejor de las historias es siempre su trasfondo de verdad, y de eso en tu relato hay mucho. Me impresionó que la pandemia aparezca agazapada como para volver a romper sueños, pero que se sienta el amor que ayuda a recomenzar una y otra vez.
Me ha encantado.
Un abrazo navideño.
Hola Juana
Bueno, la palabra pandemia que finiquita el relato es, en este caso, lo que justifica la situación de Julián y la Reme. Tras un fracaso siempre hay un detonante que desencadena la situación límite. Me he agarrado al más frecuente en los tiempos actuales, pero podría ser cualquier otro. Lo desvelé al final precisamente para restar importancia a la causa y poner énfasis en la solución.
Muchísimas gracias por tu comentario.
Correspondo al tuyo con otro cálido abrazo navideño.
Un cuento muy bonito y de añoranza de volver al pueblo y a la casa del padre. Y marcando una futura esperanza. Suerte en el Tintero. Un abrazo.
Muchas gracias Mamen,
Un abrazo
Que frescura de relato. Buenos y verosímiles diálogos. Me encanta el principio. La presentación de personajes mediante detalladas acciones, sin decir que es así o asa, sino describiendo con acciones.
El abuelo agradeció mediante un regalo en forma de local lleno de ilusión, que la familia económicamente fracasada, le devolviera a la vida.
Me ha gustado mucho
Abrazoo
Y suerte
Excelente resumen el que has hecho en la última frase. Ahí estaba el espíritu navideño o, al menos, es lo que pretendí.
Muchas gracias por pasarte y comentar.
Un abrazo
Hola, Matilde. Excelente relato de personajes el que nos presentas. Todos con su voz y sus personalidades tan dispares pero con la cercanía de la familia a la que pertenecen. Y eso lo conseguiste casi a golpe de un diálogo perfecto, natural, como debe ser. Me encantó la disertación de la madre sobre lo que pueden o no hacer en su pueblo a la hora de morirse. Muy de lenguaje de pueblo, como el ambiente navideño y sus peculiaridades.
Me gustó mucho.
Un abrazo y mucha suerte en el tintero!
Hola Pepe,
Sí, lo de «no tener dónde caerse muerto» es como el colmo del pobre, que bastante tiene con su miseria para que encima le digan que no hay lugar para sus restos cuando se muera… Bueno, he jugado un poco con esos «dichos» tan populares y a veces tan ofensivos…
Un placer volver a verte por aquí, Pepe.
Un abrazo y feliz Navidad
Muy realista tu historia. Cada vez me doy cuenta que con mayor razón la familia es el núcleo desde donde partimos todos, y que sin su apoyo no seríamos capaces de llegar muy lejos.
Ha sido un placer leerte.
Muchas gracias Francisco,
Sin duda el calor de la familia es insustituible.
¡Feliz Navidad!
Un abrazo
¡ Hola ! Lo aplicado que es tu cuento por ser por partida doble: Adecuado para el concurso del Tintero pero también para La España Vacía. Amo el ambiente rural que desprende y hacer valer tantas maravillas dispersas por nuestra vieja piel de toro. Esa visión tuya azoriniana posee el encuadre perfecto con el argumento que has seleccionado. ¡¡¡ Pues Al Amor de La Lumbre te deseo Una Navidad Maravillosa!!!
El P o r t o v e n t o l e r o
Hola Juan,
Sea, entonces, un tributo a la España Vacía tan mal correspondida por quienes tanto le debemos. Es curioso lo bien que idealizamos el ambiente rural en la literatura y lo mal que la defendemos después…
Al calor de esa lumbre que tienes encendida yo también te deseo una muy Feliz Navidad.
Un abrazo
Hola, Matilde. Me ha encantado la naturalidad con la que has contado el relato y me ha parecido muy interesante el mensaje que subyace en el despertar del abuelo con el reencuentro a sus orígenes y con regalo añadido para salir adelante. También es un alegato por la despoblación rural. Como siempre en ti con un estilo impecable. Estupendo relato. Un abrazo.
Hola Isan
Muchas gracias por pasar, y por comentar.
Un abrazo
A puchero, ristras de ajos, cebollas, castañas asadas y el calor de la lumbre, vaya aroma que me ha dejado tu relato, Matilde. Cómo suman los diálogos a la gran ambientación de la historia. Esos pueblos de los que antaño se huyó a la ciudad y a los que hoy los afortunados pueden regresar. Unos personajes bien “vivos”, atareados, estoicos ante la fortuna adversa pero irreductibles ante el desánimo, llenos de vitalidad porque cada día es una nueva oportunidad que no hay que desaprovechar. Muy buen cuento de navidad, Matilde. Me ha gustado mucho tu excelente narrativa.
Un abrazo y suerte en el tintero.
Hola Carles,
¡Ayyy! Todos esos aromas que tan bien describes saliendo de la casa de mi abuela… ¡Qué puedo decir! De alguna manera siempre volvemos a nuestros orígenes, aunque solo sea literariamente para recuperar esas sensaciones que guardamos libres de tóxicos en un rincón privilegiado de nuestra memoria. Relatar estas escenas rurales es como volver a mi infancia…
Muchas gracias por tus palabras y un abrazo
Qué cuento navideño más tierno y bonito, Matilde, realista como pocos, alejado de la magia a la que nos hemos entregado la mayoría. Y ese final, con el aviso de una pandemia por entonces sólo conocida en sueños y ficciones es un giro increíble. Creo que no pueden tener nuestros protagonistas mejor lugar para pasar un futuro confinamiento.
Un muy buen trabajo. Felicidades.
Hola Bruno,
Sí, estoy de acuerdo. Es un relato muy realista. Tal vez demasiado para encuadrarse dentro de los típicos cuentos navideños. Como dices, no tiene más magia que la que aportan sus propios protagonistas para salir adelante, y puede que resulte insuficiente para algunos.
La verdad es que me encanta la magia, esa que llevan los típicos cuentos de Navidad. Me encanta. Pero en esta ocasión me salió un texto desnudo de esa chispa, tal vez influenciada por la importancia de la familia, especialmente en estos últimos tiempos en que nos hemos visto obligados a estar separados de ella…
Muchas gracias por tu comentario, Bruno.
Un abrazo
Vivir en un pueblo o volver a un pueblo… y si recuerdo que la pandemia fue un regalo de navidad … pero en fin, muy bien narrado porque pareciera que uno esta alli en medio de tus personajes viendolos hablar y actuar. Felciitaciones
Hola, José,
Muchas gracias por pasar y comentar.
Un abrazo
Hola, Matilde. No se si nos has contado un cuento navideño o has hecho trampa y nos has narrado una historia real. Tu forma de ponernos en antecedentes hace que veamos la escena como si pintaras un cuadro o la retrataras con una cámara. Lo mejor de tu historia para mi es que no tiene que acontecer nada extraordinario para que nos resulte interesante, será porque al ser tan cercana se empatiza fácilmente con ella; ahí es donde se percibe el buen el estilo de tu escritura.
Saludos y suerte. ????
Hola JM,
Bueno, al final, cuando escribimos siempre dejamos parte de nosotros mismos en nuestros textos. Efectivamente tengo un pueblo en el que inspirarme y una casa a la que podría volver, así que no ha sido difícil imaginarme a la Reme y Julián en la tesitura de tener que recomenzar. Ese entorno rural en el que no acontece nada extraordinario me resulta muy familiar y era precisamente lo que trataba de transmitir, que no tiene que haber nada especial alrededor para percibir la Navidad.
Muchas gracias por tu comentario
Un abrazo
Hermoso relato. Los personajes sumamente entrañables y queribles. Aunque me quedó una sensación algo melancólica al final. Me hizo pensar en cómo la pandemia ha marcado un antes y después en las reuniones familiares. Pero de apoco vamos volviendo a la normalidad.
Un saludo y suerte en el Tintero.
Hola, Cynthia:
Muchas gracias por pasar y dejar tu comentario.
Un abrazo
Hola, Matilde.
Me han gustado mucho los personajes , son realistas y , además, están muy bien logrados.
Los diálogos excelentes. La historia la interpreto como una defensa de la vida en los pueblos. Allí donde la pandemia no es mas que una perorata de la radio como dices en tu relato (me han encantado las frases del final) y , los que tenemos un pueblo por ahí perdido al que volver de vez en cuando, todavía podemos vivir alejados del ruido al que estamos sometidos a diario.
Un abrazo y mucha suerte en el concurso.
Hola Pedro,
Los que tenemos pueblo somos muy afortunados, aunque a veces no seamos muy conscientes de ello. La pandemia ha puesto en valor estos lugares rurales donde lo más excepcional es esa tranquilidad impagable.
Un abrazo
Hola Matilde. Una escena familiar, entrañable en estas fechas. La desgracia acecha a la familia, tanto por la enfermedad del abuelo como por la crisis que resquebraja los cimientos del grupo y los obliga a emprender una nueva vida, volviendo a sus raíces en el caso de los mayores y alejándolos del ambiente donde han crecido en el caso de los niños, que tienen que adaptarse a un entorno donde muchas cosas les son ajenas. Al final, no hay mal que por bien no venga y se abren nuevas oportunidades para todos los que deseen aprovecharlas, incluso con la amenaza de la pandemia. Buen relato, mucha suerte en el Tintero. Saludos.
Muchas gracias, Jorge,
Un abrazo
Hola Matilde, siempre es un placer leerte, haces magia con las palabras y has conseguido un relato capaz de emocionar y hacer sentir ese espíritu hogareño que tanta falta hace hoy dia. Me gustan los personajes, la sencillez, el como se remueven los sentimientos de una familia que vuelve a su hogar para salir adelante, a pesar de los más difíciles contratiempos. Un relato que dan ganas de abrazar¡¡¡ jajaja genial me has encantado palabra a palabra. Un gran abrazo, feliz navidad¡¡¡
Hola Mik
Agradecida por tu comentario y por esas emociones que describes te ha despertado. Te deseo unas muy felices fiestas.
Abrazo grande
Un relato muy bonito donde se realzan las relaciones familiares tan propias de estas fechas
Me gustó como narras todas las escenas.
Un abrazo Matilde
Hola, Puri
Muchas gracias por pasar y dejar tu comentario.
Un abrazo y feliz. navidad
La esencia de la navidad está en la familia, en la unión es lo más importante compartir juntos a pesar de las adversidades y en especial en tiempos de pandemia. Abrazos virtuales desde Venezuela.
Hola, Raquel:
Gracias por pasar y dejar tu comentario.
Un abrazo
Un cuento muy bonito Matilde. Refleja lo que es la esencia de la Navidad, escenas faniliares en realtiva armonía.
Muchas gracias, Pedro
Un abrazo
Muchas felicidades por ese bronce, Matilde.
Feliz entrada de año.
Muchas gracias, Bruno
Feliz año también para ti.
Un abrazo
¿Cómo no iba a estar tu cuento, tan bien escrito, en el podio de Tintero? ¡Enhorabuena, Matilde! Espero que este año que ya tenemos en puertas nos traiga relatos estupendos y un saco cargado de salud y creatividad.
Un abrazo, compañera.
Muchas gracias, Isabel
Esperemos que las musas sean magnánimas y acudan a socorrer a estos pobres mortales ansiosos de creatividad.
Salud y que tus proyectos se materialicen.
Un abrazo
Felicidades, Matilde, por tu Tintero de Bronce. Es una alegría para mí poder ser parte del podio con ustedes, compañera. A veces la «realidad» es mágica sin añadirle nada especial y en tu relato ese encanto brota con ese aroma de aldea que sigue aferrado a nuestras entrañas a pesar de los años y la distancia.
Que tengas un buen comienzo de año, hordas de musas para calar de tinta la creatividad y abrazos norteños.
Hola Carles,
Encantada de compartir el podio contigo. Tienes una pluma fina, sensible y transmisora de muchas emociones.
Gracias por los abrazos norteños. Los he recibido ya durante la NocheBuena. Ahora tocan abrazos mediterráneos.
Buenísima entrada de año también para ti. Que el 2022 sea el tránsito por donde acariciar tus sueños.
Un abrazo enorme
Hola, Matilde. Completas un podio de lujo con un relato que se veía ganador. Te felicito y espero que no sea la última felicitación. Un abrazo.
Hola Isan
Agradecida por tu comentario y por tu confianza. Yo también espero seguir disfrutando de tus letras.
Un abrazo y feliz año
Muchas felicidades, Matilde, por tu bronce. Un relato precioso, escrito con mucha delicadeza que merecía ese pódium. Un beso grande y feliz Año Nuevo.
Gracias, Marta
Un privilegio compartir tribuna de ganadores contigo.
Que las hadas nos sonrían en el nuevo año con su explosiva creatividad.
Un abrazo
Enhorabuena por el premio. Bonita forma de acabar el año.
Un abrazo y que el 2022 no te de más que alegrías.
Hola, Ángel:
Pues sí, este tipo de alegrías son de esas de las que habla David en su relato, de las que insuflan aire fresco al espíritu porque hacen cosquillas directamente en la zona donde tenemos alojados los sueños.
Un gran abrazo compañero
Enhorabuena por ese tintero Matilde. Feliz 2022. Un abrazo.
Feliz año también para ti. Buen año y buena salud
Matilde! Felicidades por ese tintero de bronce, un relato genial con un merecido reconocimiento.
Enhorabuena y feliz año!
Gracias, Pepe
Creo que todos los que participamos merecemos un reconocimiento de un modo u otro, no por ganar o por estar más o menos cerca del podio, sino por alimentar con nuestros relatos esa inquietud que ayuda a soñar.
Un fuerte abrazo y feliz año
ENHORABUENA, MATILDE, POR ESE TINTERO DE BRONCE.
UN ABRAZO
FELIZ AÑO
Muchas gracias
Un abrazo
Felicidades Matilde por ese tintero de bronce. Feliz año!
Muchas gracias, Jorge