Ellas
Imagen de Raheel Shakeel en Pixabay
Se ha despertado cuando la madrugada aún era tierna y el sueño respiraba tibio en el vaho de los cristales. Se ha vestido con el arrojo de generaciones antiguas, con la mirada limpia que en sus ojos han depositado miles de madres. Y con la piel enjuagada de esas excusas que a veces se enroscan en la garganta para asfixiarte, ella, todas ellas, han salido un día más repartiendo valor por la calle.
Hay en sus ojos un desafío legañoso, a veces frágil, a veces inquebrantable, una voluntad portentosa para echar fuera de sus cuencas todas las lágrimas cobardes. Y esas mismas pupilas, esculpidas sobre cientos de preguntas y todas sus probabilidades, se dilatan tapando heridas traidoras cuando hay peligro de derrumbarse.
Ha caminado por siglos hostiles, oculta tras argucias indignas para que el anonimato fuera su único traje. Le secuestraron la voz, la despojaron de la cultura porque tanta educación la convertía en una criatura ingobernable. Pero ella ha doblegado ese destino clandestino y ha reciclado la censura y la admonición en creativas obras de arte.
Se ha sentido libre de esa belleza fugaz que se suicida con la edad y en cada arruga deja un interrogante. Se ha pintado los pómulos de intuición y de intención los propósitos que encienden la piel del fuego donde resulta fácil parar y calentarse. En los labios la determinación, desbordadas las manos de ilusión, se ha llenado de esa belleza etérea de vocación inexplicable.
Y un día más, con las sombras que el ocaso vierte sobre los árboles, ella, como muchas otras antes, como todas las que llegarán más tarde, mira hacia dentro y hace de sí misma su verdad más venerable. Se yergue sobre ese espíritu tierno, de sensibilidad irrenunciable, y exhibe su conciencia de mujer excepcional que reta sin miedo al mundo, porque a ella, a nosotras, no hay quien nos pare.
«No podemos dejar que las percepciones limitadas de los demás terminen definiéndonos»
Virginia SATIR
Imagen de Raheel Shakeel en Pixabay
Se ha despertado cuando la madrugada aún era tierna y el sueño respiraba tibio en el vaho de los cristales. Se ha vestido con el arrojo de generaciones antiguas, con la mirada limpia que en sus ojos han depositado miles de madres. Y con la piel enjuagada de esas excusas que a veces se enroscan en la garganta para asfixiarte, ella, todas ellas, han salido un día más repartiendo valor por la calle.
Hay en sus ojos un desafío legañoso, a veces frágil, a veces inquebrantable, una voluntad portentosa para echar fuera de sus cuencas todas las lágrimas cobardes. Y esas mismas pupilas, esculpidas sobre cientos de preguntas y todas sus probabilidades, se dilatan tapando heridas traidoras cuando hay peligro de derrumbarse.
Ha caminado por siglos hostiles, oculta tras argucias indignas para que el anonimato fuera su único traje. Le secuestraron la voz, la despojaron de la cultura porque tanta educación la convertía en una criatura ingobernable. Pero ella ha doblegado ese destino clandestino y ha reciclado la censura y la admonición en creativas obras de arte.
Se ha sentido libre de esa belleza fugaz que se suicida con la edad y en cada arruga deja un interrogante. Se ha pintado los pómulos de intuición y de intención los propósitos que encienden la piel del fuego donde resulta fácil parar y calentarse. En los labios la determinación, desbordadas las manos de ilusión, se ha llenado de esa belleza etérea de vocación inexplicable.
Y un día más, con las sombras que el ocaso vierte sobre los árboles, ella, como muchas otras antes, como todas las que llegarán más tarde, mira hacia dentro y hace de sí misma su verdad más venerable. Se yergue sobre ese espíritu tierno, de sensibilidad irrenunciable, y exhibe su conciencia de mujer excepcional que reta sin miedo al mundo, porque a ella, a nosotras, no hay quien nos pare.
«No podemos dejar que las percepciones limitadas de los demás terminen definiéndonos»
Virginia SATIR
Precioso texto, Matilde. Reivindicativo y a la vez poético y muy evocador.
Muchísimas gracias Marta. He llegado unos días tarde (al día de la mujer, me refiero), pero estas «reivindicaciones» como bien dices, son atemporales.
Un placer verte por aquí
Precioso relato con tintes poéticos que acompaña estas fechas donde las mujeres salen a las calles para llamar la atención sobre cuestiones que ya deberían estar más que establecidas. Increíble la belleza que transmites con tus palabras.
Muchas gracias, Ana
Vamos avanzando, pero no hay que bajar la guardia porque últimamente llegan vientos trasnochados azuzados por nostálgicos del pasado….
Hay que ir con ojo.
Un abrazo
Unas palabras sentidas y emocionadas, Matilde. Nunca hay que bajar la guardia contra cualquier intento de silenciar a nadie por cuestiones, como en este caso el género. Un abrazo!
Gracias, David
Un abrazo