En tus zapatos
Imagen de Myriam Zilles en Pixabay
Esta noche he soñado con todo lo que no me has contado, con esos silencios de goma que moldeas en el aire como nubes de barro. Si hacen huelga las palabras los liberas de sus trincheras y, si la lengua está suelta, los acomodas hábilmente en tus manos. En los trazos que dejas he buscado las respuestas y con la mañana en mi ventana, me he metido en tus zapatos.
He recorrido a paso lento los paisajes donde nacen tus preguntas y los mares florecidos con barquitos de ilusiones que has abandonado. Se sorprenden mis pies de tanta zarza en el camino y de cómo sorteas sus arañazos, pero también de lugares secretos desde donde clarean amaneceres de sueños que acunas con indulgencia en tu regazo.
Con tus ojos he visto crepúsculos insatisfechos, lunas lloronas y trenes que pasaban de largo y he saboreado en esas lágrimas tuyas, una pena que mi propio dolor había cegado. Se han dilatado las pupilas para adaptarse a unas emociones que mi piel había pasado por alto y reconozco que inquietudes que no te comprendía, ahora son un cielo despejado.
De paseo por el tímpano he descubierto palabras de mi boca atrapadas en un calabozo amargo, ofensas que merodean por tu memoria y que, en tus oídos, yo también he censurado. Escucho tu voz sin matices, sin esos filtros que a veces envían mensajes edulcorados, y me sorprende lo bien que negocias con tus demonios que, a pesar de ser tan hábiles, cuentan sus hazañas por fracasos.
De un triple salto mortal en tu corazón me he presentado. Oigo la euforia, el empeño y la rebeldía de un tic tac que suena fuerte a través de sedimentos de heridas y daños. Me conmueve lo que sientes, oculto entre sus pliegues, de intrusos y entrometidos a salvo. Un océano de verdades no dichas que, ansiosa, me bebo como un bálsamo.
Me he vestido con tu alma y en su luz diáfana he dormido un rato. Me has llevado por tu vida, por páginas prohibidas, relatos inacabados, anécdotas fortuitas y capítulos en blanco. He penetrado hasta lo más oscuro de la incertidumbre del ser humano, he asaltado murallas de sombras, columpios de risas, cuentos chinos y refugios dorados.
Ahora entiendo tus silencios. Entonces, he despertado…
«Cualquiera puede mirarte. Pero muy pocas veces encuentras a alguien que ve el mismo mundo que estás viendo tú”
John GREEN
Imagen de Myriam Zilles en Pixabay
Esta noche he soñado con todo lo que no me has contado, con esos silencios de goma que moldeas en el aire como nubes de barro. Si hacen huelga las palabras los liberas de sus trincheras y, si la lengua está suelta, los acomodas hábilmente en tus manos. En los trazos que dejas he buscado las respuestas y con la mañana en mi ventana, me he metido en tus zapatos.
He recorrido a paso lento los paisajes donde nacen tus preguntas y los mares florecidos con barquitos de ilusiones que has abandonado. Se sorprenden mis pies de tanta zarza en el camino y de cómo sorteas sus arañazos, pero también de lugares secretos desde donde clarean amaneceres de sueños que acunas con indulgencia en tu regazo.
Con tus ojos he visto crepúsculos insatisfechos, lunas lloronas y trenes que pasaban de largo y he saboreado en esas lágrimas tuyas, una pena que mi propio dolor había cegado. Se han dilatado las pupilas para adaptarse a unas emociones que mi piel había pasado por alto y reconozco que inquietudes que no te comprendía, ahora son un cielo despejado.
De paseo por el tímpano he descubierto palabras de mi boca atrapadas en un calabozo amargo, ofensas que merodean por tu memoria y que, en tus oídos, yo también he censurado. Escucho tu voz sin matices, sin esos filtros que a veces envían mensajes edulcorados, y me sorprende lo bien que negocias con tus demonios que, a pesar de ser tan hábiles, cuentan sus hazañas por fracasos.
De un triple salto mortal en tu corazón me he presentado. Oigo la euforia, el empeño y la rebeldía de un tic tac que suena fuerte a través de sedimentos de heridas y daños. Me conmueve lo que sientes, oculto entre sus pliegues, de intrusos y entrometidos a salvo. Un océano de verdades no dichas que, ansiosa, me bebo como un bálsamo.
Me he vestido con tu alma y en su luz diáfana he dormido un rato. Me has llevado por tu vida, por páginas prohibidas, relatos inacabados, anécdotas fortuitas y capítulos en blanco. He penetrado hasta lo más oscuro de la incertidumbre del ser humano, he asaltado murallas de sombras, columpios de risas, cuentos chinos y refugios dorados.
Ahora entiendo tus silencios. Entonces, he despertado…
«Cualquiera puede mirarte. Pero muy pocas veces encuentras a alguien que ve el mismo mundo que estás viendo tú”
John GREEN
La empatía es algo muy valioso y que muchas veces escasea.
Me encanta como te calzas esos zapatos.
Yo a menudo lo hago, y aunque a veces aprieten un poco, luego siempre ceden.
Sí, a veces aprietan y hacen callo. Otras ni te enteras, y en ocasiones resultan extraños por mucho que te los pongas…. En fin, supongo que la cuestión es intentarlo.
Jo, Matilde. Este texto me ha llegado. Como casi todos los hombres, suelo hablar mucho sobre lo trivial, pero casi nunca sobre lo que siento. Suelo contener esos demonios que mencionas bien encerrados. Ello a veces se confunde con frialdad o pasotismo, cuando en el fondo es quizá cobardía. Magnífico texto. Un abrazo!!
Qué gratificante resulta la escritura cuando despierta sentimientos tan diferentes en las personas. Tú has sentido que han calzado tus zapatos, otros que se han puesto los de los demás… Con vuestros comentarios me hacéis sentir que vale la pena seguir sondeando las emociones, esas que nos transportan por lugares maravillosos. Gracias por tu aportación David. Un abrazo
Muy hermoso
Gracias
Qué compleja es la mente. Y qué difícil salir de ese ego y ponerte en el lugar del otro. Cuando se consigue suele ser muy gratificante
Como siempre nos preparas el camino para hacernos reflexionar.
Gracias
Cierto. El ego a veces nos ciega. Un abrazo