La delicadeza

por | Dic 5, 2023 | Blog | 0 Comentarios

La delicadeza

Historia de sentimientos, de deleite sensorial sobre una narrativa profundamente elegante. “La Delicadeza”, David Foenkinos (Seix Barral) nos trae esas cosas del alma: un amor que nace, un destino maldito que lo malogra, la amargura, la resiliencia, y la magia de la vida con el renacer. Nathalie es la protagonista enamorada que pierde al marido y quien nos mostrará su evolución desde el duelo a la reconquista de la esperanza.

Muy astuto el autor dejando en el cuerpo de la trama la definición de “Delicadeza” según el diccionario Larousse:

Delicado, a- (del lat. Delicatus)

Muy fino; exquisito; refinado. (Un rostro de rasgos delicados. Un perfume delicado)

Que manifiesta fragilidad (Salud delicada)

Difícil de manejar; escabroso. (Situación, maniobra delicada)

Que manifiesta gran tacto o sensibilidad. (Un hombre delicado. Una atención delicada)

Difícil de contentar (peyorativo)

Y digo muy astuto porque de forma inteligente recorremos el significado de todas estas acepciones, todas, durante la novela. Foenkinos se recrea en una delicadeza visual, casi tangible para el lector a quien le va estallando en la cara la versión frágil de la palabra, la escabrosa, la peyorativa, la refinada, la tierna o la solo considerada.

Y muy acertados, en mi opinión, los incisos argumentales. Esa forma de interrumpir el relato con capítulos breves que nos aclaran aspectos a veces importantes, otras veces irrelevantes de la trama pero que llena de matices la narración.

Me ha gustado cómo brotan las casualidades en la novela, variopintas y a veces inverosímiles, pero que funcionan como una buena salsa en la que aderezar la historia. Me han gustado las múltiples referencias culturales: a los Beatles, a Woody Allen, a Cortázar…, y en general me ha gustado más la primera que la segunda parte del libro.

Pero hay un aspecto que predomina por encima de todo en esta obra, y cuya ejecución me ha parecido prodigiosa: su sencillez. Una sencillez instintiva, bella y a veces incluso insultante de puro natural. Por ejemplo, la imagen con la que Foenkinos nos describe lo que supone la muerte a través de un libro en dos mitades: la que Nathalie leyó mientras su marido vivía y la que quedaría para siempre del lado de su muerte. Una hermosísima metáfora del antes y el después. O decir de alguien: “Tan discreto como un punto y coma en una novela de ochocientas páginas”. Delicioso.

Y luego el final. No te lo voy a contar, no me perdonaría semejante atropello, pero sí te diré que es un cierre inconmensurablemente bello. Inocente. Tierno. Y sublime.

La delicadeza

Historia de sentimientos, de deleite sensorial sobre una narrativa profundamente elegante. “La Delicadeza”, David Foenkinos (Seix Barral) nos trae esas cosas del alma: un amor que nace, un destino maldito que lo malogra, la amargura, la resiliencia, y la magia de la vida con el renacer. Nathalie es la protagonista enamorada que pierde al marido y quien nos mostrará su evolución desde el duelo a la reconquista de la esperanza.

Muy astuto el autor dejando en el cuerpo de la trama la definición de “Delicadeza” según el diccionario Larousse:

Delicado, a- (del lat. Delicatus)

Muy fino; exquisito; refinado. (Un rostro de rasgos delicados. Un perfume delicado)

Que manifiesta fragilidad (Salud delicada)

Difícil de manejar; escabroso. (Situación, maniobra delicada)

Que manifiesta gran tacto o sensibilidad. (Un hombre delicado. Una atención delicada)

Difícil de contentar (peyorativo)

Y digo muy astuto porque de forma inteligente recorremos el significado de todas estas acepciones, todas, durante la novela. Foenkinos se recrea en una delicadeza visual, casi tangible para el lector a quien le va estallando en la cara la versión frágil de la palabra, la escabrosa, la peyorativa, la refinada, la tierna o la solo considerada.

Y muy acertados, en mi opinión, los incisos argumentales. Esa forma de interrumpir el relato con capítulos breves que nos aclaran aspectos a veces importantes, otras veces irrelevantes de la trama pero que llena de matices la narración.

Me ha gustado cómo brotan las casualidades en la novela, variopintas y a veces inverosímiles, pero que funcionan como una buena salsa en la que aderezar la historia. Me han gustado las múltiples referencias culturales: a los Beatles, a Woody Allen, a Cortázar…, y en general me ha gustado más la primera que la segunda parte del libro.

Pero hay un aspecto que predomina por encima de todo en esta obra, y cuya ejecución me ha parecido prodigiosa: su sencillez. Una sencillez instintiva, bella y a veces incluso insultante de puro natural. Por ejemplo, la imagen con la que Foenkinos nos describe lo que supone la muerte a través de un libro en dos mitades: la que Nathalie leyó mientras su marido vivía y la que quedaría para siempre del lado de su muerte. Una hermosísima metáfora del antes y el después. O decir de alguien: “Tan discreto como un punto y coma en una novela de ochocientas páginas”. Delicioso.

Y luego el final. No te lo voy a contar, no me perdonaría semejante atropello, pero sí te diré que es un cierre inconmensurablemente bello. Inocente. Tierno. Y sublime.

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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