La ilusión de la Librería Lello

por | Ago 15, 2023 | Blog | 6 Comentarios

Librería Lello

Pues no. No entré. Hice un amago de autosabotaje, pero finalmente la cordura, que en algún sitio me queda algo, se impuso y… no entré.

Hablo de la librería Lello, de Oporto (Portugal) donde recientemente estuve. Considerada una de las más bonitas del mundo ha sido invadida en los últimos años por hordas de turistas (yo incluida, faltaría más), que han convertido su visita en un desafío, especialmente si vas a estar en la ciudad apenas cuarenta y ocho horas.

Algún iluminado bien documentado sugirió un día que en este templo de la lectura se inspiró la británica J.K. Rowling para escribir su Harry Potter, y desde entonces tienes que encomendarte a santa paciencia y hacer una cola de entre dos y cuatro horas, dependiendo a la hora que vayas, para acceder.

Si esto te parece insuficiente para disuadirte espera que hay más. Te van a pedir 5 € por entrar, (sí, has leído bien, 5€ por entrar en una librería) que dicen luego te descuentan del libro que compres (si lo compras) pero lo que más me friccionó los ovarios fue que una vez dentro mejor no te emociones, porque en treinta minutos se acabó la fiesta. Que no sé yo si te ponen un guardia en los talones para medir el tiempo de la visita o cómo controlan nuestro ansiado viaje entre las páginas de sus libros. Total, que todo al revés, esperar para entrar y limitaciones para disfrutar. Un intercambio de conceptos en toda regla.

Si te preguntas si no hay alguna puerta trasera por la que colarse también tengo respuesta. Sí. Unas ofertas de lo más curiosas. Por algo más de veinte euros tienes un pase prioritario junto con un libro “de regalo” de la colección de Romeo y Julieta. ¡Viva la inspiración de la mercadotecnia!

Tuve la curiosidad de preguntar a una chica que salía tras su visita: “la librería es preciosa —me dijo—, pero está tan masificada que no estás a gusto”. Estas fueron sus palabras. Así que contuve mis ansias, medí mi necesidad y me dije: a lo mejor puedo escaparme un día de febrero, a ser posible tormentoso y de esos en los que caen chuzos de punta, para disfrutar de esta maravillosa librería. Me desinflé.

De Harry Potter, nada de nada

¿Sabes lo más gracioso del asunto? Que J.K Rowling no se inspiró en la librería Lello para su Harry Potter. Ni sus escaleras de color escarlata, ni las estanterías de audaz diseño fueron la chispa que llevó a la autora británica a crear ese maravilloso mundo de fantasía. Ella misma lo confesó: “Nunca visité esta librería en Oporto. ¡Ni siquiera sabía de su existencia! Es preciosa y me gustaría haberla visitado, ¡pero no tiene nada que ver con Hogwarts!” (La Vanguardia, 22-05-2020).

Pero, amigo mío, cuando la ficción supera a la realidad con tantos ceros de rendimiento a la derecha, ¿para qué desmentirla?

La librería Lello es uno de los reclamos turísticos más importantes de cualquier portal turístico que consultes de Oporto. Incluso webs oficiales alimentan el “rumor” de que allí se inspiró J. K. Rowling porque hay que dejar que la gallina siga poniendo relucientes huevos de oro.

Tiene una base este rumor. Resulta que Rowling vivió en Oporto durante cerca de dos años, a principios de los 90, cuando trabajaba dando clases de inglés. Se casó con un portugués y, tras divorciarse, se marchó. ¿Cómo ha podido vivir en Oporto y no visitar la Librería Lello?, se ofenden los porteños. Pues ya ves… Los escritores y sus manías… Hasta aquí la realidad, todo lo demás es una edulcorada fantasía de intereses mercantiles. Fin.

Pero el cuento ya ha cuajado y la fábula es de lo más apetecible, de modo que un flujo imparable de turistas (5000, calculan en temporada alta) llega a diario a las puertas de la librería a ver el supuesto mundo del niño mago. La librería estima que el 55 % de los visitantes son lectores, el resto son pottermaníacos. De hecho, familias enteras con niños muy pequeños aguantan como jabatos horas de sol alentados por esa ilusión. Una ilusión legítima, por supuesto, pero que ha convertido en un fenómeno vulgar lo que debería ser una experiencia extraordinaria.

Así que no. No entré. Cogí mis ganas por el cuello, me mordí la lengua y me fui a Vilanova de Gaia (al otro lado del río), me subí al teleférico para llenarme de unas vistas increíbles sobre Oporto; crucé a pata el famoso puente Don Luis, paseé por la Ribeira y curé mi frustración con un exquisito bacalao a la lagareira regado con un fresquito vino blanco del Duero.

Obrigada, Portugal.

 

Librería Lello

Pues no. No entré. Hice un amago de autosabotaje, pero finalmente la cordura, que en algún sitio me queda algo, se impuso y… no entré.

Hablo de la librería Lello, de Oporto (Portugal) donde recientemente estuve. Considerada una de las más bonitas del mundo ha sido invadida en los últimos años por hordas de turistas (yo incluida, faltaría más), que han convertido su visita en un desafío, especialmente si vas a estar en la ciudad apenas cuarenta y ocho horas.

Algún iluminado bien documentado sugirió un día que en este templo de la lectura se inspiró la británica J.K. Rowling para escribir su Harry Potter, y desde entonces tienes que encomendarte a santa paciencia y hacer una cola de entre dos y cuatro horas, dependiendo a la hora que vayas, para acceder.

Si esto te parece insuficiente para disuadirte espera que hay más. Te van a pedir 5 € por entrar, (sí, has leído bien, 5€ por entrar en una librería) que dicen luego te descuentan del libro que compres (si lo compras) pero lo que más me friccionó los ovarios fue que una vez dentro mejor no te emociones, porque en treinta minutos se acabó la fiesta. Que no sé yo si te ponen un guardia en los talones para medir el tiempo de la visita o cómo controlan nuestro ansiado viaje entre las páginas de sus libros. Total, que todo al revés, esperar para entrar y limitaciones para disfrutar. Un intercambio de conceptos en toda regla.

Si te preguntas si no hay alguna puerta trasera por la que colarse también tengo respuesta. Sí. Unas ofertas de lo más curiosas. Por algo más de veinte euros tienes un pase prioritario junto con un libro “de regalo” de la colección de Romeo y Julieta. ¡Viva la inspiración de la mercadotecnia!

Tuve la curiosidad de preguntar a una chica que salía tras su visita: “la librería es preciosa —me dijo—, pero está tan masificada que no estás a gusto”. Estas fueron sus palabras. Así que contuve mis ansias, medí mi necesidad y me dije: a lo mejor puedo escaparme un día de febrero, a ser posible tormentoso y de esos en los que caen chuzos de punta, para disfrutar de esta maravillosa librería. Me desinflé.

De Harry Potter, nada de nada

¿Sabes lo más gracioso del asunto? Que J.K Rowling no se inspiró en la librería Lello para su Harry Potter. Ni sus escaleras de color escarlata, ni las estanterías de audaz diseño fueron la chispa que llevó a la autora británica a crear ese maravilloso mundo de fantasía. Ella misma lo confesó: “Nunca visité esta librería en Oporto. ¡Ni siquiera sabía de su existencia! Es preciosa y me gustaría haberla visitado, ¡pero no tiene nada que ver con Hogwarts!” (La Vanguardia, 22-05-2020).

Pero, amigo mío, cuando la ficción supera a la realidad con tantos ceros de rendimiento a la derecha, ¿para qué desmentirla?

La librería Lello es uno de los reclamos turísticos más importantes de cualquier portal turístico que consultes de Oporto. Incluso webs oficiales alimentan el “rumor” de que allí se inspiró J. K. Rowling porque hay que dejar que la gallina siga poniendo relucientes huevos de oro.

Tiene una base este rumor. Resulta que Rowling vivió en Oporto durante cerca de dos años, a principios de los 90, cuando trabajaba dando clases de inglés. Se casó con un portugués y, tras divorciarse, se marchó. ¿Cómo ha podido vivir en Oporto y no visitar la Librería Lello?, se ofenden los porteños. Pues ya ves… Los escritores y sus manías… Hasta aquí la realidad, todo lo demás es una edulcorada fantasía de intereses mercantiles. Fin.

Pero el cuento ya ha cuajado y la fábula es de lo más apetecible, de modo que un flujo imparable de turistas (5000, calculan en temporada alta) llega a diario a las puertas de la librería a ver el supuesto mundo del niño mago. La librería estima que el 55 % de los visitantes son lectores, el resto son pottermaníacos. De hecho, familias enteras con niños muy pequeños aguantan como jabatos horas de sol alentados por esa ilusión. Una ilusión legítima, por supuesto, pero que ha convertido en un fenómeno vulgar lo que debería ser una experiencia extraordinaria.

Así que no. No entré. Cogí mis ganas por el cuello, me mordí la lengua y me fui a Vilanova de Gaia (al otro lado del río), me subí al teleférico para llenarme de unas vistas increíbles sobre Oporto; crucé a pata el famoso puente Don Luis, paseé por la Ribeira y curé mi frustración con un exquisito bacalao a la lagareira regado con un fresquito vino blanco del Duero.

Obrigada, Portugal.

 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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