La última función de Landero
Qué es la vida?
Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Con la cita de Calderón de la Barca salpicándonos los ojos viajamos por La última función, una novela que juega con los límites de la realidad, con los cantos de sirena de la ficción para construir, al fin y al cabo, una fantasía ilusionante del gran teatro de la vida.
Tenemos un pueblo, San Albín, «abandonado de Dios y de los hombres»; sus habitantes, que muchas veces hacen de narradores, y dos protagonistas principales: Tito (vecino del pueblo que regresa) y Paula (de cualquier otro lugar) cuyas vidas son dibujadas en tiempos paralelos e independientes hasta que, inevitablemente, convergen. El fuego que arde en el centro de la historia es la gran obra de teatro que Tito prepara para revitalizar el pueblo.
Luis Landero deshilvana la historia con una pulcrísima y afinada prosa, en mi opinión más plana cuando deambula de un protagonista a otro, a tono con el relato de unas vidas “desvividas”, rutinarias y sin lustre, y mucho más dinámica y vivaz cuando por fin confluyen los personajes.
El autor extremeño nos hace transitar inteligentemente por una neblina espesa que poco a poco, como si fuera el telón de un escenario, se va abriendo para descubrirnos la magia de los sueños en una humeante taza de café. ¡Mira! ¿Ves? Ahí está el pálpito vital del que estabas huyendo, tuya es la decisión de darle un sorbo. Puede que te sepa a poco o que te quemes, pero ese sabor no lo olvidarás en la vida.
Es en este último acto es cuando el Premio Nacional de las Letras 2022, sin alardear de maestría, pero dejando su talento en el precipicio de cada línea, nos descubre el precioso alegato de la novela en torno a la heroicidad del fracaso y la belleza de la derrota.
Qué es la vida?
Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.
Con la cita de Calderón de la Barca salpicándonos los ojos viajamos por La última función, una novela que juega con los límites de la realidad, con los cantos de sirena de la ficción para construir, al fin y al cabo, una fantasía ilusionante del gran teatro de la vida.
Tenemos un pueblo, San Albín, «abandonado de Dios y de los hombres»; sus habitantes, que muchas veces hacen de narradores, y dos protagonistas principales: Tito (vecino del pueblo que regresa) y Paula (de cualquier otro lugar) cuyas vidas son dibujadas en tiempos paralelos e independientes hasta que, inevitablemente, convergen. El fuego que arde en el centro de la historia es la gran obra de teatro que Tito prepara para revitalizar el pueblo.
Luis Landero deshilvana la historia con una pulcrísima y afinada prosa, en mi opinión más plana cuando deambula de un protagonista a otro, a tono con el relato de unas vidas “desvividas”, rutinarias y sin lustre, y mucho más dinámica y vivaz cuando por fin confluyen los personajes.
El autor extremeño nos hace transitar inteligentemente por una neblina espesa que poco a poco, como si fuera el telón de un escenario, se va abriendo para descubrirnos la magia de los sueños en una humeante taza de café. ¡Mira! ¿Ves? Ahí está el pálpito vital del que estabas huyendo, tuya es la decisión de darle un sorbo. Puede que te sepa a poco o que te quemes, pero ese sabor no lo olvidarás en la vida.
Es en este último acto es cuando el Premio Nacional de las Letras 2022, sin alardear de maestría, pero dejando su talento en el precipicio de cada línea, nos descubre el precioso alegato de la novela en torno a la heroicidad del fracaso y la belleza de la derrota.
«La magia de los sueños en una humeante taza de café», qué bonito lo has descrito, Matilde. He leído hace poco la novela y es una historia que atrapa por la forma de contar y esa belleza de la derrota tan presente todo el tiempo. Tiene una estructura muy original y mantiene muy bien ese límite entre la fantasía y la realidad. Quizá no es la mejor novela de Landero (yo me quedo siempre con El balcón en invierno) pero vale mucho la pena. Estupenda tu reseña.
La belleza de la derrota es algo que me parece muy complejo de transmitir y hacer entender. Landero lo hace como un maestro. Tengo que conocer mejor a este autor así que me anoto el título que mencionas para una próxima vez.
Gracias por pasarte, Marta