Las Gratitudes, cita con las palabras y el silencio
Sólo a mí se me ocurre mitigar la pereza de un madrugonazo sabatino a golpe de zafarrancho de combate en la cocina. Suerte que decidí acompañar tan infecunda tarea escuchando Las gratitudes, de Delphine De Vigan (Anagrama).
¡Por Dios! Si nunca has escuchado un audiolibro y no sabes por cuál empezar, este es tu título. Si tienes tus reservas con este formato, hazme caso, escucha Las Gratitudes. Jamás la limpieza de una cocina resultó tan intensa, conmovedora, cómica, profunda y reconfortante.
Las Gratitudes es una preciosa novela de esas francas. Sin subterfugios. Casi austera podría decir, y tal vez por eso suena tan sentida. Tan auténtica. Hablar del agradecimiento se me antoja incierto y arriesgado. Como cuando te asomas a la boca de un pozo y te retiras sin llegar a ver el fondo. Desafiante. Hasta sospechoso.
Gracias por la sal. Gracias por venir. Gracias a ti. Mil gracias… Hay agradecimientos autómatas que mueren huecos, conscientes de su irrelevancia.
Luego está el agradecimiento generoso. El necesario. El vital. Ese que nace única y exclusivamente para ser depositado sobre quien lo hizo brotar y que si no se manifiesta se pudre dentro, porque su único propósito es florecer en el regazo de su destinatario.
De eso va esta novela escrita con prodigioso talento. De Vigan alumbra directamente al fondo de ese foso para que el misterio surja por sí mismo, sin necesidad de fuegos artificiales y con un estilo sencillo, plácido y lleno de verdad. Claro ejemplo de cómo una novela no necesita girar mil veces, ni siquiera una, para ser magnífica.
Tres personajes construyen la historia, que gira alrededor de la anciana Michka, absolutamente entrañable; de Marie, la joven que la acompaña y la quiere, y Jérôme, el logopeda de la residencia donde se encuentra la protagonista. Estos dos últimos son también los narradores de la novela.
¿Y por qué suena tan especial todo?
Pues porque desde el inicio Michka nos atrapa con su candor y su afasia, esa enfermedad que impide una pronunciación precisa y que hace que el personaje nos envuelva en una retórica cálida y entrañablemente cómica. Tanto es así que la propia Michka en un momento dado le reclama a Marie que no se ría de ella, justo cuando estaba yo partiéndome el pecho bayeta en mano.
En el centro, el deseo de Michka de encontrar al matrimonio que, durante los años de la ocupación alemana, la salvó de morir en un campo de exterminio acogiéndola y ocultándola en su casa. Nunca les dio las gracias y necesita expresar esa gratitud antes de morir.
Y ya está. No te destripo más cosas porque vale la pena que descubras tú solito la verdad que exhibe cada línea de este libro, los matices que nos desvelan sus personajes. Historia sencilla con una trama profunda desarrollada de modo magistral en términos de penetración, de calar, de atravesar la piel hasta quemar.
Tres horas duró la narración. Suficientes para mi operación limpieza. Mis disculpas por rebajar una obra tan sublime a algo tan prosaico, pero posiblemente el extraño binomio producido aquel sábado haga que no me olvide jamás de esta novela.
Debo hacer un reconocimiento expreso y merecido a los narradores del audiolibro, Aleix Peña @aleixpm12 y Lara Casals, @laracasal.doblaje por su magistral interpretación. Las Gratitudes, con ellos, ha sido una experiencia realmente mágica.
¡Gracias!
Sólo a mí se me ocurre mitigar la pereza de un madrugonazo sabatino a golpe de zafarrancho de combate en la cocina. Suerte que decidí acompañar tan infecunda tarea escuchando Las gratitudes, de Delphine De Vigan (Anagrama).
¡Por Dios! Si nunca has escuchado un audiolibro y no sabes por cuál empezar, este es tu título. Si tienes tus reservas con este formato, hazme caso, escucha Las Gratitudes. Jamás la limpieza de una cocina resultó tan intensa, conmovedora, cómica, profunda y reconfortante.
Las Gratitudes es una preciosa novela de esas francas. Sin subterfugios. Casi austera podría decir, y tal vez por eso suena tan sentida. Tan auténtica. Hablar del agradecimiento se me antoja incierto y arriesgado. Como cuando te asomas a la boca de un pozo y te retiras sin llegar a ver el fondo. Desafiante. Hasta sospechoso.
Gracias por la sal. Gracias por venir. Gracias a ti. Mil gracias… Hay agradecimientos autómatas que mueren huecos, conscientes de su irrelevancia.
Luego está el agradecimiento generoso. El necesario. El vital. Ese que nace única y exclusivamente para ser depositado sobre quien lo hizo brotar y que si no se manifiesta se pudre dentro, porque su único propósito es florecer en el regazo de su destinatario.
De eso va esta novela escrita con prodigioso talento. De Vigan alumbra directamente al fondo de ese foso para que el misterio surja por sí mismo, sin necesidad de fuegos artificiales y con un estilo sencillo, plácido y lleno de verdad. Claro ejemplo de cómo una novela no necesita girar mil veces, ni siquiera una, para ser magnífica.
Tres personajes construyen la historia, que gira alrededor de la anciana Michka, absolutamente entrañable; de Marie, la joven que la acompaña y la quiere, y Jérôme, el logopeda de la residencia donde se encuentra la protagonista. Estos dos últimos son también los narradores de la novela.
¿Y por qué suena tan especial todo?
Pues porque desde el inicio Michka nos atrapa con su candor y su afasia, esa enfermedad que impide una pronunciación precisa y que hace que el personaje nos envuelva en una retórica cálida y entrañablemente cómica. Tanto es así que la propia Michka en un momento dado le reclama a Marie que no se ría de ella, justo cuando estaba yo partiéndome el pecho bayeta en mano.
En el centro, el deseo de Michka de encontrar al matrimonio que, durante los años de la ocupación alemana, la salvó de morir en un campo de exterminio acogiéndola y ocultándola en su casa. Nunca les dio las gracias y necesita expresar esa gratitud antes de morir.
Y ya está. No te destripo más cosas porque vale la pena que descubras tú solito la verdad que exhibe cada línea de este libro, los matices que nos desvelan sus personajes. Historia sencilla con una trama profunda desarrollada de modo magistral en términos de penetración, de calar, de atravesar la piel hasta quemar.
Tres horas duró la narración. Suficientes para mi operación limpieza. Mis disculpas por rebajar una obra tan sublime a algo tan prosaico, pero posiblemente el extraño binomio producido aquel sábado haga que no me olvide jamás de esta novela.
Debo hacer un reconocimiento expreso y merecido a los narradores del audiolibro, Aleix Peña @aleixpm12 y Lara Casals, @laracasal.doblaje por su magistral interpretación. Las Gratitudes, con ellos, ha sido una experiencia realmente mágica.
¡Gracias!
Tuvo que ser relajante.. Buen post. Un abrazo
Hola Nuria
Tuvo un extraño efecto entre estimulante y apaciguador, esa clase de textos que te hace respirar profundo para terminar exhalando un tranquilizador suspiro.
Gracias por tu visita, compañera.
Un abrazo
Tenía ganas de leerte algo, querida Matilde, y yo, a estas horas de la madrugada 3.40, me has hecho vivir tu alegría al escuchar el libro mientras limpiabas la cocina, y no dudo, que fue gratificante ese momento. La sinopsis que has hecho ha valido la pena de estar aquí. Coincido, en que, no hace falta escribir «raro» o intentando que una obra (la que sea) tenga que quedar perfecta, vale, el realizarla con sencillez, honestidad, amor, y esa verdad o imaginación que solo uno conoce. Está claro que la candor atrapa y llega a los sentidos más dormidos. Me encantó también, esos párrafos que añades sobre la gratitud.
Gracias, por el acercamiento en tus palabras hacia este libro, su protagonista…
Un abrazo enorme.
Querida Mila
Qué alegría leerte. Ya me comentaste una vez que tenías un alma parecida a la mía, con tendencia a inquietarse por la noche y desvelar sus pensamientos por ahí a altas horas de la madrugada.
Las Gratitudes me impactó. Me dejó el corazón blandito, que dicen ahora muchos reseñadores, especialmente por eso que señalas, la honestidad. Está lleno de verdad, de dulzura y de profunda reflexión envuelta en una trama que a veces llega a lo cómico. Una genialidad, la verdad. Muy, muy recomendable.
Gracias a ti, Mila, por pasar.
Un abrazo enorme