No te veré morir
“Eran como dos amigos inclinándose sobre un álbum de fotos…”
Como si el día anterior se hubieran despedido con un beso inofensivo y un prometedor hasta mañana que, a la postre, había tardado medio siglo en materializarse.
“— Dijiste que volverías pronto y has tardado 50 años.
— 47, en realidad.”
“No te veré morir”, Antonio Muñoz Molina, (Seix Barral, 2023) es un inolvidable paseo por la nostalgia escrito en un tono tan íntimo que he tenido la sensación de intromisión continua. De espiar por el ojo de la cerradura a sus protagonistas en sus confesiones, sus divagaciones y su resignación. Porque de eso va la novela. De toda una vida en la distancia revisada por oposición: la vida que tenemos sobre la que pudimos tener; quiénes somos por quiénes pudimos ser; el deber por encima del deseo; la proyección de los sueños de los demás anulando los propios; la culpa, el arrepentimiento, las circunstancias, la familia, la España en blanco y negro que empujó a tantísimos de sus ciudadanos a la emigración. La renuncia.
Muñoz Molina es un artista de la palabra y un mago construyendo personajes con alma. Gabriel Aristu y Adriana Zuber somos nosotros mismos saboreando ese miedo que en algún momento de nuestra vida nos atenaza y nos bloquea, y también lo somos en la expresión de unos sentimientos que no por auténticos dejan de ser legítimamente vulnerables.
El autor deshilvana la historia con una prodigiosa sensibilidad que modula a placer experimentando con la narrativa para graduar la intensidad, el realismo y la profundidad del relato. Por ejemplo, toda la primera parte es una única oración que se prolonga más allá de las setenta páginas, sin apenas signos de puntuación salvo alguna coma, y que yo he sentido, en voz del narrador, como un auténtico desahogo del protagonista reconociendo su pasión por Adriana tras haberla abandonado y haberla soñado toda su vida. Gabriel necesita expiar sus culpas y lo hace con una angustiosa y necesaria confesión en voz alta para sí mismo en la que se desnuda y se desangra para hallar el alivio de la verdad como bálsamo a su frustración y su cobardía. A mi juicio, este primer acto ha quedado magistralmente resuelto, aunque habrá voces, supongo, que no comulguen mucho con estos ensayos narrativos que implican la colaboración activa del lector.
En la segunda parte entra en acción un tercer personaje, emigrante también en Estados Unidos y que confraternizará con Gabriel, dejándonos una perspectiva diferente del protagonista masculino y que enlazará con el final de la novela. En la tercera asistiremos al reencuentro de la pareja relatado con una prosa inmensa, exquisita, musical y poética, con un autor derrochando talento para, lejos de sensiblerías lacrimógenas, darnos una lección de cómo emocionar hasta el infinito de forma bellísima.
“No te veré morir” es una historia de amor que no se centra en el amor, sino en todo aquello más o menos razonable, más o menos justificable, que lo malogra. Es una historia de circunstancias y de la España que añoraba eternamente a los que se fueron. Y Muñoz Molina lo cuenta todo taaan bonito y taaan de verdad que por mucho que te explique sé que no voy a ser capaz de descifrar el alma tan bella de esta novela. Tienes que leerla.
Por cierto, el título de la obra se debe a unos versos del poema que la uruguaya Idea Vilariño escribiera en 1958 (dedicado a su ruptura sentimental con el escritor, también uruguayo, Juan Carlos Onetti,), ‘Ya no’ y que he reproducido en la última foto. Poema precioso.
Ya no (Idea Vilariño)
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.
“Eran como dos amigos inclinándose sobre un álbum de fotos…”
Como si el día anterior se hubieran despedido con un beso inofensivo y un prometedor hasta mañana que, a la postre, había tardado medio siglo en materializarse.
“— Dijiste que volverías pronto y has tardado 50 años.
— 47, en realidad.”
“No te veré morir”, Antonio Muñoz Molina, (Seix Barral, 2023) es un inolvidable paseo por la nostalgia escrito en un tono tan íntimo que he tenido la sensación de intromisión continua. De espiar por el ojo de la cerradura a sus protagonistas en sus confesiones, sus divagaciones y su resignación. Porque de eso va la novela. De toda una vida en la distancia revisada por oposición: la vida que tenemos sobre la que pudimos tener; quiénes somos por quiénes pudimos ser; el deber por encima del deseo; la proyección de los sueños de los demás anulando los propios; la culpa, el arrepentimiento, las circunstancias, la familia, la España en blanco y negro que empujó a tantísimos de sus ciudadanos a la emigración. La renuncia.
Muñoz Molina es un artista de la palabra y un mago construyendo personajes con alma. Gabriel Aristu y Adriana Zuber somos nosotros mismos saboreando ese miedo que en algún momento de nuestra vida nos atenaza y nos bloquea, y también lo somos en la expresión de unos sentimientos que no por auténticos dejan de ser legítimamente vulnerables.
El autor deshilvana la historia con una prodigiosa sensibilidad que modula a placer experimentando con la narrativa para graduar la intensidad, el realismo y la profundidad del relato. Por ejemplo, toda la primera parte es una única oración que se prolonga más allá de las setenta páginas, sin apenas signos de puntuación salvo alguna coma, y que yo he sentido, en voz del narrador, como un auténtico desahogo del protagonista reconociendo su pasión por Adriana tras haberla abandonado y haberla soñado toda su vida. Gabriel necesita expiar sus culpas y lo hace con una angustiosa y necesaria confesión en voz alta para sí mismo en la que se desnuda y se desangra para hallar el alivio de la verdad como bálsamo a su frustración y su cobardía. A mi juicio, este primer acto ha quedado magistralmente resuelto, aunque habrá voces, supongo, que no comulguen mucho con estos ensayos narrativos que implican la colaboración activa del lector.
En la segunda parte entra en acción un tercer personaje, emigrante también en Estados Unidos y que confraternizará con Gabriel, dejándonos una perspectiva diferente del protagonista masculino y que enlazará con el final de la novela. En la tercera asistiremos al reencuentro de la pareja relatado con una prosa inmensa, exquisita, musical y poética, con un autor derrochando talento para, lejos de sensiblerías lacrimógenas, darnos una lección de cómo emocionar hasta el infinito de forma bellísima.
“No te veré morir” es una historia de amor que no se centra en el amor, sino en todo aquello más o menos razonable, más o menos justificable, que lo malogra. Es una historia de circunstancias y de la España que añoraba eternamente a los que se fueron. Y Muñoz Molina lo cuenta todo taaan bonito y taaan de verdad que por mucho que te explique sé que no voy a ser capaz de descifrar el alma tan bella de esta novela. Tienes que leerla.
Por cierto, el título de la obra se debe a unos versos del poema que la uruguaya Idea Vilariño escribiera en 1958 (dedicado a su ruptura sentimental con el escritor, también uruguayo, Juan Carlos Onetti,), ‘Ya no’ y que he reproducido en la última foto. Poema precioso.
Ya no (Idea Vilariño)
Ya no será
ya no
no viviremos juntos
no criaré a tu hijo
no coseré tu ropa
no te tendré de noche
no te besaré al irme
nunca sabrás quién fui
por qué me amaron otros.
No llegaré a saber
por qué ni cómo nunca
ni si era de verdad
lo que dijiste que era
ni quién fuiste
ni qué fui para ti
ni cómo hubiera sido
vivir juntos
querernos
esperarnos
estar.
Ya no soy más que yo
para siempre y tú
ya
no serás para mí
más que tú. Ya no estás
en un día futuro
no sabré dónde vives
con quién
ni si te acuerdas.
No me abrazarás nunca
como esa noche
nunca.
No volveré a tocarte.
No te veré morir.