Seda, a fuego lento

por | Dic 5, 2023 | Blog | 0 Comentarios

Seda

Cómo te explico la extraña belleza que desprende esta obra. Frágil. Etérea. Escurridiza. Alessandro Baricco nos regala un texto inteligentemente construido en el que las pausas, los intervalos, tienen tanto peso como las palabras. Así consigue, cual orfebre de las letras, encajar nada menos que 65 capítulos en una breve obra de apenas 128 páginas, permitiéndose la licencia, incluso, de la anáfora.

Y lo hace bien. Lo hace mejor que bien, porque poco a poco, con esos episodios de suspiro y con un relato premeditadamente onduloso, que sube y baja en intensidad de forma casi huidiza, crea en el lector una contundente y dosificada ansiedad.

Hervé Joncour, nuestro protagonista, definido por el narrador como un hombre que “prefiere asistir a su propia vida y considera improcedente cualquier aspiración a vivirla”, es traficante de huevos de gusanos de seda en la Francia de la segunda mitad del XIX. La historia narra sus repetidos viajes a Japón en busca de tan preciado botín, dejando en casa una esposa que le ama y una vida que no le inspira.

En la isla nipona conocerá a la muchacha cuyos ojos no tienen sesgo oriental, casada con el mercader de los huevos, y será esa mujer inalcanzable la que le empuje a regresar una y otra vez, cada vez menos a por huevos y más a por la muchacha.

Seda es una obra de elegante cadencia que se insinúa más que se cuenta, que cosquillea entre los dedos su música como un desafío para quien la quiera tararear.

Los primeros capítulos me tenían perdida, como estar ante unas brasas que no sabes si van a acabar de prender. Luego la historia se enciende en un fuego de llamas candentes que suben y bajan hasta que finaliza en una acogedora lumbre que nos devuelve la paz.

Fantásticos los guiños a Pasteur o Flaubert que el narrador introduce muy convenientemente para llenar el relato de un perfume de esos difíciles de olvidar.

Seda

Cómo te explico la extraña belleza que desprende esta obra. Frágil. Etérea. Escurridiza. Alessandro Baricco nos regala un texto inteligentemente construido en el que las pausas, los intervalos, tienen tanto peso como las palabras. Así consigue, cual orfebre de las letras, encajar nada menos que 65 capítulos en una breve obra de apenas 128 páginas, permitiéndose la licencia, incluso, de la anáfora.

Y lo hace bien. Lo hace mejor que bien, porque poco a poco, con esos episodios de suspiro y con un relato premeditadamente onduloso, que sube y baja en intensidad de forma casi huidiza, crea en el lector una contundente y dosificada ansiedad.

Hervé Joncour, nuestro protagonista, definido por el narrador como un hombre que “prefiere asistir a su propia vida y considera improcedente cualquier aspiración a vivirla”, es traficante de huevos de gusanos de seda en la Francia de la segunda mitad del XIX. La historia narra sus repetidos viajes a Japón en busca de tan preciado botín, dejando en casa una esposa que le ama y una vida que no le inspira.

En la isla nipona conocerá a la muchacha cuyos ojos no tienen sesgo oriental, casada con el mercader de los huevos, y será esa mujer inalcanzable la que le empuje a regresar una y otra vez, cada vez menos a por huevos y más a por la muchacha.

Seda es una obra de elegante cadencia que se insinúa más que se cuenta, que cosquillea entre los dedos su música como un desafío para quien la quiera tararear.

Los primeros capítulos me tenían perdida, como estar ante unas brasas que no sabes si van a acabar de prender. Luego la historia se enciende en un fuego de llamas candentes que suben y bajan hasta que finaliza en una acogedora lumbre que nos devuelve la paz.

Fantásticos los guiños a Pasteur o Flaubert que el narrador introduce muy convenientemente para llenar el relato de un perfume de esos difíciles de olvidar.

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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