Espionaje fragante
Llevaba diez minutos de obnubilado espionaje. Entregado al deleite que le procuraban esas manos de finos dedos y diestra paciencia y ese rostro de perfil aniñado que en la concentración adquiría una belleza privilegiada, ajena a todo prosaísmo, Félix sintió en sus ingles un delator pellizco de su limerencia.