Y tú, ¿cómo vas de mudita…?

por | Oct 21, 2021 | Blog | 10 Comentarios

alegría, mudita

Imagen de Anastasia Gepp en Pixabay

¿Sabes que solo existen cuatro emociones esenciales y que tres de ellas son negativas?

Leo con curiosidad un artículo sobre un estudio llevado a cabo por el Institute of Neuroscience and Psychology de la Universidad de Glasgow que sugiere que solo existen cuatro emociones esenciales, tres de las cuales son negativas: la ira, el miedo y la tristeza. Tal vez por eso nuestra actitud ante la vida se ve condicionada, objetivamente, por un incuestionable desequilibrio de pesos. Quiero decir, matemáticamente hablando, tres cargas negativas pesan más que una positiva, pero claro, hablamos de emociones, y en esto las fórmulas no funcionan.

La única “energía” positiva, dice el mismo estudio, es la alegría, o la felicidad, aunque estos mismos términos tienen sus propios matices y es, por cierto, donde me quiero detener porque, ¿qué es la alegría?

En “El libro de la alegría” escrito mano a mano entre el laureado Premio Nobel de la Paz, el Dalai Lama, y el arzobispo Desmond Tutu, se hace un retrato de la alegría como esa emoción que nace de dentro y que debería ser perdurable, un sentimiento ajeno a las circunstancias. Mientras que la felicidad tiene un cierto sentido de satisfacción temporal, algo que llega de repente, nos sorprende y nos reconforta. Esta última vertiente se asocia más con el placer de nuestros sentidos (el sexo, por ejemplo, aunque hay muchos otros), mientras que la primera nace en un nivel más profundo y es una sensación de plenitud mucho más duradera.

La mudita, esa alegría ajena

Para los budistas la alegría es el estado natural del ser humano, una destreza, no obstante, que hay que practicar para potenciar. Y ¿cómo potenciarla? Te preguntarás. Pues el científico y erudito del budismo, Matthieu Ricard, dice en su libro “En defensa de la felicidad”, que lo que nos lleva a la plenitud, en realidad, es la alegría ajena, lo que los budistas llaman mudita, el placer por la buena suerte de los demás, entendida la suerte en su acepción más generosa e intimista. Es decir, ya no hablamos solo de un sentimiento, sino de una forma de aproximarse al mundo.

Esta máxima viene a decir, más o menos, que no necesitamos algo externo que nos “llene de felicidad” como enamorarnos, encontrar trabajo, o hacernos ricos, ya que la mayor alegría la obtenemos con el bien ajeno y para eso, señoras y señores, hay que superar el ego.

Difícil, en esta sociedad de hoy en día, ejercitar este tipo de alegría dado lo bien que dominamos el arte de engordar nuestra vanidad. Vivimos de la impostura, de ese yo digital que alimentamos a diario a base de imágenes que se cotizan por likes en Instagram. Cien “me gusta” de cien desconocidos nos dan ese subidón extemporáneo que apenas dura lo que dura el click. Un arrebato tan efímero como insolvente, porque cuando desaparece no deja ni rastro.

Para lograr esa mudita, para conquistar esa alegría que nace del bien ajeno, nos dicen, debemos salir de nosotros mismos porque de lo contrario solo obtendremos un tipo de “felicidad” que se queda en la superficie, no anida, no deja poso, alegría de principiantes. El “libro de la alegría” invita a un estado mental más empático, más poderoso, incluso más espiritual, además de comprometido y agradecido con el mundo porque: “no es la felicidad lo que nos hace ser agradecidos. Es el agradecimiento lo que nos hace ser felices”.

 

 «Me percaté entonces de que la alegría es un estado del alma y no una cualidad de las cosas. Que las cosas en sí mismas no son alegres ni tristes, sino que se limitan a reflejar el tono con que nosotros las envolvemos« 

Miguel Delibes

 

 

alegría, mudita

Imagen de Anastasia Gepp en Pixabay

¿Sabes que solo existen cuatro emociones esenciales y que tres de ellas son negativas?

Leo con curiosidad un artículo sobre un estudio llevado a cabo por el Institute of Neuroscience and Psychology de la Universidad de Glasgow que sugiere que solo existen cuatro emociones esenciales, tres de las cuales son negativas: la ira, el miedo y la tristeza. Tal vez por eso nuestra actitud ante la vida se ve condicionada, objetivamente, por un incuestionable desequilibrio de pesos. Quiero decir, matemáticamente hablando, tres cargas negativas pesan más que una positiva, pero claro, hablamos de emociones, y en esto las fórmulas no funcionan.

La única “energía” positiva, dice el mismo estudio, es la alegría, o la felicidad, aunque estos mismos términos tienen sus propios matices y es, por cierto, donde me quiero detener porque, ¿qué es la alegría?

En “El libro de la alegría” escrito mano a mano entre el laureado Premio Nobel de la Paz, el Dalai Lama, y el arzobispo Desmond Tutu, se hace un retrato de la alegría como esa emoción que nace de dentro y que debería ser perdurable, un sentimiento ajeno a las circunstancias. Mientras que la felicidad tiene un cierto sentido de satisfacción temporal, algo que llega de repente, nos sorprende y nos reconforta. Esta última vertiente se asocia más con el placer de nuestros sentidos (el sexo, por ejemplo, aunque hay muchos otros), mientras que la primera nace en un nivel más profundo y es una sensación de plenitud mucho más duradera.

La mudita, esa alegría ajena

Para los budistas la alegría es el estado natural del ser humano, una destreza, no obstante, que hay que practicar para potenciar. Y ¿cómo potenciarla? Te preguntarás. Pues el científico y erudito del budismo, Matthieu Ricard, dice en su libro “En defensa de la felicidad”, que lo que nos lleva a la plenitud, en realidad, es la alegría ajena, lo que los budistas llaman mudita, el placer por la buena suerte de los demás, entendida la suerte en su acepción más generosa e intimista. Es decir, ya no hablamos solo de un sentimiento, sino de una forma de aproximarse al mundo.

Esta máxima viene a decir, más o menos, que no necesitamos algo externo que nos “llene de felicidad” como enamorarnos, encontrar trabajo, o hacernos ricos, ya que la mayor alegría la obtenemos con el bien ajeno y para eso, señoras y señores, hay que superar el ego.

Difícil, en esta sociedad de hoy en día, ejercitar este tipo de alegría dado lo bien que dominamos el arte de engordar nuestra vanidad. Vivimos de la impostura, de ese yo digital que alimentamos a diario a base de imágenes que se cotizan por likes en Instagram. Cien “me gusta” de cien desconocidos nos dan ese subidón extemporáneo que apenas dura lo que dura el click. Un arrebato tan efímero como insolvente, porque cuando desaparece no deja ni rastro.

Para lograr esa mudita, para conquistar esa alegría que nace del bien ajeno, nos dicen, debemos salir de nosotros mismos porque de lo contrario solo obtendremos un tipo de “felicidad” que se queda en la superficie, no anida, no deja poso, alegría de principiantes. El “libro de la alegría” invita a un estado mental más empático, más poderoso, incluso más espiritual, además de comprometido y agradecido con el mundo porque: “no es la felicidad lo que nos hace ser agradecidos. Es el agradecimiento lo que nos hace ser felices”.

 

 «Me percaté entonces de que la alegría es un estado del alma y no una cualidad de las cosas. Que las cosas en sí mismas no son alegres ni tristes, sino que se limitan a reflejar el tono con que nosotros las envolvemos« 

Miguel Delibes

 

 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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