Adiestrando al viento en tu nombre
Hoy en la playa, una bandada de pájaros escribía canciones en voz baja. Apenas era un rumor, pero la letra se adivinaba cuando, de forma súbita y al unísono, todos desplegaban las alas. No sé si la música la ha susurrado el viento, o era el mar quien canturreaba, lo cierto es que las aves se sentían creativas, me ha parecido que se exhibían para mí, alegres y descaradas.
He pensado que ahí estabas tú, en las figuras inverosímiles de cada vuelo. Que te deslizabas por el tobogán de los rayos solares hasta llegar a mí, que peinabas el aire con tu presencia y me invitabas a un paseo.
Me has pedido que llene de recuerdos dulces los puntos suspensivos que quedaron por completar, que encierre entre paréntesis esas preguntas retóricas, trampas estériles suspendidas en el tiempo, imposibles de contestar.
Me has contado que la lluvia, cuando nace, perfila ríos plácidos en el cielo, que de los manantiales brotan estrellas fugaces que pintan el lienzo de la noche a luz y fuego. Que con los relámpagos haces paños calientes para calentar mis manos y que si el trueno irrumpe en mi sueño esté atenta, porque es tu voz de algodón cosquilleando mi espíritu, que llega camuflada en la tormenta.
Me has dicho que duermes cuando la luna mengua y despiertas si crece, que desde allí vigilas que mi alma no pierda memoria y mi corazón palpite en presente, y que cada amanecer que amanezco despierten los sentidos conmigo, porque tú te haces grande si yo soy fuerte, si estoy viva, y no te olvido.
Y así, mientras los estorninos culminaban un estribillo aéreo, en una coreografía embriagadora y frenética, yo he invocado a los elementos, les he prometido obediencia. He rogado que no se guarden sus favores, porque de su cortesía se alimenta tu presencia.
Y así, si en el ocaso te veo partir, sé que al alba estarás de vuelta; si esta noche has de dormir, esperaré a la luna llena, si el trueno se olvidó de rugir, serán los pájaros, con su hipnótica danza, los que bailarán delante de él para que retumbe con fuerza.
A mi madre
A mi hermano
Hoy en la playa, una bandada de pájaros escribía canciones en voz baja. Apenas era un rumor, pero la letra se adivinaba cuando, de forma súbita y al unísono, todos desplegaban las alas. No sé si la música la ha susurrado el viento, o era el mar quien canturreaba, lo cierto es que las aves se sentían creativas, me ha parecido que se exhibían para mí, alegres y descaradas.
He pensado que ahí estabas tú, en las figuras inverosímiles de cada vuelo. Que te deslizabas por el tobogán de los rayos solares hasta llegar a mí, que peinabas el aire con tu presencia y me invitabas a un paseo.
Me has pedido que llene de recuerdos dulces los puntos suspensivos que quedaron por completar, que encierre entre paréntesis esas preguntas retóricas, trampas estériles suspendidas en el tiempo, imposibles de contestar.
Me has contado que la lluvia, cuando nace, perfila ríos plácidos en el cielo, que de los manantiales brotan estrellas fugaces que pintan el lienzo de la noche a luz y fuego. Que con los relámpagos haces paños calientes para calentar mis manos y que si el trueno irrumpe en mi sueño esté atenta, porque es tu voz de algodón cosquilleando mi espíritu, que llega camuflada en la tormenta.
Me has dicho que duermes cuando la luna mengua y despiertas si crece, que desde allí vigilas que mi alma no pierda memoria y mi corazón palpite en presente, y que cada amanecer que amanezco despierten los sentidos conmigo, porque tú te haces grande si yo soy fuerte, si estoy viva, y no te olvido.
Y así, mientras los estorninos culminaban un estribillo aéreo, en una coreografía embriagadora y frenética, yo he invocado a los elementos, les he prometido obediencia. He rogado que no se guarden sus favores, porque de su cortesía se alimenta tu presencia.
Y así, si en el ocaso te veo partir, sé que al alba estarás de vuelta; si esta noche has de dormir, esperaré a la luna llena, si el trueno se olvidó de rugir, serán los pájaros, con su hipnótica danza, los que bailarán delante de él para que retumbe con fuerza.
A mi madre
A mi hermano
Leyendote, mi rostro se ha llenado de lagrimas.
Se que eres fuerte y eso me calma.
Matilde… simplemente ¡Bello!!!
¡¡¡Muchas gracias!!!