Dame, luna, tus lágrimas de fuego

por | Ene 16, 2020 | Blog | 4 Comentarios

Imagen de Mystic Art Design

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La bruma era un duende de gelatina relatando fábulas sobre un lago helado, un seductor mago de mentes desempolvando fantasías bajo secreto de sumario. Vi escrito en la noche “Érase una vez”, e imaginé que el monstruo marino de los cuentos, como el lobo, cuando deja de ser hombre, asomaría de repente y me comería de un bocado.  

Las nubes hicieron pasillo, alguien voceaba en lo alto, una luz de mermelada buscó asilo en el agua y al ver su reflejo tan hermoso, tan lejano, lloró lágrimas de fuego, pues siendo musa de tanto poeta se consumía en su atalaya devorada por su deseo.

Me sorprende entonces la luna espiando su pena, testigo de su sordo lamento, y cual intrusa merodeando a hurtadillas por su reino, me mira ceñuda, me destierra de mi propio sueño. Me abandona sonámbula en la esquina de mi conciencia, en penumbra, donde las emociones caminan sobre un alambre en ascuas que le gritan improperios a la cordura. Me abre los ojos la madrugada, me aleja de la poesía, me deja en un duermevela agrio a mucha distancia de ese halo hechizante que canta canciones de cuna.

Camino de puntillas sobre pensamientos descosidos que corretean entre las sombras, unos desorientados, otros fugitivos. Vagabundos de la noche en pleno insomnio esquivando una nada espesa que tanto importa en presente y que nada vale en diferido. Nómadas al servicio de unos amos caníbales, presunta sensatez y equilibrio, que tras engañarnos con sus cuitas nos envían al cajón del olvido.

Me encojo en mi despecho, en este exilio tedioso, desgastado y sin brillo. Hago acto de contrición, pero no hay respuesta desde el edén prohibido; ella permanece impertérrita en su azotea estrellada, imaginando amores sublimes en su regazo proscrito, regalando inspiración tras su aura trágica a corazones solitarios y clandestinos.

Quiero volver a mi luna lunera y su tristeza de plata, a mi cuento de hadas, de leviatanes y quimeras. Quiero que los genios del bosque intercedan por mi inocencia, que algún espíritu amable desate los nudos de mi castigo; prometo sumisión a cambio de clemencia.

Quiero acunar en mis brazos su dolor y abrazar el abismo de su misterio, ganarme su confianza,  que me abra para siempre las puertas del cielo. Quiero su llanto escarlata cuando está amaneciendo, decirle que no está sola, que si me deja, tendrá mi favor a tiempo completo.

 

Baja desnuda, la luna por el pozo, la mujer por mis ojos«
Octavio Paz

Imagen de Mystic Art Design

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La bruma era un duende de gelatina relatando fábulas sobre un lago helado, un seductor mago de mentes desempolvando fantasías bajo secreto de sumario. Vi escrito en la noche “Érase una vez”, e imaginé que el monstruo marino de los cuentos, como el lobo, cuando deja de ser hombre, asomaría de repente y me comería de un bocado.  

Las nubes hicieron pasillo, alguien voceaba en lo alto, una luz de mermelada buscó asilo en el agua y al ver su reflejo tan hermoso, tan lejano, lloró lágrimas de fuego, pues siendo musa de tanto poeta se consumía en su atalaya devorada por su deseo.

Me sorprende entonces la luna espiando su pena, testigo de su sordo lamento, y cual intrusa merodeando a hurtadillas por su reino, me mira ceñuda, me destierra de mi propio sueño. Me abandona sonámbula en la esquina de mi conciencia, en penumbra, donde las emociones caminan sobre un alambre en ascuas que le gritan improperios a la cordura. Me abre los ojos la madrugada, me aleja de la poesía, me deja en un duermevela agrio a mucha distancia de ese halo hechizante que canta canciones de cuna.

Camino de puntillas sobre pensamientos descosidos que corretean entre las sombras, unos desorientados, otros fugitivos. Vagabundos de la noche en pleno insomnio esquivando una nada espesa que tanto importa en presente y que nada vale en diferido. Nómadas al servicio de unos amos caníbales, presunta sensatez y equilibrio, que tras engañarnos con sus cuitas nos envían al cajón del olvido.

Me encojo en mi despecho, en este exilio tedioso, desgastado y sin brillo. Hago acto de contrición, pero no hay respuesta desde el edén prohibido; ella permanece impertérrita en su azotea estrellada, imaginando amores sublimes en su regazo proscrito, regalando inspiración tras su aura trágica a corazones solitarios y clandestinos.

Quiero volver a mi luna lunera y su tristeza de plata, a mi cuento de hadas, de leviatanes y quimeras. Quiero que los genios del bosque intercedan por mi inocencia, que algún espíritu amable desate los nudos de mi castigo; prometo sumisión a cambio de clemencia.

Quiero acunar en mis brazos su dolor y abrazar el abismo de su misterio, ganarme su confianza,  que me abra para siempre las puertas del cielo. Quiero su llanto escarlata cuando está amaneciendo, decirle que no está sola, que si me deja, tendrá mi favor a tiempo completo.

 

Baja desnuda, la luna por el pozo, la mujer por mis ojos»
Octavio Paz

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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