El viento se quedó sin habla

por | Oct 1, 2020 | Blog | 5 Comentarios

Viento, lluvia, habla

Mira  qué terco es el viento y cómo golpea con sus nudillos la ventana, lleva días soplando desplantes, como si se hubiera empachado de siroco en el desierto, y ahora llega recio para estornudar arena a la puerta de casa. He visto su ojo en mitad del torbellino, tan abierto y dispuesto a la batalla, que me he cubierto de muda prudencia para sonsacar qué le atormenta de su voz encrespada.

Asciende raudo desde el suelo, arrogante en su danza, gruñen las cornisas de miedo, la soledad se columpia en el parque, absorta en la hojarasca. Se eleva más arriba, abrazando el horizonte, y ante una nube que pasa quiebra su rabia, detiene su genio, se vuelve cariñoso el semblante. Resulta que esta cólera desbocada viene porque bebe los vientos por una tal Lluvia, que repele a su borrascoso pretendiente empapada de gracia.

Mueve de nuevo sus brazos de gigante, tal vez quiso ser molino, enamorado como estaba del agua, y enfurecido por la indolencia que padece, porque ella ni le busca ni le extraña, agita los árboles con sus bufidos, despeina las cumbres de las montañas, pintarrajea el cielo de rotundos suspiros, a ver si las nubes despiertan y de tal suerte aparece su amada.

Redobla su ímpetu con más rugidos, con remolinos cargados de amenaza, busca la complicidad del relámpago que, algo dormido, dice que hasta el alba no se levanta, ¡Maldita sea su estampa! El viento se expande sobre sí mismo, silba con impotencia su desesperanza, se torna huracán ciego y, sin escrúpulos, camina con el corazón herido por esa noche aciaga.

Hasta el mar llega iracundo y lanza su Tramontana, pervierte su dulce sopor con un aullido de dolor que blasfema desde su garganta. Siendo testigo de excepción la Luna se solivianta: aquí estoy sola en este mirador, con mucho devoto pero atrapada en mi propia trampa. No conozco más roce que el del Sol, y se cuida bien de guardar la distancia. Al menos tienes libertad para moverte y expresar tu rabia.

El viento, saliendo de su egocéntrico agujero,  sorbió una lágrima fría que lloró la tristeza de aquella luz nacarada. Y sin olvidar que amaba a la Lluvia, que con ella se atemperaba su alma, ascendió hasta la luna, se volvió brisa cálida, susurró un beso en su mejilla, y por una vez el tifón de su espíritu se quedó sin habla.

 «El vento juega en la loma acariciando el trigal, y en el viento la paloma practica su libertad»

Víctor JARA

 

Viento, lluvia, habla

Mira  qué terco es el viento y cómo golpea con sus nudillos la ventana, lleva días soplando desplantes, como si se hubiera empachado de siroco en el desierto, y ahora llega recio para estornudar arena a la puerta de casa. He visto su ojo en mitad del torbellino, tan abierto y dispuesto a la batalla, que me he cubierto de muda prudencia para sonsacar qué le atormenta de su voz encrespada.

Asciende raudo desde el suelo, arrogante en su danza, gruñen las cornisas de miedo, la soledad se columpia en el parque, absorta en la hojarasca. Se eleva más arriba, abrazando el horizonte, y ante una nube que pasa quiebra su rabia, detiene su genio, se vuelve cariñoso el semblante. Resulta que esta cólera desbocada viene porque bebe los vientos por una tal Lluvia, que repele a su borrascoso pretendiente empapada de gracia.

Mueve de nuevo sus brazos de gigante, tal vez quiso ser molino, enamorado como estaba del agua, y enfurecido por la indolencia que padece, porque ella ni le busca ni le extraña, agita los árboles con sus bufidos, despeina las cumbres de las montañas, pintarrajea el cielo de rotundos suspiros, a ver si las nubes despiertan y de tal suerte aparece su amada.

Redobla su ímpetu con más rugidos, con remolinos cargados de amenaza, busca la complicidad del relámpago que, algo dormido, dice que hasta el alba no se levanta, ¡Maldita sea su estampa! El viento se expande sobre sí mismo, silba con impotencia su desesperanza, se torna huracán ciego y, sin escrúpulos, camina con el corazón herido por esa noche aciaga.

Hasta el mar llega iracundo y lanza su Tramontana, pervierte su dulce sopor con un aullido de dolor que blasfema desde su garganta. Siendo testigo de excepción la Luna se solivianta: aquí estoy sola en este mirador, con mucho devoto pero atrapada en mi propia trampa. No conozco más roce que el del Sol, y se cuida bien de guardar la distancia. Al menos tienes libertad para moverte y expresar tu rabia.

El viento, saliendo de su egocéntrico agujero,  sorbió una lágrima fría que lloró la tristeza de aquella luz nacarada. Y sin olvidar que amaba a la Lluvia, que con ella se atemperaba su alma, ascendió hasta la luna, se volvió brisa cálida, susurró un beso en su mejilla, y por una vez el tifón de su espíritu se quedó sin habla.

 «El vento juega en la loma acariciando el trigal, y en el viento la paloma practica su libertad»

Víctor JARA

 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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