El perfume de tus páginas
Déjame que baile descalza sobre el misterio de tus páginas hasta deshilvanar los nudos que habitan en ese laberinto cuyo destino es la magia. Estoy encadenada a tu voz, como el sol a la mañana, pues contigo se pliegan las alas que agitan mis cicatrices, y la soledad se columpia plácida, mientras tú me acompañas.
En ese lagar de palabras destapadas las letras sonríen panza arriba y trazan en mis pies su mapa del tesoro con algunas trampas. Guiada por los vapores que despides camino por leyendas antiguas, por amores vedados en novelas de fábula, me pierdo en cuentos y memorias, incluso me atasco en algunas historias de poca enjundia que se visten de fiesta para no decir nada.
Me hundo en el interior de tus entrañas para advertir lo que insinúas entre líneas y prenderme con tu luz cuando te explayas. Eres abrigo traicionero de mis miserias más mundanas, me arropas, solícito, tapando carencias que descubres sepultadas, y con la misma diligencia señalas la puerta a nuevos territorios de ignorancia.
Una melodía de atardeceres repica en la ventana mientras sucumbo a los sonidos camuflados en los capítulos que alumbran tu mirada. A veces brillas de una forma tan embriagadora que es difícil despedirse; tengo que beber los vientos de tus molinos mil veces antes de que te vayas. Suerte que te ofreces generoso a mi codicia, porque tú también disfrutas de los viajes que emprendemos y de todas las vidas que me regalas.
Llevo en la piel la huella de libros eternos que han llenado de primaveras aceras transitadas por pensamientos cobardes refugiados en su recelo.
Has despertado mil emociones, náufragas extraviadas en los jardines del alma, que perduran intactas por muchas noches que cante la luna, pues una vez que florecen es difícil olvidar su fragancia.
Déjame que me deleite con el perfume de tus páginas y que interprete tu música incluso en tus silencios, cuando callas.
«La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla, y el alma contesta»
André Maurois
Déjame que baile descalza sobre el misterio de tus páginas hasta deshilvanar los nudos que habitan en ese laberinto cuyo destino es la magia. Estoy encadenada a tu voz, como el sol a la mañana, pues contigo se pliegan las alas que agitan mis cicatrices, y la soledad se columpia plácida, mientras tú me acompañas.
En ese lagar de palabras destapadas las letras sonríen panza arriba y trazan en mis pies su mapa del tesoro con algunas trampas. Guiada por los vapores que despides camino por leyendas antiguas, por amores vedados en novelas de fábula, me pierdo en cuentos y memorias, incluso me atasco en algunas historias de poca enjundia que se visten de fiesta para no decir nada.
Me hundo en el interior de tus entrañas para advertir lo que insinúas entre líneas y prenderme con tu luz cuando te explayas. Eres abrigo traicionero de mis miserias más mundanas, me arropas, solícito, tapando carencias que descubres sepultadas, y con la misma diligencia señalas la puerta a nuevos territorios de ignorancia.
Una melodía de atardeceres repica en la ventana mientras sucumbo a los sonidos camuflados en los capítulos que alumbran tu mirada. A veces brillas de una forma tan embriagadora que es difícil despedirse; tengo que beber los vientos de tus molinos mil veces antes de que te vayas. Suerte que te ofreces generoso a mi codicia, porque tú también disfrutas de los viajes que emprendemos y de todas las vidas que me regalas.
Llevo en la piel la huella de libros eternos que han llenado de primaveras aceras transitadas por pensamientos cobardes refugiados en su recelo.
Has despertado mil emociones, náufragas extraviadas en los jardines del alma, que perduran intactas por muchas noches que cante la luna, pues una vez que florecen es difícil olvidar su fragancia.
Déjame que me deleite con el perfume de tus páginas y que interprete tu música incluso en tus silencios, cuando callas.
«La lectura de un buen libro es un diálogo incesante en que el libro habla, y el alma contesta»
André Maurois
Nunca pensé q la lectura diera para tanto.
No soy de las q no me gusta leer, sino de las q no encuentra lecturas q me atrapen.
La lectura necesita de un lector q le escuché, q no piense en otras cosas mientras lee…A mi me cuesta
Contigo es diferente, tus palabras me trasmiten. Con pocas palabras, dices mucho.
Intentaré leer más, a ver si ya es el momento de dejarme atrapar.
Has abierto la caja de Pandora. Efectivamente, si una lectura te atrapa será difícil desengancharse. Sin embargo, el libro ofrece un aroma distinto para cada lector, cada uno de nosotros lo hacemos latir de forma distinta. Supongo que se trata de eso, de encontrar esos libros con los que uno realiza esa simbiosis, porque el viaje con ellos siempre es fascinante.
Si la lectura de mis textos te atrapa quizás sea una pista del tipo de libros que tienes que buscar. Búscalos porque ellos te están esperando….
Un abrazo Rosa
Permíteme que te tutee llamándote Mati. Tu lenguaje viaja en cascadas blancas y espumosas, caen desde una montaña y otra y otra…
Rompen por un segundo cuando chocan sobre las piedras , y luego continúan su camino. Ese agua, ese sentimiento , quiero pensar, que no sabe dónde va, ni le interesa saberlo. El conocimiento es importante, pero las emociones, lo son más. A veces controlarlas duele mucho.
Y aquí estoy , en el viaje que me propones, en tus aventuras parafraseadas, en la entrada a un lugar inexpugnable ; diferente para cada uno de nosotros.
Mati, quiero seguir tu ruta, aunque a veces me perderé. Las letras que forman palabras hermosas escritas por tu teclado, me seducen, y eso me gusta. Sé que tu mundo es tuyo y te doy las gracias por crear mundos para los que te leemos.
Insisto…me subo al tren.
Eulalia, un honor y un placer que te subas a este tren de las emociones. En Mi Historia, de mi página web, ya explico que lo que pretendo con estos textos es que cada uno realice su propio viaje, que «de los hilos de mis costuras tal vez tu puedas coser tus propios retales». Y ahí estamos, efectivamente, navegando por ese territorio exclusivo de las emociones que, al fin y al cabo, son las únicas capaces de erizarnos la piel, de estremecernos provocando sismos en nuestro corazón que le indiquen que estamos vivos. ¡Adelante!