Día Mundial del Saludo
Imagen de Brigitte Ferauge en Pixabay
Resulta que este 21 de noviembre se celebra el Día Mundial del Saludo y, sinceramente, no me digas que en estos tiempos que corren no parece casi una broma.
Llevamos nueve meses sin estrechar la mano salvo que la tengas enguantada en un látex con garantías, y nos hemos esmerado en buscar muchos sustitutos locuaces, que en eso los humanos tenemos grandes dotes: ahora un toque de codos desenfadado, o de puños si queremos ser más “enrollados”; no, que estamos demasiado cerca. Pues nos inventamos ese adulterado gesto de llevarnos la mano al corazón. Me vas a perdonar, pero cada vez que lo veo lo que se me viene a la cabeza es un “lo siento mucho”, lo cual es raro porque parece que estás diciendo “me duele verte” o “siento profundamente conocerte”.
Pero vayamos por partes. Saludar, lo que es saludar, hace tiempo que lo reservamos para cuando el sol nos despierta con un humor generoso. Porque para saludarse tampoco es que sea imprescindible tocarse, aunque, claro, esa es una habilidad que acumula polvo en el desván de nuestras desmañas.
Esos buenos días de ascensor han pasado a la historia junto con la sonrisa amable o la disposición a una charla inocua sobre el tiempo mientras esperas en la cola de la panadería. Se nos han quitado las ganas de hablar. Vamos, que no nos dirija la palabra un desconocido porque “busca algo, es un imbécil o nos quiere robar”.
Peor aún, hemos perdido la capacidad de la cordialidad que tan bien ejercitaban nuestros padres o abuelos. Nos cuesta ser naturales. Parece que antes de salir por la puerta de casa, junto con el gel desinfectante de manos, nos hacemos un lavado mental para evitar ese tipo de conversaciones; sí, tal vez innecesarias, intrascendentes, prescindibles incluso, pero que son las que fomentan el encuentro, la anécdota, la empatía, la solidaridad con el vecino que te cuenta algo personal o un chisme.
Se nos olvida disfrutar de la frescura de la frivolidad en la calle. Eso sí, dedicamos cientos, miles de sonrisas digitales a nuestros seguidores de redes sociales. Enviamos #buenosdías por Twitter e Instagram con emoticonos o videos divertidos para que nuestros fieles y, la mayoría de la veces, desconocidos amigos nos respondan con un “like”. Eso sí que es rendir tributo al saludo, y si lo compartes (¡la leche!) ya serás amigo mío hasta el fin de los tiempos. Te querré hasta el fin de la era digital.
Hoy, en el Día Mundial del Saludo, lo de no tocarse es lo de menos, esto sí que tiene una fecha de caducidad, afortundamente parece que próxima. A ver si cuando estemos vacunados realmente nos regalamos un bienvenida de verdad.
#worldhelloday #WorldHelloDay.
Imagen de Brigitte Ferauge en Pixabay
Resulta que este 21 de noviembre se celebra el Día Mundial del Saludo y, sinceramente, no me digas que en estos tiempos que corren no parece casi una broma.
Llevamos nueve meses sin estrechar la mano salvo que la tengas enguantada en un látex con garantías, y nos hemos esmerado en buscar muchos sustitutos locuaces, que en eso los humanos tenemos grandes dotes: ahora un toque de codos desenfadado, o de puños si queremos ser más “enrollados”; no, que estamos demasiado cerca. Pues nos inventamos ese adulterado gesto de llevarnos la mano al corazón. Me vas a perdonar, pero cada vez que lo veo lo que se me viene a la cabeza es un “lo siento mucho”, lo cual es raro porque parece que estás diciendo “me duele verte” o “siento profundamente conocerte”.
Pero vayamos por partes. Saludar, lo que es saludar, hace tiempo que lo reservamos para cuando el sol nos despierta con un humor generoso. Porque para saludarse tampoco es que sea imprescindible tocarse, aunque, claro, esa es una habilidad que acumula polvo en el desván de nuestras desmañas.
Esos buenos días de ascensor han pasado a la historia junto con la sonrisa amable o la disposición a una charla inocua sobre el tiempo mientras esperas en la cola de la panadería. Se nos han quitado las ganas de hablar. Vamos, que no nos dirija la palabra un desconocido porque “busca algo, es un imbécil o nos quiere robar”.
Peor aún, hemos perdido la capacidad de la cordialidad que tan bien ejercitaban nuestros padres o abuelos. Nos cuesta ser naturales. Parece que antes de salir por la puerta de casa, junto con el gel desinfectante de manos, nos hacemos un lavado mental para evitar ese tipo de conversaciones; sí, tal vez innecesarias, intrascendentes, prescindibles incluso, pero que son las que fomentan el encuentro, la anécdota, la empatía, la solidaridad con el vecino que te cuenta algo personal o un chisme.
Se nos olvida disfrutar de la frescura de la frivolidad en la calle. Eso sí, dedicamos cientos, miles de sonrisas digitales a nuestros seguidores de redes sociales. Enviamos #buenosdías por Twitter e Instagram con emoticonos o videos divertidos para que nuestros fieles y, la mayoría de la veces, desconocidos amigos nos respondan con un “like”. Eso sí que es rendir tributo al saludo, y si lo compartes (¡la leche!) ya serás amigo mío hasta el fin de los tiempos. Te querré hasta el fin de la era digital.
Hoy, en el Día Mundial del Saludo, lo de no tocarse es lo de menos, esto sí que tiene una fecha de caducidad, afortundamente parece que próxima. A ver si cuando estemos vacunados realmente nos regalamos un bienvenida de verdad.
#worldhelloday #WorldHelloDay.
Creo que después de esta movida vírica la deshumanización no remitirá. Por lo demás: claro y soberano.
Sí, yo también soy escéptica, pero me empeño en decirme lo contrario. Si algunos intentamos eso de humanizarnos un poco tal vez inoculemos un nuevo virus, este de los buenos.
Gracias por tu comentario
He disfrutado leyendo este post.
¡Quién nos iba a decir que nuestro 2020 sería vivido de este modo. Desde mi lado del mundo te mando un saludo, Matilde.
Un abrazo para ti también Estefania. Esperemos que el 2021 llegue con un horizonte más despejado.