Llueve lluvia

por | Sep 17, 2020 | Blog | 1 Comentario

Llueve lluvia

Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay

Llueve, lluvia, sobre los desiertos que ahogan al hombre y en su nombre se queda ciego deslumbrado por mares de hielo, que hieren de ansia su sed. Derrama tormentas de silencios húmedos, sin más bandera que su plácido latido desnudo, y que al calor de su asilo germine una tregua que devuelva el sol a cada amanecer.

Lleva a los ríos la fuerza de nuevos alientos, que no se detenga el agua en ensenadas ni sea presa de oscuros pensamientos, que sea jilguero nómada con carta blanca para volver. Anega los cauces de tolerancia, de rock&roll  y conocimiento, que los sueños hundan sus dudas en la certeza de la constancia y resurjan hambrientos sin nada que temer.

Llueve, lluvia, desata tu furia sobre corazones almidonados que viven casi de prestado y corren en harapos con riesgo de enmudecer. Empápalos del arrojo que doblegue la infamia, de caricias que despierten su rabia, que estornuden esperanza y se contagien la importancia de las cosas del querer.

Haz de cada gota una espada que derribe fronteras, una estrella fugaz lumbre de hogueras, vientre ardiente para vileza y miserias cada anochecer; una lágrima desbordada de la mirada, que escribe en la piel lo que le dicta el alma, y deja en los surcos de su huella mojada la vida dibujada con un fino pincel.

Llueve lluvia cortinas de nostalgia, que llueva siempre esa edad abotonada a la infancia, y en sus charcos de luz salpicados se diviertan los pies. Que las nubes disparen manantiales de inocencia, que nos enjabonen de amor hasta perder la conciencia, mientras en el cielo un arco iris pinta de colores el jardín donde florecer.

 «La lluvia es un espejo que me ayuda a verte bien»

Fito PÁEZ

 

Llueve lluvia

Imagen de Sasin Tipchai en Pixabay

Llueve, lluvia, sobre los desiertos que ahogan al hombre y en su nombre se queda ciego deslumbrado por mares de hielo, que hieren de ansia su sed. Derrama tormentas de silencios húmedos, sin más bandera que su plácido latido desnudo, y que al calor de su asilo germine una tregua que devuelva el sol a cada amanecer.

Lleva a los ríos la fuerza de nuevos alientos, que no se detenga el agua en ensenadas ni sea presa de oscuros pensamientos, que sea jilguero nómada con carta blanca para volver. Anega los cauces de tolerancia, de rock&roll  y conocimiento, que los sueños hundan sus dudas en la certeza de la constancia y resurjan hambrientos sin nada que temer.

Llueve, lluvia, desata tu furia sobre corazones almidonados que viven casi de prestado y corren en harapos con riesgo de enmudecer. Empápalos del arrojo que doblegue la infamia, de caricias que despierten su rabia, que estornuden esperanza y se contagien la importancia de las cosas del querer.

Haz de cada gota una espada que derribe fronteras, una estrella fugaz lumbre de hogueras, vientre ardiente para vileza y miserias cada anochecer; una lágrima desbordada de la mirada, que escribe en la piel lo que le dicta el alma, y deja en los surcos de su huella mojada la vida dibujada con un fino pincel.

Llueve lluvia cortinas de nostalgia, que llueva siempre esa edad abotonada a la infancia, y en sus charcos de luz salpicados se diviertan los pies. Que las nubes disparen manantiales de inocencia, que nos enjabonen de amor hasta perder la conciencia, mientras en el cielo un arco iris pinta de colores el jardín donde florecer.

 «La lluvia es un espejo que me ayuda a verte bien»

Fito PÁEZ

 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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