Lucía: somos reales en la medida en que conectamos con el lector

por | Ago 29, 2023 | Blog | 0 Comentarios

Lucía Inspiración

 

—¿Otra vez tú por aquí?

—Yo también me alegro de verte, Lucía. ¿Estás bien?

—De puta madre, ¿por qué lo dices?

—Porque me he leído Lucía Intuición y…

—No me digas que te he hecho llorar.

—No me esperaba ese final.

—A ti es fácil sorprenderte…

—¿Entonces, estás bien?

—¿Lo preguntas como periodista o como psicólogo?

—Te repito lo que ya te dije la otra vez: hago mi trabajo.

—Es una pregunta demasiado ambigua, así que te repito lo que yo también te dije: haz mejor las preguntas.

—Vale. ¿A qué versión de ti misma nos vamos a encontrar en Lucía Inspiración?

—A un poquito de todas: la encabronada, la visceral, la irreflexiva, la imperfecta, la deslenguada, la imbécil, la apasionada, la insegura, la curranta, la tierna, la egoísta, la payasa…

—Me estás haciendo trampas.

—Pues quéjate a la autora…

—Me ha vuelto a remitir a ti. Sigue sin querer verme…

—No la culpo…

—En esa lista falta la amargura…

—¡Tal vez! Mis talentos son infinitos; a veces soy incapaz de verlos todos… Esto de ser ciega tiene sus limitaciones…

—¿De verdad crees que Javi…?

—¡Plumilla, como me ha hagas spoiler te desdibujo el recto!

—Va a ser muy difícil preguntar sin hablar de Javi.

—Si hubieras leído el libro vendrías mejor preparado.

—¿Por qué Inspiración?

—Porque hay literatura, y música, y sentimientos, y…

—Y tú canalizas toda esa inspiración.

—Soy jodidamente inspiradora… Ahí tienes un titular.

—¿No es un poco pretencioso que un personaje diga eso?

—Así que un personaje….

—¿Acaso no lo eres?

—Ahora mismo lo soy tanto como tú.

—Vaya, así que Lucía se está haciendo mayor…

—¿Por qué dices eso?

—Porque es la primera vez que te veo ofendida por algo.

—Tú en cambio te recreas en la torpeza. Yo estoy tan viva como don Quijote lo estuvo para Cervantes o Alicia para Lewis Carroll. Somos reales en la medida en que conectamos con el lector. En realidad es el público el que nos hace palpitar.

—Y tú tienes un club de fans…

—Lo que tengo es una historia que suena a verdad, no a bizcochito lleno de azúcar glas. Ahora sí puedes decir que soy pretenciosa.

—O sea, que te ves como una futura “Alicia”.

—No. Me veo como Lucía. A unos les gustaré más, a otros menos y a algunos incluso nada. Pero sé que para unos pocos soy más real que mucha gente con la que se cruza a diario. Dime plumilla ¿soy real para tí?

—Aquí las preguntas las hago yo. ¿Sabes una cosa?

—No.

—He cambiado la opinión que tenía de Lord Byron gracias a ti.

—No me hagas la pelota.

—Va en serio. Antes pensaba que era un capullo arrogante, un autor sobrevalorado. Contigo he aprendido a verlo de otro modo.

—Un poco capullo sí era, pero me alegra que le hayas dado una segunda oportunidad. Gracias por la parte que me toca.

—¿Tú eres de las que das segundas oportunidades?

—Depende.

—¿De qué?

—Del agravio, del daño, de la negociación, de la autenticidad…, especialmente de la autenticidad.

—¿Te reconoces en él?

—¿En quién?

—¿No estamos hablando de Lord Byron?

—Muy hábil, plumilla. Progresas adecuadamente. ¿Qué si me reconozco en lo de capullo?

—En todo.

—En cierto modo. Ambos tenemos una discapacidad que nos ha hecho más fuertes. Çompartimos la desinhibición del carácter, el sarcasmo, la acidez dialéctica y sobre todo y por encima de todo, la pasión por la vida.

—¿Y qué te ha enseñado Byron?

—A no juzgar, es un defecto que tengo que pulir. A entender el romanticismo como esa pulsión que nos hace sentirnos vivos, lejos de las pasteladas con las que hoy se viste.

—Por eso está el Manifiesto del Romanticismo de Byron al principio del libro.

—Supongo que eso es una declaración de principios de la autora.

—Y una declaración de intenciones es la música que ha elegido para ambientar tu universo. Me encanta.

—No se lo atribuyas a ella. Después del aquel primer capítulo con Bosé tuve que corregirla un poco.

—Pues que sepas que en ocasiones me he ido a Youtube a buscar la canción que sonaba de fondo en alguna escena. La de Roy Hawkins me flipa.

—Así que, después de todo, plumilla, sí que has leído el segundo libro…

—No deberías subestimarme tanto, Lucía.

—No lo hago. De hecho, empiezas a caerme bien…

—¿No me preguntas si me ha gustado el libro?

—Sé que te ha gustado… A pesar de esa pose de chico frío la historia te ha calentado el pecho.

—No seré yo quien desmienta a tu intuición…

—Es que en el fondo te gusto…

—Me gusta tu frescura. No lo niego.

—¿Ves? Tú también me haces real.

—¿Habrá más?

—Esa es otra pregunta para la autora…

—Tal vez a la tercera quiera verme.

—No desistas. Nunca se sabe…

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—¿Otra vez tú por aquí?

—Yo también me alegro de verte, Lucía. ¿Estás bien?

—De puta madre, ¿por qué lo dices?

—Porque me he leído Lucía Intuición y…

—No me digas que te he hecho llorar.

—No me esperaba ese final.

—A ti es fácil sorprenderte…

—¿Entonces, estás bien?

—¿Lo preguntas como periodista o como psicólogo?

—Te repito lo que ya te dije la otra vez: hago mi trabajo.

—Es una pregunta demasiado ambigua, así que te repito lo que yo también te dije: haz mejor las preguntas.

—Vale. ¿A qué versión de ti misma nos vamos a encontrar en Lucía Inspiración?

—A un poquito de todas: la encabronada, la visceral, la irreflexiva, la imperfecta, la deslenguada, la imbécil, la apasionada, la insegura, la curranta, la tierna, la egoísta, la payasa…

—Me estás haciendo trampas.

—Pues quéjate a la autora…

—Me ha vuelto a remitir a ti. Sigue sin querer verme…

—No la culpo…

—En esa lista falta la amargura…

—¡Tal vez! Mis talentos son infinitos; a veces soy incapaz de verlos todos… Esto de ser ciega tiene sus limitaciones…

—¿De verdad crees que Javi…?

—¡Plumilla, como me ha hagas spoiler te desdibujo el recto!

—Va a ser muy difícil preguntar sin hablar de Javi.

—Si hubieras leído el libro vendrías mejor preparado.

—¿Por qué Inspiración?

—Porque hay literatura, y música, y sentimientos, y…

—Y tú canalizas toda esa inspiración.

—Soy jodidamente inspiradora… Ahí tienes un titular.

—¿No es un poco pretencioso que un personaje diga eso?

—Así que un personaje….

—¿Acaso no lo eres?

—Ahora mismo lo soy tanto como tú.

—Vaya, así que Lucía se está haciendo mayor…

—¿Por qué dices eso?

—Porque es la primera vez que te veo ofendida por algo.

—Tú en cambio te recreas en la torpeza. Yo estoy tan viva como don Quijote lo estuvo para Cervantes o Alicia para Lewis Carroll. Somos reales en la medida en que conectamos con el lector. En realidad es el público el que nos hace palpitar.

—Y tú tienes un club de fans…

—Lo que tengo es una historia que suena a verdad, no a bizcochito lleno de azúcar glas. Ahora sí puedes decir que soy pretenciosa.

—O sea, que te ves como una futura “Alicia”.

—No. Me veo como Lucía. A unos les gustaré más, a otros menos y a algunos incluso nada. Pero sé que para unos pocos soy más real que mucha gente con la que se cruza a diario. Dime plumilla ¿soy real para tí?

—Aquí las preguntas las hago yo. ¿Sabes una cosa?

—No.

—He cambiado la opinión que tenía de Lord Byron gracias a ti.

—No me hagas la pelota.

—Va en serio. Antes pensaba que era un capullo arrogante, un autor sobrevalorado. Contigo he aprendido a verlo de otro modo.

—Un poco capullo sí era, pero me alegra que le hayas dado una segunda oportunidad. Gracias por la parte que me toca.

—¿Tú eres de las que das segundas oportunidades?

—Depende.

—¿De qué?

—Del agravio, del daño, de la negociación, de la autenticidad…, especialmente de la autenticidad.

—¿Te reconoces en él?

—¿En quién?

—¿No estamos hablando de Lord Byron?

—Muy hábil, plumilla. Progresas adecuadamente. ¿Qué si me reconozco en lo de capullo?

—En todo.

—En cierto modo. Ambos tenemos una discapacidad que nos ha hecho más fuertes. Çompartimos la desinhibición del carácter, el sarcasmo, la acidez dialéctica y sobre todo y por encima de todo, la pasión por la vida.

—¿Y qué te ha enseñado Byron?

—A no juzgar, es un defecto que tengo que pulir. A entender el romanticismo como esa pulsión que nos hace sentirnos vivos, lejos de las pasteladas con las que hoy se viste.

—Por eso está el Manifiesto del Romanticismo de Byron al principio del libro.

—Supongo que eso es una declaración de principios de la autora.

—Y una declaración de intenciones es la música que ha elegido para ambientar tu universo. Me encanta.

—No se lo atribuyas a ella. Después del aquel primer capítulo con Bosé tuve que corregirla un poco.

—Pues que sepas que en ocasiones me he ido a Youtube a buscar la canción que sonaba de fondo en alguna escena. La de Roy Hawkins me flipa.

—Así que, después de todo, plumilla, sí que has leído el segundo libro…

—No deberías subestimarme tanto, Lucía.

—No lo hago. De hecho, empiezas a caerme bien…

—¿No me preguntas si me ha gustado el libro?

—Sé que te ha gustado… A pesar de esa pose de chico frío la historia te ha calentado el pecho.

—No seré yo quien desmienta a tu intuición…

—Es que en el fondo te gusto…

—Me gusta tu frescura. No lo niego.

—¿Ves? Tú también me haces real.

—¿Habrá más?

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—No desistas. Nunca se sabe…

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—No me esperaba ese final.

—A ti es fácil sorprenderte…

—¿Entonces, estás bien?

—¿Lo preguntas como periodista o como psicólogo?

—Te repito lo que ya te dije la otra vez: hago mi trabajo.

—Es una pregunta demasiado ambigua, así que te repito lo que yo también te dije: haz mejor las preguntas.

—Vale. ¿A qué versión de ti misma nos vamos a encontrar en Lucía Inspiración?

—A un poquito de todas: la encabronada, la visceral, la irreflexiva, la imperfecta, la deslenguada, la imbécil, la apasionada, la insegura, la curranta, la tierna, la egoísta, la payasa…

—Me estás haciendo trampas.

—Pues quéjate a la autora…

—Me ha vuelto a remitir a ti. Sigue sin querer verme…

—No la culpo…

—En esa lista falta la amargura…

—¡Tal vez! Mis talentos son infinitos; a veces soy incapaz de verlos todos… Esto de ser ciega tiene sus limitaciones…

—¿De verdad crees que Javi…?

—¡Plumilla, como me ha hagas spoiler te desdibujo el recto!

—Va a ser muy difícil preguntar sin hablar de Javi.

—Si hubieras leído el libro vendrías mejor preparado.

—¿Por qué Inspiración?

—Porque hay literatura, y música, y sentimientos, y…

—Y tú canalizas toda esa inspiración.

—Soy jodidamente inspiradora… Ahí tienes un titular.

—¿No es un poco pretencioso que un personaje diga eso?

—Así que un personaje….

—¿Acaso no lo eres?

—Ahora mismo lo soy tanto como tú.

—Vaya, así que Lucía se está haciendo mayor…

—¿Por qué dices eso?

—Porque es la primera vez que te veo ofendida por algo.

—Tú en cambio te recreas en la torpeza. Yo estoy tan viva como don Quijote lo estuvo para Cervantes o Alicia para Lewis Carroll. Somos reales en la medida en que conectamos con el lector. En realidad es el público el que nos hace palpitar.

—Y tú tienes un club de fans…

—Lo que tengo es una historia que suena a verdad, no a bizcochito lleno de azúcar glas. Ahora sí puedes decir que soy pretenciosa.

—O sea, que te ves como una futura “Alicia”.

—No. Me veo como Lucía. A unos les gustaré más, a otros menos y a algunos incluso nada. Pero sé que para unos pocos soy más real que mucha gente con la que se cruza a diario. Dime plumilla ¿soy real para tí?

—Aquí las preguntas las hago yo. ¿Sabes una cosa?

—No.

—He cambiado la opinión que tenía de Lord Byron gracias a ti.

—No me hagas la pelota.

—Va en serio. Antes pensaba que era un capullo arrogante, un autor sobrevalorado. Contigo he aprendido a verlo de otro modo.

—Un poco capullo sí era, pero me alegra que le hayas dado una segunda oportunidad. Gracias por la parte que me toca.

—¿Tú eres de las que das segundas oportunidades?

—Depende.

—¿De qué?

—Del agravio, del daño, de la negociación, de la autenticidad…, especialmente de la autenticidad.

—¿Te reconoces en él?

—¿En quién?

—¿No estamos hablando de Lord Byron?

—Muy hábil, plumilla. Progresas adecuadamente. ¿Qué si me reconozco en lo de capullo?

—En todo.

—En cierto modo. Ambos tenemos una discapacidad que nos ha hecho más fuertes. Çompartimos la desinhibición del carácter, el sarcasmo, la acidez dialéctica y sobre todo y por encima de todo, la pasión por la vida.

—¿Y qué te ha enseñado Byron?

—A no juzgar, es un defecto que tengo que pulir. A entender el romanticismo como esa pulsión que nos hace sentirnos vivos, lejos de las pasteladas con las que hoy se viste.

—Por eso está el Manifiesto del Romanticismo de Byron al principio del libro.

—Supongo que eso es una declaración de principios de la autora.

—Y una declaración de intenciones es la música que ha elegido para ambientar tu universo. Me encanta.

—No se lo atribuyas a ella. Después del aquel primer capítulo con Bosé tuve que corregirla un poco.

—Pues que sepas que en ocasiones me he ido a Youtube a buscar la canción que sonaba de fondo en alguna escena. La de Roy Hawkins me flipa.

—Así que, después de todo, plumilla, sí que has leído el segundo libro…

—No deberías subestimarme tanto, Lucía.

—No lo hago. De hecho, empiezas a caerme bien…

—¿No me preguntas si me ha gustado el libro?

—Sé que te ha gustado… A pesar de esa pose de chico frío la historia te ha calentado el pecho.

—No seré yo quien desmienta a tu intuición…

—Es que en el fondo te gusto…

—Me gusta tu frescura. No lo niego.

—¿Ves? Tú también me haces real.

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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