Otoño de mis principios

por | Oct 24, 2019 | Blog | 12 Comentarios

Foto: Hans Braxmeier
No sé qué pasa este año, pero el otoño se resiste a cubrir el aire con su presencia. Tal vez los gorriones le han entretenido y se enredó entre las nubes. O tal vez se durmió en brazos del calor estival, y le da pereza desprenderse de ese hábito cálido y sedante.

Sabe que añoro su luz ambarina y su sabor a canela. Que me hipnotiza cómo cubre de nostalgia ciudades y praderas; cómo deja el silencio suspendido en los balcones, en las hojas de los árboles, en los colores dibujados a brochazos en el horizonte cuando se acaba el día.
Sabe que su pálpito es un vendaval de serenidad necesario para sosegar nuestro espíritu. Un murmullo meloso y apaciguador que pausa el ritmo, que detiene el paso. En esa quietud es fácil descifrar el vuelo de una mariposa, ver el crecimiento de una flor en su maceta, sentir cada segundo del tiempo como la gota de lluvia que cae, de repente, y nos despierta.

Su resistencia me inquieta

De su mano suelo ir al final de mis capítulos para pasar página, al borde del precipicio a vaciar los miedos que se esconden tras la trinchera. En su templanza duerme el instinto de supervivencia, el estribillo de una nueva canción, un quizás y nuevas certezas. De su inspiración llueven ideas renovadas que recogemos con cuidado, porque enseguida se escapan; activamos el cerebro con otras cosas mundanas; sonreímos, o no, y preparamos el cuerpo para vestirlo de blanco rutina, de rojo seducción, de verde esperanza o azul imaginación, según nos dicte el ánimo.

El otoño regala esa melancolía agridulce que nos pellizca el alma. Se introduce por la cerradura de nuestro espíritu con sigilo, con astuta clarividencia, ofreciendo en esa nebulosa nostálgica su aura de misteriosa paz, su dulce asiento.

Tal vez sea eso, que ya está aquí, y yo aún no lo siento; que este año tengo la sensibilidad dormida, que mi corazón todavía brinca por la inercia del verano, y ahora el otoño se me olvida….
Pero no, la luz de este octubre acaba de hacerme un guiño. Ya me sabe a ocre el cielo, ya despide su aroma el suelo, ya oigo los truenos, ceñudos, carraspeando ante mi vacilación, pidiéndome que esté atenta, porque el otoño llega con su manto impecable anunciando días nuevos.

“Tenemos derecho a aspirar el perfume de este otoño y pedirle a la noche un sueño”
MAHMUD DARWISH

 

Foto: Hans Braxmeier
No sé qué pasa este año, pero el otoño se resiste a cubrir el aire con su presencia. Tal vez los gorriones le han entretenido y se enredó entre las nubes. O tal vez se durmió en brazos del calor estival, y le da pereza desprenderse de ese hábito cálido y sedante.

Sabe que añoro su luz ambarina y su sabor a canela. Que me hipnotiza cómo cubre de nostalgia ciudades y praderas; cómo deja el silencio suspendido en los balcones, en las hojas de los árboles, en los colores dibujados a brochazos en el horizonte cuando se acaba el día.
Sabe que su pálpito es un vendaval de serenidad necesario para sosegar nuestro espíritu. Un murmullo meloso y apaciguador que pausa el ritmo, que detiene el paso. En esa quietud es fácil descifrar el vuelo de una mariposa, ver el crecimiento de una flor en su maceta, sentir cada segundo del tiempo como la gota de lluvia que cae, de repente, y nos despierta.

Su resistencia me inquieta

De su mano suelo ir al final de mis capítulos para pasar página, al borde del precipicio a vaciar los miedos que se esconden tras la trinchera. En su templanza duerme el instinto de supervivencia, el estribillo de una nueva canción, un quizás y nuevas certezas. De su inspiración llueven ideas renovadas que recogemos con cuidado, porque enseguida se escapan; activamos el cerebro con otras cosas mundanas; sonreímos, o no, y preparamos el cuerpo para vestirlo de blanco rutina, de rojo seducción, de verde esperanza o azul imaginación, según nos dicte el ánimo.

El otoño regala esa melancolía agridulce que nos pellizca el alma. Se introduce por la cerradura de nuestro espíritu con sigilo, con astuta clarividencia, ofreciendo en esa nebulosa nostálgica su aura de misteriosa paz, su dulce asiento.

Tal vez sea eso, que ya está aquí, y yo aún no lo siento; que este año tengo la sensibilidad dormida, que mi corazón todavía brinca por la inercia del verano, y ahora el otoño se me olvida….
Pero no, la luz de este octubre acaba de hacerme un guiño. Ya me sabe a ocre el cielo, ya despide su aroma el suelo, ya oigo los truenos, ceñudos, carraspeando ante mi vacilación, pidiéndome que esté atenta, porque el otoño llega con su manto impecable anunciando días nuevos.

“Tenemos derecho a aspirar el perfume de este otoño y pedirle a la noche un sueño”
MAHMUD DARWISH

 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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