Silencio

por | Ene 21, 2021 | Blog | 2 Comentarios

Silencio, niebla

Imagen Pixabay

Recuerdan  las piedras el silencio del camino en el polvo suspendido, en la hierba asilvestrada que despeina el viento con su baile exiguo, al son de una música sin nombre todavía por descifrar. Recuerdan que es el mismo silencio solemne que ascendía por los muros de otros siglos, que se deslizaba entre los dedos de tiempos antiguos enarbolando una promesa de eternidad.

Se me enreda en la piel el silencio que la luz breve deja en las gotas del rocío; en los mediodías fluorescentes que silban sobre cauces impacientes, sorprendidos, y callan de pronto sus aguas para dormir en paz. Se me llena la boca con su sabor envejecido, con esa forma muda de saciar la sed de mis sentidos y escribir en su huella el manifiesto explícito de mi vulnerabilidad.

Hay un insondable silencio en esa ternura patrimonio de los niños; en las sólidas manos de madres que aman ajenas a incentivos, porque solo saben amar en incondicional. Lo hay en los ojos vidriosos de quienes tanto han vivido, de los que acomodan el final del partido a esa receta de afectos prescritos a domicilio, prestos a su recibo aunque lo hayan de mendigar.

Otros silencios se tensan de azufre, se ciernen oscuros, cuartean la bondad del aire con un aullido agudo y corrompido que suele avisar calamidad. Mejor si se liberan dóciles y recuperan el equilibrio, que radie el sol tras el diluvio y el silencio tararee su mejor estribillo en la frecuencia secreta de su banda sonora original.

Y así encuentro el silencio en el pasar de las horas, cuando estas llegan solas, sin más propósito que su viaje fugaz. Y se me pega a las manos, fecunda mis ojos, contritos, me dejo mecer por su abrigo antes de verlo marchar.

Reclama el silencio la voz que le hemos sustraído, ese rumor de la nada que nace en el límite de un suspiro, que envuelve la luz en un trazo indefinido de imperturbable serenidad. Es el clamor del misterio en la boca del precipicio, la magia de una semilla que ha florecido, la historia de un momento absoluto, magnífico, que casi, casi, he estado a punto de atrapar.

 “El silencio es el único amigo que jamás traiciona»

Confucio 

Silencio, niebla

Imagen Pixabay

Recuerdan  las piedras el silencio del camino en el polvo suspendido, en la hierba asilvestrada que despeina el viento con su baile exiguo, al son de una música sin nombre todavía por descifrar. Recuerdan que es el mismo silencio solemne que ascendía por los muros de otros siglos, que se deslizaba entre los dedos de tiempos antiguos enarbolando una promesa de eternidad.

Se me enreda en la piel el silencio que la luz breve deja en las gotas del rocío; en los mediodías fluorescentes que silban sobre cauces impacientes, sorprendidos, y callan de pronto sus aguas para dormir en paz. Se me llena la boca con su sabor envejecido, con esa forma muda de saciar la sed de mis sentidos y escribir en su huella el manifiesto explícito de mi vulnerabilidad.

Hay un insondable silencio en esa ternura patrimonio de los niños; en las sólidas manos de madres que aman ajenas a incentivos, porque solo saben amar en incondicional. Lo hay en los ojos vidriosos de quienes tanto han vivido, de los que acomodan el final del partido a esa receta de afectos prescritos a domicilio, prestos a su recibo aunque lo hayan de mendigar.

Otros silencios se tensan de azufre, se ciernen oscuros, cuartean la bondad del aire con un aullido agudo y corrompido que suele avisar calamidad. Mejor si se liberan dóciles y recuperan el equilibrio, que radie el sol tras el diluvio y el silencio tararee su mejor estribillo en la frecuencia secreta de su banda sonora original.

Y así encuentro el silencio en el pasar de las horas, cuando estas llegan solas, sin más propósito que su viaje fugaz. Y se me pega a las manos, fecunda mis ojos, contritos, me dejo mecer por su abrigo antes de verlo marchar.

Reclama el silencio la voz que le hemos sustraído, ese rumor de la nada que nace en el límite de un suspiro, que envuelve la luz en un trazo indefinido de imperturbable serenidad. Es el clamor del misterio en la boca del precipicio, la magia de una semilla que ha florecido, la historia de un momento absoluto, magnífico, que casi, casi, he estado a punto de atrapar.

 “El silencio es el único amigo que jamás traiciona»

Confucio 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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