Voces desde mi salón
Llevo miles de gracias eternas cosidas al dobladillo de mi corazón. Se forjaron en las trincheras de aquellos silencios rotos que, ocultos del tiempo, secuestraron mi voz, cuando la madrugada corría en círculos y decenas de manos amigas hicieron suyo mi dolor. Llevo un reconocimiento impagable, una cuenta pendiente que quiero expresar hoy.
Pensé que la soledad sería para siempre mi luna y el azar una bribona fortuna que jugaba sus cartas a traición. Por una cara tristeza, por la otra, amargura, lanzaba la moneda al aire siempre con el mismo farol. Era un latido inerte, un hola en ayunas, los mil pedazos sin nombre de una página en blanco esparcidos por el salón.
Echó mi estrella una ojeada, y allí acurrucada compadeciéndome me descubrió, tanteando las sombras ceñudas que en el suelo hacían un brindis al sol. De los escombros desordenados la luz halló pólvora para extraer un filón, porque la noche no todo lo mata, y lo que en ti no ha muerto renace consciente de que la vida, solo es vida, si hay convulsión.
Se ha mudado mi alma a un salón con vistas a los sueños que invocan revolución, atenta a cómo parpadean las aves, a cómo vocean los duendes bajo el escrutinio de mi inspiración. Allí los días se cuelgan del tiempo, allí confisco la primavera que una vez se fugó; allí descansa la noche de su porte inquieto y cede su lecho a la imaginación.
Llevo mi gratitud tatuada con todas esas manos asaltadas por la emoción, con las palabras que brotaron sinceras y cargaron mi mochila cuando su peso me superó. Viaja el agradecimiento en cada texto que creo, en cada cuento que fluye de dentro destapando su vocación: un tributo a los que me dieron su aliento y me ayudaron a recordar la persona que soy.
“La gratitud nos hace felices porque
son raras las ocasiones en que se nos hace visible.«
Stefan Zweig
Llevo miles de gracias eternas cosidas al dobladillo de mi corazón. Se forjaron en las trincheras de aquellos silencios rotos que, ocultos del tiempo, secuestraron mi voz, cuando la madrugada corría en círculos y decenas de manos amigas hicieron suyo mi dolor. Llevo un reconocimiento impagable, una cuenta pendiente que quiero expresar hoy.
Pensé que la soledad sería para siempre mi luna y el azar una bribona fortuna que jugaba sus cartas a traición. Por una cara tristeza, por la otra, amargura, lanzaba la moneda al aire siempre con el mismo farol. Era un latido inerte, un hola en ayunas, los mil pedazos sin nombre de una página en blanco esparcidos por el salón.
Echó mi estrella una ojeada, y allí acurrucada compadeciéndome me descubrió, tanteando las sombras ceñudas que en el suelo hacían un brindis al sol. De los escombros desordenados la luz halló pólvora para extraer un filón, porque la noche no todo lo mata, y lo que en ti no ha muerto renace consciente de que la vida, solo es vida, si hay convulsión.
Se ha mudado mi alma a un salón con vistas a los sueños que invocan revolución, atenta a cómo parpadean las aves, a cómo vocean los duendes bajo el escrutinio de mi inspiración. Allí los días se cuelgan del tiempo, allí confisco la primavera que una vez se fugó; allí descansa la noche de su porte inquieto y cede su lecho a la imaginación.
Llevo mi gratitud tatuada con todas esas manos asaltadas por la emoción, con las palabras que brotaron sinceras y cargaron mi mochila cuando su peso me superó. Viaja el agradecimiento en cada texto que creo, en cada cuento que fluye de dentro destapando su vocación: un tributo a los que me dieron su aliento y me ayudaron a recordar la persona que soy.
“La gratitud nos hace felices porque
son raras las ocasiones en que se nos hace visible.«
Stefan Zweig
Hola, Matilde.
Qué entrada más bella y sentida. Transmite bondad, esperanza, libertad, es realmente preciosa. Alegra solo con leerla, y en cada reglón, regala una sonrisa. Gracias.
Conmueve el alma.
Un fuerte abrazo.
Hola Irene,
Si te conmueve probablemente sea porque sabes de qué hablo, ese agradecimiento a veces tan difícil de demostrar que una cree que nunca es suficiente y, sin embargo, al final te das cuenta que la mera correspondencia en ese cariño recibido ya es una forma inapelable de dar las gracias.
Gracias por tus bonitas palabras, Irene. De verdad.
Un abrazo
Nunca dejas de sorprenderme para bien, Matilde.
Hay tanta emoción y tanta belleza en tus letras y en tu voz que no me extraña en absoluto que este mes de abril haya sido tan luminoso para ti. Tu obra emana autenticidad en un mundo que anda muy necesitado de ella. Y los lectores no somos tontos: sabemos reconocer lo bueno en cuanto hojeamos uno de tus libros.
Espero y deseo que este abril fluya en muchos mayos, junios, julios y todos los meses y años que les sigan. Escritores hay muchos, pero Matilde Bello sólo hay una y es brillante, sin dejar de ser cercana. Y eso aún te hace más grande.
Me siento una privilegiada por haberte descubierto.
Un abrazo enorme.
Hola Estrella,
Lectores y escritores somos vasos comunicantes unos de otros y en nuestro caso la savia fluye de modo completamente recíproco. Gracias siempre por tu fidelidad, por tu ánimo, por esa confianza que tan bien despiertas en mí.
Yo también me siento privilegiada de haber conocido un alma como la tuya, con esa capacidad para transmitir serenidad.
Muchas gracias, Estrella. Por todo.
Un abrazo
¡Hola, Matilde! Jo, has sabido desarrollar la cita Zweig con toda la belleza y emoción de la que es capaz tu pluma. La soledad es un infierno cuando no es deseada y el paraíso cuando es buscada. Pero al final siempre debemos abrir las puertas de nuestro salón para demostrarnos que la vida está fuera, deseando conocernos. Trayéndonos el regalo de su compañía y de su consuelo. El precio es la gratitud, quizá el mayor acto de felicidad que se puede regalar. Un abrazo!
Lo has expresado muy bien, el mayor acto de felicidad que se puede regalar. Y sí, la soledad invita al infierno y regala paraísos por igual, es difícil que se mantenga fiel a uno solo de sus lados, pero lo importante es que fuera de sus brazos hay mucha vida….
Gracias David por tu acompañamiento.
Un abrazo