¡Justo a tiempo!
–Buenas tardes –saluda la señora de chaqueta verde y cabello gris.
–Hola –responde el joven de chaleco acolchado sobre suéter azul. –¿Piso? –pregunta amablemente.
–Último –indica ella.
El joven echa un vistazo y pulsa el decimoctavo.
–¡Vaya tiempo! Exclama ella en cuanto cierran puertas.
Él asiente con una mueca entre impaciente y resignada.
–Con este tiempo yo antes jugaba al parchís con mi marido –explica ella de pronto–, pero como ahora está muerto miro por la ventana. Dicen que el tiempo no puede detenerse. ¡Ja! –se ríe, nerviosa–. Tú observa un día de lluvia y solo verás fantasmas coagulados en los cristales. La misma lluvia sobre los mismos tejados con el mismo puto gato de siempre maullando eternamente. Odio los gatos.
Entonces mira al joven y prácticamente le acusa:
–No tienes ni idea de qué hablo ¿verdad? ¡Qué vas a saber! Los jóvenes pensáis que tenéis todo el tiempo del mundo por delante. Pues que sepas que el tiempo es un cabrón que a veces se retuerce sobre sí mismo solo para que veas cómo chilla un gato.
El joven se agacha, deja el paquete cuidadosamente en el suelo y lanza una patada vertical a la nuez de la mujer. Fin de la conversación.
¡Undécimo!, parpadea el ascensor. Justo a tiempo, piensa.
Llama al timbre.
– ¡Amazon! –anuncia.
–¡Ya era hora! Habíais dicho antes de las tres –protesta un señor.
–¡No sabe cómo está el tiempo! –se excusa–, y baja las escaleras recordando comprar comida para el gato.
–Buenas tardes –saluda la señora de chaqueta verde y cabello gris.
–Hola –responde el joven de chaleco acolchado sobre suéter azul. –¿Piso? –pregunta amablemente.
–Último –indica ella.
El joven echa un vistazo y pulsa el decimoctavo.
–¡Vaya tiempo! Exclama ella en cuanto cierran puertas.
Él asiente con una mueca entre impaciente y resignada.
–Con este tiempo yo antes jugaba al parchís con mi marido –explica ella de pronto–, pero como ahora está muerto miro por la ventana. Dicen que el tiempo no puede detenerse. ¡Ja! –se ríe, nerviosa–. Tú observa un día de lluvia y solo verás fantasmas coagulados en los cristales. La misma lluvia sobre los mismos tejados con el mismo puto gato de siempre maullando eternamente. Odio los gatos.
Entonces mira al joven y prácticamente le acusa:
–No tienes ni idea de qué hablo ¿verdad? ¡Qué vas a saber! Los jóvenes pensáis que tenéis todo el tiempo del mundo por delante. Pues que sepas que el tiempo es un cabrón que a veces se retuerce sobre sí mismo solo para que veas cómo chilla un gato.
El joven se agacha, deja el paquete cuidadosamente en el suelo y lanza una patada vertical a la nuez de la mujer. Fin de la conversación.
¡Undécimo!, parpadea el ascensor. Justo a tiempo, piensa.
Llama al timbre.
– ¡Amazon! –anuncia.
–¡Ya era hora! Habíais dicho antes de las tres –protesta un señor.
–¡No sabe cómo está el tiempo! –se excusa–, y baja las escaleras recordando comprar comida para el gato.
Genial, Matilde. En muy pocas palabras has perfilado perfectamente a los protagonistas, sobre todo a la señora. La frase que habla del parchís y los días de lluvia contiene una vida entera de frustración y desengaño. Me ha gustado muchísimo también el tono seco y sin concesiones de la historia. Un micro magnífico. Muchas felicidades.
Sí, muy bien vista la lectura entre líneas, de hecho, en este micro he tratado de hilar un argumento con lo que NO se dice.
Muchísimas gracias por tu generosa valoración, Marta.
Un abrazo
Que intriga. ¿Cuál será el el propósito del asesinato¡
Bien contado. Un abrazo.
Ja, ja… Tal vez no lo he contado tan bien….
Gracias por tu comentario.
Saludos
¡Genial Matilde! breve y contundente. Me llega a la mente las brechas generacionales, la señora ya tan golpeada por la vida y amargada, el muchacho, tan impulsivo, y al final nos queda un cadáver en el elevador. Buenísimo, saludos.
Gracias, Ana
Por pasar y comentar.
Un saludo
Estupendo relato, Matilde. El desarrollo es magnífico. El concepto tiempo suele ser a veces un concepto fantasmagórico. Saludos!
Hola Mayte,
A veces pasa eso, que vivimos entre fantasmas…
Muchas gracias por pasarte y comentar.
Muy expeditivo, el muchacho, je,je.
Esas típicas conversaciones de ascensor son de lo más triviales y aburridas, menos esta que, aun siendo un monólogo, tiene, por lo menos, un final fuera de lo normal. Yo creo que los de Amazon van tan estresados con la entrega de tantos paquetes en un tiempo récord, que es mejor no importunarles demasiado, ja,ja,ja.
Muy buen micro, amiga.
Un saludo.
Hola Josep María,
Sí. El binomio Tiempo – Repartidor de Amazon no parece encajar bien las bromas de ascensor.
Gracias por pasar
Un abrazo
Joder con el repartidor. Da para una película este karateca de los ascensores.
La mujer es un pedazo de personaje y de cadáver.
Muy buen aporte, Matilde.
Sí. Parece un karateka sensible a los gatos… je, je..
Gracias por tu comentario, Pedro.
Un abrazo
Si la señora hubiera hecho caso al refrán : “Más vale estar cayada y parecer tonta, q hablar y q te descubran”. Seguiría viendo llover a través de los cristales..
Como siempre Brava!! Mati
La incontinencia verbal tiene sus desventajas… ja, ja..
Un abrazo
Ja, ja, qué bueno. Yo también tengo un gato y, aunque no mataría por él, no me gusta que me hablen mal de esos bichos tan encantadores. Un micro genial y con su punto de humor.
Un beso.
Gracias, Rosa
Tal vez la señora pensó que tenía siete vidas…
Gracias por pasar y comentar
Nunca se debe hablar así a un repartidor. Y más si van con un paquete de Amazon. Ahí la presión y el estrés son brutales. Como la patada 😉
Tal vez la señora solo quería conversación…, o tal vez buscaba que le cerraran la boca… je, je
Gracias por pasarte
Matilde, que bueno, me has hecho reír, por si acaso no le daré mucha conversación a repartidor alguno.
Un abrazo y buen finde.
Me alegra haberte divertido.
Un saludo amigo
Me ha encantado Matilde. Sutil, sin masticar, dejando a nuestra imaginación lo que no se cuenta. Me ha gustado tanto que he escrito otro basándome en el tuyo. Imagino la cara de hartazgo del recadero y el inquisitorial dedo de la señora de pelo gris. A ver si esta tarde lo termino de peinar y lo subo.
He estado ausente unos días pero ahora me paso a ver qué te cuentas y a ver qué has hilado después de este «despropósito».
Gracias Isabel por pasar
¡Hola, Matilde! Un micro fantástico en el que muestras ese conflicto generacional entre quien el tiempo se alarga al infinito y quien apenas tiene tiempo para cumplir sus obligaciones. Dos puntos de vista que, desgraciadamente para la señora, entraron en ebullición por ese gato que, barrunto, bien podría ser motivo de una discordia anterior al encuentro ¿fortuito? en el ascensor. Estupendo aporte! Un abrazo!!
Lo que cada uno «barrunta» a propósito de este texto está bien. Personalmente, me encanta que cada uno cierre la historia con sus propias aportaciones. ¿Qué llevó a la mujer a semejante perorata? ¿Por qué el joven tuvo una reacción fatal? Creo que todas las respuestas imaginables son igual de válidas y oportunas.
Las personas mayores dicen cosas muy raras, asi es como se les quita lo charlatan
Ja, ja…Sí, me temo que esta señora no practica aquel refrán de «en boca cerrada no entran moscas…»
Hola, Matilde. La viejita destilando veneno te quedó perfecta. Y el de Amazon! un espectáculo.
Muy bueno.
Un abrazo
Toma ya, je, je. En la era de los repartidores hay que andarse con ojo. Genial, Matilde, en poquísimas palabras has abordado a unos personajes que te quedan redondos, y todo llevado con ese magistral juego de diálogo y acotación precisa.
Magnífico.
Un abrazo!
Gracias Pepe
Ha sido más bien un monólogo con un espectador en un mal día.. je, je
Espectáculo surrealista, pero espectáculo al fin y al cabo.
Gracias Mirna
Hola ? buen relato con una chispa de humor. Saludos cordiales desde Puerto La Cruz Anzoátegui Venezuela de Raquel Peña de Perlas narrativas
Muchas gracias, Raquel
Sí, un humor algo surrealista, pero sí.
Muchas gracias por pasarte.
Un saludo
Hola Matilde, lo he leído dos veces, es porque he flipado con la conversación trans-elevadora. ¡Qué agresividad postmoderna! y una patada certera para acabar con toda la generación de ancianos. Es para reflexionar. Qué futuro nos espera. No sé si tomármelo a risa o ponerme a llorar. Es muy bueno. Un abrazote.
Hola Matilde. Un relato brutal, directo al grano, o a la nuez. Me ha encantado cómo has sabido darle su personalidad a los dos personajes en tan pocas palabras, y la forma en que has hecho subir la temperatura dentro del minúsculo habitáculo ha sido genial.
Felicidades.
Creo que subió la temperatura al mismo ritmo que la adrenalina…
tal vez si hubieran ido a un piso menos elevado no hubiera dado tiempo a la tragedia..
Muchas gracias por tu comentario y pasarte, Bruno.
Un abrazo
Hola Emerencia,
Me encanta eso de la conversación transelevadora…
Para que luego digan que hablar del tiempo en un ascensor es irrelevante…
Hola Matilde , muy bueno tu relato la verdad es que la anciana , aparte de tener mala leche con los gatos , esta hablaba demasiado. Me a gustado mucho tu micro. Saludos de flor..
Muchas gracias Flor y gracias por pasarte
Un abrazo
Muy buen relato, Matilde, un personaje que se construye a través de los diálogos y otro a través de sus silencios, y el gato como protagonista involuntario, maullando en los tejados triste y azul como decía Roberto Carlos. Un final que deja pensando. Un abrazo.
Ahí has dado en el clavo. La imagen del gato maullando en los tejanos no deja de crear un punto de histeria colectiva…
Gracias por tu comentario, Jorge.
Un abrazo
Hola, Matilde. Descubro un conflicto generacional insalvable. Yo tengo a los repartidores tipo Glovo entre respeto y lástima, así que jamás se me ocurriría andarles con melonadas y menos en un ascensor. Así que, no sé si hay más motivos, pero bien pegada la patada. Jajaja. Estupendo micro. Un abrazo.
Se acabó la conversación, así que sin duda la patada dio en el clavo (o en la nuez).
Gracias por tu exquisito comentario.
Un abrazo
Esto es lo que se llama una entrega inmediata… de muerte.
Lo que no me cuadra es esa patada directa a la nuez. Un ascensor muy amplio sería 😉
Un abrazo.
Hola Francisco,
Es que soy muy «Tarantinera»… Pensé, si Uma Thurman puede lanzar una patada frontal y casi perpendicular a un malvado japonés en Kill Bill, ¿cómo no va a poder pegar una patada vertical un jovenzuelo a una ancianita indefensa?
Je, je, gracias por tu aportación.
UN saludo
Puede parecer una broma, pero a mí los repartidores de Amazon cada vez me ponen más nerviosa, están estresados con tanto reparto y a algunos se les puede ir la pinza, sobre todo si dan con una borde como la señora de la chaqueta verde.
Genial. Me ha encantado el final.
Kirke
Por supuesto. Esta es una de las lecturas, las prisas mal gestionadas pueden provocar un ataque quién sabe de qué tipo…
Gracias por pasarte y comentar.
Un abrazo
Bien armado.. Me encantó que usaras diálogos y silencios, y deja mucha intriga en su lectura.
Un abrazo
Estos textos tan breves se prestan a los silencios y las elipsis…
Me alegra que te haya gustado y, con respecto a la intriga que comentas, en mi opinión, es la miga de cuando contamos algo totalmente surrealista y estrafalario, que cada lector realiza su lectura llenando esos huecos vacíos para darle su propia interpretación.
Gracias por tu comentario
Un abrazo
Cómo lo digo: Todo paquete imprevisto puede causar escozor. La historia real viene por dentro y a tiempo.
Saludos.
¡Tal cual! Escozor y urticaria… ¡Bien visto!
Un saludo
Ja, ja, ja. Totalmente inesperada la patada del joven. Y esa señora es todo un personaje.
Buen micro, me ha gustado.
Un saludo.
Gracias Cynthia
Un abrazo
Vaya, vaya, con el repartidor de Amazon… Creo que a partir de ahora voy a verlos de otra manera.
Me ha gustado mucho cómo has construido estos personajes en tan poco espacio. ¡Buen trabajo!
Un saludo.
Gracias MJ.
Saludos
¡Hola, Matilde! Esperaba ahora un repartidor que no se ha presentado y estaba pensando en reclamar, pero, después de leer tu micro, casi espero hasta mañana por si llega.
¡Qué duro y expeditivo el repartidor! No se anda con chiquitas. Me ha gustado.
Un saludo desde la Buhardilla de Tristán.
Hola Javier,
Me he pasado por tu blog para conocerte. Diría que no habíamos coincidido pero soy muy despistada así que puedo equivocarme.
Gracias por pasarte por aquí y… con los repartidores uno nunca sabe lo que se va a encontrar cuando abre la puerta…. mejor prudencia
Un saludo
Hola Matilde. Genial y sorprendente relato. Me encantó! Un abrazo ?
Gracias, Rosa
Abrazo
Hola, Matilde. Muy oportuno encontrarse con el repartidor en el ascensor, la buena señora ahora no se aburrirá los días de lluvia, coagulada en los cristales, podrá espiar al vecindario.
Saludos