¡Justo a tiempo!

por | Mar 15, 2022 | Ficción | 59 Comentarios

ascensor

–Buenas tardes –saluda la señora de chaqueta verde y cabello gris.

–Hola –responde el joven de chaleco acolchado sobre suéter azul. –¿Piso? –pregunta amablemente.

–Último –indica ella.

El joven echa un vistazo y pulsa el decimoctavo.

–¡Vaya tiempo! Exclama ella en cuanto cierran puertas.

Él asiente con una mueca entre impaciente y resignada.

–Con este tiempo yo antes jugaba al parchís con mi marido –explica ella de pronto–, pero como ahora está muerto miro por la ventana. Dicen que el tiempo no puede detenerse. ¡Ja! –se ríe, nerviosa–. Tú observa un día de lluvia y solo verás fantasmas coagulados en los cristales. La misma lluvia sobre los mismos tejados con el mismo puto gato de siempre maullando eternamente. Odio los gatos.

Entonces mira al joven y prácticamente le acusa:

–No tienes ni idea de qué hablo ¿verdad?  ¡Qué vas a saber! Los jóvenes pensáis que tenéis todo el tiempo del mundo por delante. Pues que sepas que el tiempo es un cabrón que a veces se retuerce sobre sí mismo solo para que veas cómo chilla un gato.

El joven se agacha, deja el paquete cuidadosamente en el suelo y lanza una patada vertical a la nuez de la mujer. Fin de la conversación.

¡Undécimo!, parpadea el ascensor. Justo a tiempo, piensa.

Llama al timbre.

– ¡Amazon! –anuncia.

–¡Ya era hora! Habíais dicho antes de las tres –protesta un señor.

–¡No sabe cómo está el tiempo! –se excusa–, y baja las escaleras recordando comprar comida para el gato.

 

 

 

 

 

 

ascensor

–Buenas tardes –saluda la señora de chaqueta verde y cabello gris.

–Hola –responde el joven de chaleco acolchado sobre suéter azul. –¿Piso? –pregunta amablemente.

–Último –indica ella.

El joven echa un vistazo y pulsa el decimoctavo.

–¡Vaya tiempo! Exclama ella en cuanto cierran puertas.

Él asiente con una mueca entre impaciente y resignada.

–Con este tiempo yo antes jugaba al parchís con mi marido –explica ella de pronto–, pero como ahora está muerto miro por la ventana. Dicen que el tiempo no puede detenerse. ¡Ja! –se ríe, nerviosa–. Tú observa un día de lluvia y solo verás fantasmas coagulados en los cristales. La misma lluvia sobre los mismos tejados con el mismo puto gato de siempre maullando eternamente. Odio los gatos.

Entonces mira al joven y prácticamente le acusa:

–No tienes ni idea de qué hablo ¿verdad?  ¡Qué vas a saber! Los jóvenes pensáis que tenéis todo el tiempo del mundo por delante. Pues que sepas que el tiempo es un cabrón que a veces se retuerce sobre sí mismo solo para que veas cómo chilla un gato.

El joven se agacha, deja el paquete cuidadosamente en el suelo y lanza una patada vertical a la nuez de la mujer. Fin de la conversación.

¡Undécimo!, parpadea el ascensor. Justo a tiempo, piensa.

Llama al timbre.

– ¡Amazon! –anuncia.

–¡Ya era hora! Habíais dicho antes de las tres –protesta un señor.

–¡No sabe cómo está el tiempo! –se excusa–, y baja las escaleras recordando comprar comida para el gato.

 

 

 

 

 

 

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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