La casa de la sidra
—¡Despierta, Daniel! Tienes que dejar de soñar siempre con lo mismo… —le instaba Joaquín, su sombra desde que llegó a “Maitia”.
—¡Es una maldita pesadilla, sabiondo!
—Te distraes demasiado… —le reprochaba aquel crío de once años cuya mirada oscura asomaba, a duras penas, tras un flequillo permanentemente en los ojos.
—¡Y a ti qué te importa …! —gruñía Daniel que, con trece, no toleraba que un mocoso lo reprendiera.
“Maitia” acogió a Daniel tras ser declarado huérfano y sufrir un tortuoso periplo por la engorrosa burocracia del Estado. ¿Por qué él no había muerto en el accidente de coche y sus padres sí? Nadie supo responderle. Ni el psicólogo que lo visitó en el hospital, ni la asistenta social, ni ahora don Julián, el tutor de aquella casa que decían “de la sidra”, adonde había ido a parar provisionalmente como si fuera un trasto pendiente de facturación.
Aquel viejo caserío de doble planta miraba al mediodía con sus fachadas enjalbegadas cubiertas de alegres glicinias. El rojo brillante que enmarcaba las ventanas, y el de la gran viga que hacía de dintel sobre el portalón de entrada, daban un aspecto de bienvenida al lugar. A Daniel le gustaba, especialmente, el lagar que aún conservaba el desván. Aquí es donde antiguamente hacían la sidra, explicó el tutor. Y allí se refugiaba cuando buscaba soledad.
—¿Es verdad que mataron a dos niños aquí? —le preguntó un día.
—¿Quién te ha dicho semejante cosa?
Daniel se encogió de hombros. Por muy pesado que fuera Joaquín, él no era un chivato.
—¡Bah, habladurías! —restó importancia don Julián.
Los cinco niños de la casa, menores que él, dejaron de insistirle la tercera vez que se negó a estar con ellos.
—¿No te gusta jugar? —le asediaba Joaquín.
—No me gustan los críos.
—Te crees muy mayor y no te enteras de nada… —le increpaba con las manos en los bolsillos.
Una tarde de lluvia que los muchachos descosían viendo la televisión, el tutor le llamó.
—Necesito ayuda, Daniel, acompáñame.
La habitación de don Julián olía a algo dulzón que no supo descifrar. Apenas tenía muebles, pero le llamó la atención el gran reloj de pared por el desquiciante tic tac que emitía ensuciando el aire.
—Córtame las uñas —ordenó sin más—, y extendió las manos al aire como si fuera a tocar el piano. Tic, tac, resonó.
Daniel se sentó y se vio reflejado en el espejo que había sobre el escritorio. Los ojos de don Julián le miraban tan hambrientos que de pronto recordó las advertencias de Joaquín. Dudó. Tic, tac, escuchó.
—Te enseño —resolvió el tutor ante su vacilación. Cogió su dedo corazón, —tic, tac, rechistó el reloj—, pones el filo de la tijera al ras de la yema y das un corte seco. ¡Crack! —El pedazo salió disparado a la mejilla del tutor, que dio un manotazo. Tic, tac—. Luego metes la punta de la tijera en el vértice, sin apretar, y repasas suavemente. ¡Crac!… La uña quedó impecable. Tic, tac.
—Ahora tú, Daniel —exigió.
El muchacho cogió el dedo corazón del hombre y siguió la misma pauta. ¡Crac! —hizo la primera uña.
—¡Perfecto! —le alentó don Julián. Tic, tac, porfiaba el tiempo.
Ya en el último dedo Daniel despegó la vista de aquellas manos rugosas. Alzó la cabeza. Un niño pelirrojo con una manzana le miraba fijamente desde el espejo. Apretó instintivamente la tijera. ¡Crac!. Se giró. No había nadie. Tic, tac. La sangre salía a borbotones del dedo del tutor.
—¡Zas! —le abofeteó violentamente el tutor.
Daniel se levantó, le devolvió la bofetada y salió corriendo dejando tras de sí aquel irritante tic tac.
Tal vez me he excedido, ponderó don Julián, y se fue en busca del chico. Escondido tras el lagar del desván Daniel no entendía su conducta. Jamás había pegado a un adulto. De pronto le invadió el mismo olor que en la habitación y supo qué era cuando vio rodar una manzana. En ese instante apareció el tutor.
—¡Daniel, tenemos que hablar!
El muchacho siguió el trazado de la fruta. Allí estaba de nuevo el chico del espejo, con un dedo en los labios en señal de silencio. Volvió a mirar al tutor. De su mano derecha brotaban espesos goterones de sangre que dejaban un rastro parduzco al reventar contra el suelo. Las manchas que se iban formando tensaron sus músculos.
—¡Ha sido un accidente! —apaciguaba don Julián.
Pero Daniel solo escuchaba los martillazos de su corazón en las sienes. No podía respirar. El niño del espejo señaló la manzana, que había girado hasta un viejo rastrillo. Abrió la boca y sonó un grito espeluznante:
—¡Ahoraaaaaa!
Daniel se sintió fuera de sí. Empuñó el rastrillo y se lanzó con todas sus fuerzas contra don Julián que, sorprendido, salió despedido por la ventana. Se desnucó en la viga del dintel antes de aterrizar en el suelo y acabar bajo la lluvia con los ojos abiertos.
—Hay que precintar el lugar. Reubiquen a los chavales y todo el mundo fuera —ordenó un juez más tarde. Y “Maitia” se clausuró.
Daniel echó un último vistazo antes de subir al coche policía.
El niño pelirrojo observaba desde una de las ventanas mientras comía una manzana. Joaquín, bajo el umbral, con ese estúpido flequillo retorciendo su mirada, y las manos en los bolsillos de aquel ridículo pantalón, dibujó una última sonrisa complacida y siniestra, antes de entrar en su casa.
—¡Despierta, Daniel! Tienes que dejar de soñar siempre con lo mismo… —le instaba Joaquín, su sombra desde que llegó a “Maitia”.
—¡Es una maldita pesadilla, sabiondo!
—Te distraes demasiado… —le reprochaba aquel crío de once años cuya mirada oscura asomaba, a duras penas, tras un flequillo permanentemente en los ojos.
—¡Y a ti qué te importa …! —gruñía Daniel que, con trece, no toleraba que un mocoso lo reprendiera.
“Maitia” acogió a Daniel tras ser declarado huérfano y sufrir un tortuoso periplo por la engorrosa burocracia del Estado. ¿Por qué él no había muerto en el accidente de coche y sus padres sí? Nadie supo responderle. Ni el psicólogo que lo visitó en el hospital, ni la asistenta social, ni ahora don Julián, el tutor de aquella casa que decían “de la sidra”, adonde había ido a parar provisionalmente como si fuera un trasto pendiente de facturación.
Aquel viejo caserío de doble planta miraba al mediodía con sus fachadas enjalbegadas cubiertas de alegres glicinias. El rojo brillante que enmarcaba las ventanas, y el de la gran viga que hacía de dintel sobre el portalón de entrada, daban un aspecto de bienvenida al lugar. A Daniel le gustaba, especialmente, el lagar que aún conservaba el desván. Aquí es donde antiguamente hacían la sidra, explicó el tutor. Y allí se refugiaba cuando buscaba soledad.
—¿Es verdad que mataron a dos niños aquí? —le preguntó un día.
—¿Quién te ha dicho semejante cosa?
Daniel se encogió de hombros. Por muy pesado que fuera Joaquín, él no era un chivato.
—¡Bah, habladurías! —restó importancia don Julián.
Los cinco niños de la casa, menores que él, dejaron de insistirle la tercera vez que se negó a estar con ellos.
—¿No te gusta jugar? —le asediaba Joaquín.
—No me gustan los críos.
—Te crees muy mayor y no te enteras de nada… —le increpaba con las manos en los bolsillos.
Una tarde de lluvia que los muchachos descosían viendo la televisión, el tutor le llamó.
—Necesito ayuda, Daniel, acompáñame.
La habitación de don Julián olía a algo dulzón que no supo descifrar. Apenas tenía muebles, pero le llamó la atención el gran reloj de pared por el desquiciante tic tac que emitía ensuciando el aire.
—Córtame las uñas —ordenó sin más—, y extendió las manos al aire como si fuera a tocar el piano. Tic, tac, resonó.
Daniel se sentó y se vio reflejado en el espejo que había sobre el escritorio. Los ojos de don Julián le miraban tan hambrientos que de pronto recordó las advertencias de Joaquín. Dudó. Tic, tac, escuchó.
—Te enseño —resolvió el tutor ante su vacilación. Cogió su dedo corazón, —tic, tac, rechistó el reloj—, pones el filo de la tijera al ras de la yema y das un corte seco. ¡Crack! —El pedazo salió disparado a la mejilla del tutor, que dio un manotazo. Tic, tac—. Luego metes la punta de la tijera en el vértice, sin apretar, y repasas suavemente. ¡Crac!… La uña quedó impecable. Tic, tac.
—Ahora tú, Daniel —exigió.
El muchacho cogió el dedo corazón del hombre y siguió la misma pauta. ¡Crac! —hizo la primera uña.
—¡Perfecto! —le alentó don Julián. Tic, tac, porfiaba el tiempo.
Ya en el último dedo Daniel despegó la vista de aquellas manos rugosas. Alzó la cabeza. Un niño pelirrojo con una manzana le miraba fijamente desde el espejo. Apretó instintivamente la tijera. ¡Crac!. Se giró. No había nadie. Tic, tac. La sangre salía a borbotones del dedo del tutor.
—¡Zas! —le abofeteó violentamente el tutor.
Daniel se levantó, le devolvió la bofetada y salió corriendo dejando tras de sí aquel irritante tic tac.
Tal vez me he excedido, ponderó don Julián, y se fue en busca del chico. Escondido tras el lagar del desván Daniel no entendía su conducta. Jamás había pegado a un adulto. De pronto le invadió el mismo olor que en la habitación y supo qué era cuando vio rodar una manzana. En ese instante apareció el tutor.
—¡Daniel, tenemos que hablar!
El muchacho siguió el trazado de la fruta. Allí estaba de nuevo el chico del espejo, con un dedo en los labios en señal de silencio. Volvió a mirar al tutor. De su mano derecha brotaban espesos goterones de sangre que dejaban un rastro parduzco al reventar contra el suelo. Las manchas que se iban formando tensaron sus músculos.
—¡Ha sido un accidente! —apaciguaba don Julián.
Pero Daniel solo escuchaba los martillazos de su corazón en las sienes. No podía respirar. El niño del espejo señaló la manzana, que había girado hasta un viejo rastrillo. Abrió la boca y sonó un grito espeluznante:
—¡Ahoraaaaaa!
Daniel se sintió fuera de sí. Empuñó el rastrillo y se lanzó con todas sus fuerzas contra don Julián que, sorprendido, salió despedido por la ventana. Se desnucó en la viga del dintel antes de aterrizar en el suelo y acabar bajo la lluvia con los ojos abiertos.
—Hay que precintar el lugar. Reubiquen a los chavales y todo el mundo fuera —ordenó un juez más tarde. Y “Maitia” se clausuró.
Daniel echó un último vistazo antes de subir al coche policía.
El niño pelirrojo observaba desde una de las ventanas mientras comía una manzana. Joaquín, bajo el umbral, con ese estúpido flequillo retorciendo su mirada, y las manos en los bolsillos de aquel ridículo pantalón, dibujó una última sonrisa complacida y siniestra, antes de entrar en su casa.
Buenísimo, Matilde. Tiene toda la fuerza del dolor infantil que no se irá jamás aunque se suavice. Muy conmovida.
Un abrazo
Sí, documentándome un poco leí que los niños siempre casan bien con las historias de miedo y decidí empezar con lo fácil, sin demasiados riesgos. Sinceramente creo que el relato es muy mejorable, pero hay que ir avanzando poco a poco. El género, como para muchos compañeros, es nuevo para mí y se me resiste un poco. Pero mil gracias, desde luego, por tu comentario. Si he transmitido un mínimo de verosimilitud ya está bien.
Un abrazo Juana
Niño, fantasma y asesino. Una terna clásica y horripilante. Una buena historia muy bien contada. Me ha gustado bastante.
Salud y suerte, compañera.
Muchas gracias por pasar y comentar.
Un abrazo
Me ha gustado mucho y en verdad que te eriza la piel. Has hecho un buen trabajo. Saludos.
Hola Ana,
Pues ya es mucho más de lo que esperaba, me refiero a eso de que eriza la piel, así que te lo agradezco infinitamente. Me ha servido para aprender mucho de un género en el que soy totalmente profana.
Un abrazo
Felicidades por todo lo q vas consiguiendo con tu buen trabajo.
Me ha parecido muy interesante este nuevo genero en el q te lanzas como siempre haciéndonos participes de tus historias.
La intriga y las ganas de seguir leyendo para averiguar lo q pasa en la casa de la Sidrería “Maitia”, como siempre me atrapan.
Muchas gracias Rosa
Adentrarme en este género me ha servido para practicar la creación de un tipo de clima narrativo para el que estoy muy desentrenada. Ha sido realmente instructivo.
Gracias por estar ahí.
Un abrazo
Me ha encantado. Poco terror pero muy sujerente.
Gracias Guille,
Es que lo del terror no me sale, creo que está reservado para gente con mucho más talento. Pero me sirve lo de sugerente, al final el miedo siempre nace en uno mismo…
Gracias
Enhorabuena por ese segundo puesto en el concurso. Un abrazo.
Muchas gracias!!
Un abrazo
Increible narrativa, nos llevas al mundo de las casas de huerfanos, que siempre son lugares en donde los mas fragiles sufren toda clase de atropellos. Supongo tanto dolor y otros abusos terminan devolviendose y generando entidades de venganza. Para mi es un exclenete relato que lo atrapa a uno de principio a fin.
Gracias José, de verdad.
Como dices las casas de huérfanos dan lugar a mucha imaginación y especulación. En mi relato he dejado a criterio del lector elucubrar con respecto a lo sucedido a los dos niños allí asesinados. Que cada uno lo adapte a voluntad. Pero no sé si he transmitido la manipulación que pretendía de los fantasmas hacia Daniel.
Leo con mucho interés vuestros comentarios así que, por favor, no seáis tímidos en decirme sinceramente dónde flaquea o en qué cosas no he acertado.
En mi opinion si es clara la manipulacion , ya que la sonrisa que cierra el relato nos revela la conspiracion, ya que por lo que se ve Daniel tecnicamente ya no es un niño indefenso, sino que ya comienza la adolescencia, quizas por ello no pertenece al grupo, pudo haber sido visto como otro adulto o alguien casi con la fuerza de un adulto.
Sí, Daniel entre que lleva dentro la furia de la incomprensión por lo que le ha sucedido y que está en la adolescencia es la víctima perfecta de los fantasmas. Me alegra que lo hayas sabido ver.
Te agradezco el interés que te has tomado, José.
Muchísimas gracias
Un abrazo
Matilde, has tenido una idea genial !!!! espero mi verso!!! gracias y la mejor de las suertes.
Muchas gracias Elío,
Por el comentario y por suscribirte a mi boletín. En breve tendrás tu verso.
Un fuerte abrazo
Moraleja: Es mejor morderse las uñas. Ahora en serio. Le has dado un clima enigmático desde un principio, ante un niño de personalidad difícil. La situación, el fantasma en el espejo, el reloj, hacen a la historia más interesante. El final es brutal. Un abrazo.
Ja, ja…efectivamente. Mejor comerse las uñas….
Gracias por tu valoración RR.
Un abrazo
A mí también me ha gustado muchísimo, Matilde. Has sabido crear muy bien ese clima de tensión que hace presentir algo terrible a punto de suceder y el personaje de Daniel y su relación con el fantasma me parece fantástico. Un gran relato. Enhorabuena.
Gracias Marta por tu generoso comentario.
Un fuerte abrazo
Ya lo comentó alguien con anterioridad que el terror es algo que depende de quien lo experimenta. Los hay que temen la oscuridad o a las arañas. Otros a los lugares cerrados o a los personajes estáticos de un cuadro.
Lo que nos has dejado es la razón de muchos traumas infantiles a causa de abusos, maltratos y violencias ejercidos sobre ellos.
Creo que es una buena historia que hace temblar solo de pensar que es real como la vida misma y está ocurriendo de continuo.
Un abrazo.
Hola Francisco,
Tanto como temblar no sé. Definitivamente la tensión que produce el miedo me parece una emoción dificilísima de proyectar, pero está bien ir practicando.
Muchísimas gracias por pasarte y comentar Francisco.
Un abrazo
Hola, Matilde. Al final, el título escondía en parte la clave del misterio. Nos traes una historia de fantasmas infantiles, narrada de manera impecable. A través de la lograda descripción del escenario y los personajes, consigues crear la atmósfera adecuada para ese espeluznante final, donde Joaquín y el pelirrojo fantasma logran eliminar a Don Julián y vengar sus abusos del pasado y del presente. En definitiva, una historia sin fisuras que nos hace empatizar con los protagonistas infantiles.
Mucha Suerte en El Tintero. Un abrazo.
Hola Paco,
Si, las manzanas, el lagar y la sidra son los elementos que invitan a especular con el pasado de los niños fantasmas y al mismo tiempo forman el nexo con el presente. Si bien me temo que no he conseguido proyectar bien las emociones porque, independientemente del pasado que cada lector elucubre para los niños fantasmas, mi pretensión era transmitir la manipulación de los mismos con respecto a Daniel, a quien inducen al asesinato…. En fin, difícil este género.
Muchas gracias por pasar por aquí y dejar tu aportación.
Hola Matilde. Terrible debe haber sido lo que sucedió a esos niños en la casa, aunque se intuye perfectamente por donde iban los tiros. La historia va caminando casi sin darnos cuenta hacia ese final en el que los fantasmas cobran su venganza bajo la mano ejecutora de Daniel, cuyos sentimientos de frustración y rabia son aprovechados para ese. Intuyo que Joaquín es un beneficiado indirecto de la acción de los espectros, tanto por la muerte de Don Julián como por la marcha de Daniel. Es de agradecer la escritura pulcra y cuidada en todo el texto. Un placer leerte. Un abrazo.
Hola Jorge,
Intuyes bien. Joaquín es el beneficiado directo. Al menos lo que quería transmitir. La voz de Joaquín es la que contamina a Daniel para que se sienta influenciado por cualquier suceso que tenga lugar en la casa. Para magnificar cualquier acontecimiento y, con la ayuda del pelirrojo, perder la voluntad, asesinar al tutor y quedarse ellos solos en la casa. Como bien dices, Daniel solo es la mano ejecutora de los planes macabros de los fantasmas.
Te agradezco tus últimas líneas Jorge.
Un abrazo
Gracias, Matilde, por participar con este relato en el homenaje dedicado a Shirley Jackson y La maldición de Hill House. Un abrazo y suerte!
Gracias a ti David. Esta vez me sacaste bien de mi zona de confort…. je, je
Un abrazo
Hola, Matilde. El relato me parece estupendo, cumple con holgura la propuesta por su buena factura y muchos detalles. Ya el título evoca a una película de éxito (no la he visto) que de alguna manera creo que tiene similitudes. También los antecedentes de los niños, el caserón en sí (por cierto, me ha sorprendido el título que significa «querido/a»). Destacar el insistente sonido del reloj que desquicia a cualquiera, el conspirador de Joaquin y el impresentable Julián. Pero entre todo me ha gustado especialmente lo de las uñas. Tiene mucha fuerza visual en el relato ya que es una acción que, sin decir, muestra mucho. Felicidades. Un abrazo.
Hola, Matilde, se ve que tengo un problema de neurona y no sé dónde escribirte el comentario, así que lo hago como contestación de Isan, creo.
Bueno, parece que también le das al terror, y con gran atino, por cierto. Me recordó esa película «El espinazo del diablo», con el juego de misterio entre los niños, los tutores y los fantasmas. Muy bien ese juego al despiste, desde el primer diálogo que comienzas con ello, pero viras la atención por otro lado y no me di cuenta de la naturaleza de Joaquim. En la segunda lectura he ido recogiendo las semillitas y es genial cómo has logrado la siembra. Muy acertada esa manera de introducir la muerte de los dos niños que al final se medio explica.
Por lo demás, me encantó la narración y el ritmo, sobre todo y ese «tic tac» añadiendo tensión, y justificando los macabros procederes del tutor y su merecido final.
Un trabajo muy bien resuelto, me encantó.
Un abrazo!
Hola Pepe,
Has sabido leer muy bien el personaje de Joaquín. Era un juego al despiste, como dices, para revelarse al final como el «asesino intelectual» del relato. El que trata de despertar en Daniel la desconfianza y recelo contra el tutor en su propio beneficio. El objetivo último es que todo el mundo desaparezca de la casa, todo el mundo menos los fantasmas, ¡claro!. No tengo muy claro haber logrado el clima que deseaba y si dices que has tenido que leerlo dos veces entiendo que te ha costado meterte en la historia. ¡Habrá que seguir insistiendo, ja, ja!
Te agradezco el comentario Pepe.
Un fuerte abrazo
Hola Isan
Me he ido a Google en cuanto has mencionado el tema de la película. Creo que te refieres a «Las normas de la casa de la sidra». No la recordaba, la vi hace mucho tiempo y si era una especie de orfanato aunque el trasfondo, más bien, era el debate del aborto.
En mi caso me he inspirado en mis propios orígenes. Soy vasca, aunque llevo muchos años en Barcelona. El caserío, las manzanas, el lagar es un pequeño homenaje a las sidrerías de la zona de Gipuzkoa, donde hay una gran tradición artesanal. Y el nombre «Maitia» tiene una acepción semejante al «cariño» castellano. En Euskadi lo dicen mucho los padres a sus hijos. Me pareció un buen nombre para una casa que debía acoger niños, pero la limitación de espacio me impidió explicarlo en el relato, así que te agradezco que lo hayas sacado a colación. ¿Tal vez eres de por allí, tú también?
También me gusta que hayas mencionado el tema de las uñas porque buscaba exactamente lo que dices, una escena muy plástica que sirviera para despertar las dudas de Daniel…
En fin, gracias por desmenuzar el relato y comentarlo.
Un abrazo
Los orfanatos y casas de acogida infantil, como «Maitia», suelen esconder historias bastante desgraciadas y generalmente ocultas a sus pobladores, como le sucede al protagonista. También sus personajes se parecen bastante a los que describes con acierto, especialmente los de tiempos pasados, donde había más miseria e ignorancia, junto a toda clase de cómplices travesuras y maldades.
Muy meritorio por tu parte, estimada Matilde, la descripción y ambientación con recursos de repeticiones sonoras, como la del tic-tac del reloj para aumentar la tensión y el ritmo de la trama, un ritmo que acompasada también los latidos del corazón, que ayudan a empatizar con esa situación de angustia que vive el protagonista.
Logras crear una escalada de inquietud que llega a su clímax con la escena de las bofetadas y el martilleo del corazón en las sienes de Daniel, quien parece estar poseído por una extraña furia o venganza de otros niños (incluso ya fallecidos) víctimas de abusos por parte de don Julián, aunque esta conclusión es una de las muchas posibles y que dejas abierta al lector.
¡Felicidades!
Un abrazo.
Hola Estrella
Agradecidísima por tu extenso y trabajado comentario. El tema del tic tac fue un recurso que se me ocurrió tras leer las recomendaciones de David en el artículo «¿Conoces el miedo?», donde decía que en narrativa la repetición es la nota musical angustiosa de las pelis de terror. Pensé que podría elevar la tensión dentro de una escena tan plástica como cortar las uñas.
Me gusta eso que dices de que en un momento dado Daniel parece estar poseído. Era exactamente lo que pretendía. Una forma de enajenación que le llevó a la acción más determinante que puede hacer un ser humano, como es sesgar la vida de otro.
En fin, lo dicho, muchas gracias por tus laboriosas aportaciones.
Un gran abrazo
Hola Matilde, me gusta tu historia. El contexto del lagar, los niños fantasmas que inducen al protagonista Daniel a morir o al menos el ser poseído por ese otro fantasma niño. La vida traumática de los crios es como ese tic tac, es un detalle muy bueno, te atrapa. Gracias. Un abrazo.
Gracias, Emerencia
Como ya ha indicado algún compañero, el binomio niños y miedo normalmente favorece una trama inquietante. No sé si yo lo consigo del todo pero me ha gustado aventurarme a intentarlo. Gracias por el comentario y por pasarte por aquí.
Un abrazo
Hola,
Una serie de eventos sobrenaturales, que va sembrando suspenso, miedo y tensión, y nos lleva a descubrir la venganza de los personajes en ese orfanato del horror. Un relato espantoso y un argumento de lo más espeluznante.
Un abrazo
Hola Yessy,
Muchas gracias por el comentario y, en tu caso, agradecida también que de paso te hayas suscrito a mi boletín.
Un abrazo
Bravo!! Quiero más “tic-tacs”.
Holaaaa!
O sea, que te gusta lo siniestro eh!!!
Es un género muy difícil, o al menos a mí me lo parece. Pero gracias por tu aportación y por pasar…
Una abrazo
Un relato muy completo, Matilde. Una forma impecable de contar una historia que va más allá del miedo, y eso es lo que la hace realmente espeluznante. Es un placer leerte, ambientas bien la historia, me has metido en ella y he tenido que cerrar los ojos en algunas escenas.
Un saludo.
Hola Carmen,
Me ha encantado lo de cerrar los ojos en algunas escenas. Me parece una forma excepcional de querer seguir la historia además de un cumplido precioso. Cuando uno cierra los ojos normalmente es porque quiere sentir mejor, más concentrado, sin distracciones… Así que gracias infinitas por tus palabras.
Un abrazo
Hola, Matilde. Con unas pinceladas ligeramente costumbristas le das un ambiente muy especial a este relato de fantasmas. Es un acierto el uso literal del tic,tac de forma tan estratégica para romper el ritmo en esa escena del corte de uñas. Me han parecido como cliffhangers en miniatura dentro de la estructura de la escena. Me ha parecido excelente su uso, por como gobiernas el ritmo con ello y aumentas la tensión. Tenía una duda con respecto al uso que has hecho del lagar situándolo en el desván (creía que fue motivado por necesidad en la historia), daba por hecho que su situación natural sería en la planta baja, por economizar esfuerzos en el traslado de las manzanas y el mosto resultante de la prensa o lagar a la pipa. Pero creo que tú ya me lo has aclarado con tu procedencia, siendo buena conocedora de las costumbres de esa tierra maravillosa del Cantábrico. Me ha gustado el ritmo y cómo has narrado la historia.
Me ha parecido un excelente relato.
Suerte en el tintero, un abrazo.
Hola Carles,
Gracias por detenerte en el lagar de mi baserri (caserío). El tema de los caseríos da para un Post aparte. En el País Vasco, sobre el s.XVI cada familia empezó a tener su lagar-caserío dada la importancia que la sidra tenía en sus economías domésticas (no la vendían pero servían para sus marineros, incluso contra el escorbuto…) El lagar en el desván era lo más frecuente, en la planta baja solía ir la cocina, la cuadra y las barricas para la sidra, pero no era el único modelo. Lo que sí se hacía era construir el caserío en función de la disposición y tamaño del lagar. Hoy las sidrerías tienen una proyección mucho más comercial (diferente al concepto asturiano) así que si un día vas por allí te invito a «ir de sidrería» un día. Es una bonita experiencia. En fin, que me tira la tierra y no paro…. Disculpa el sermón.
Muchísimas gracias por pasar Carles y dejar este comentario que me ha animado a arrancarme con mi tierra…
Un abrazo
Hola Matilde. Disculpa la tardanza en venir a comentarte.
Destaco tu cuidada prosa, y sin que suene a peloteo, diría (y digo) exquisita independientemente del tema que trate. Pongo en el mismo rango de buen hacer narrativo la descripción del caserío (quién iba a decir que las alegres glicinias que de su fachada escondía tales horrores), y el corte de uñas de del tutor (visual e implacable).
Una historia de aparecidos diferente, con el niño de la manzana y el dedo del silencio en sus labios vengando a Daniel por el abuso o posible abuso del tutor. Haces que nos pongamos inmediatamente del lado de Daniel y de cualquier niño en circunstancias similares, algo muy oportuno, con el novísimo proyecto de ley Orgánica de Protección a la Infancia y la Adolescencia frente a la Violencia.
En definitiva, un gran trabajo, Matilde. Te felicito, compañera.
Hola Isabel… no hay nada que disculpar.
Teniendo en cuenta que hablaba de una casa de acogida para niños huérfanos no podía ofrecer una apariencia macabra. En mi relato la «culpa» no la tiene el caserío je, je…
Quise centrar la parte más angustiante del relato en la escena de las uñas pero no te cuento las veces que la escribí, la borré, la reescribí, la corregí… confieso que me costó dar con la versión definitiva del relato y, aun así, soy consciente de que es mejorable. Es un género muy complicado.
Muy oportuna tu mención a la nueva Ley de la Infancia, parece que nos hemos puesto a la vanguardia en protección al menor. Ojalá sirva para que, efectivamente, nuestros niños se sientan mejor protegidos.
Un fuerte abrazo
Una escena más que conseguida… Además de visual y hasta auditiva con ese crac. Quédate tranquila, Matilde, porque es un muy muy buen trabajo.
Muchísimas gracias Isabel
Hola Matilde. Qué buen relato de fantasmas nos has regalado. No solamente era cierto que dos niños murieron en la casa de la sidra sino que me da a mí que son Julián tuvo algo que ver. La venganza siempre será una buena escusa para este tipo de relatos y nuestros dos pequeños supieron utilizar a Daniel para cobrárlesa.
Me ha gustado muchísimo tu propuesta. Espero que tengas mucha suerte en el concurso.
Un abrazo.
Hola Bruno,
Muy agradecida por el comentario que me dedicas. Me gusta mucho que cada lector llene las lagunas con sus propias conjeturas. Como le he leído a Isabel en algún comentario, una vez que terminamos el relato, pasa a ser de los lectores, y está bien que cada cual complete los vacíos a su conveniencia.
Muchísimas gracias por pasar por aquí.
Un abrazo
Hoa Matilde.
Felicitaciones por el premio.
La casa de la sidra me ha gustado mucho, en vetdad atrapa.
Hola María Teresa,
Muchas gracias por el comentario y por pasar por aquí.
Espero poder saludarte en próximas ocasiones ☺️☺️
Hola, Matilde. Un combo impactante, la fragilidad de los huérfanos y lo que llegamos a entrever de ese cuidador. Hermosamente narrado, con ese tic tac que va agregando tensión a la trama.
Un abrazo
Hola, Mirna,
Gracias por el comentario y por pasarte por aquí.
Un abrazo
Hola, Matilde. Buena narrativa en la que tal vez , como indicas en tu comentario inicial, se pudiese llegar a una notable mejoría en su disfrute. EMDO quizá se pudiese intentar con un mayor balanceado hacia las emociones (mostrar) sobre las descripciones. Como curiosidad me queda saber el uso del verbo «descoser» : Una tarde de lluvia que los muchachos descosían viendo la televisión
Gracias, por tu trabajo. Un abrazo y salud
Gracias, Javier, por tu sinceridad.
Sí, coincido contigo en que quizás me ha faltado saber crear un clima más inquietante a lo largo de la historia. Tal vez, como dices, me he centrado excesivamente en algunas descripciones, no he trabajado bien a los fantasmas y eso me ha impedido elevar la tensión de la trama. Me resulta francamente difícil este género. Habrá que seguir intentándolo
«Los muchachos descosían la tarde…». Descoser el tiempo, matar el tiempo, especialmente cuando este es desapacible y no te permite una gran actividad.
Muchísimas gracias por tu aportación.
Un abrazo, Javier
Hola, Matilde. Menudo tic, tac va marcando el compás angustioso del protagonista en el momento crucial de la historia, no me extraña que cortara más uña de lo debido. El trasfondo de la historia me huele a venganza de ese compañero invisible del otro lado usando a Daniel como brazo ejecutor. Narrado como lo has hecho nos metemos en la historia cual silenciosos testigos de la escena y aunque no quede demostrado nos ponemos de parte del niño antes que de su siniestro tutor. Saludos y suerte.
Hola JM,
Sí, parece que en la escena de las uñas, al menos, sí he conseguido la tensión dramática que buscaba. Y Daniel, efectivamente, hace el papel de mano ejecutora de los planes de Joaquín, que al fin y al cabo es el autor intelectual del asesinato.
Muchas gracias por pasarte.
Un fuerte abrazo
Hola Matilde, tan solo por leer, por disfrutar de tu narrativa, el relato en si,me encanta. El juego dramático con los personajes, los niños y el tutor, es inquietante, temes que en cualquier momento algo terrible sucederá, cuando llegué a la escena del cortaúñas, y ese tic-tac del reloj, me pusiste de los nervios, veia sangre por todos lados, y la escena final me parece una gran manera de cerrar el relato. Me ha gustado, lo he disfrutado, y será uno de los relatos que no olvidaré. Un gran abrazo, y suerte en el tintero. Saludos
Hola Mik,
Qué ilusión que te haya entusiasmado tanto mi relato. Tu comentario, junto con el de otros compañeros, me hace presuponer que la escena de las uñas ha sido un acierto. La tuve que reescribir varias veces hasta conseguir lo que buscaba y me alegra mucho saber que en esa parte sí conseguí la tensión buscada.
Eso que dices que te ha puesto de los nervios es todo un cumplido en un género para el que soy muy profana, como otros compañeros.
Un saludo y mil gracias por pasarte por aquí,
Un abrazo
Hola, Matilde, con qué atención he leído tu relato que me ha parecido emocionante y magistral. Todo un homenaje a “Las normas de la casa de la sidra”, con manzanas incluidas. De entrada, qué gran acierto situar la acción en un orfanato por las muchas posibilidades que ofrece. El lector descubre los métodos abusivos del tutor, no soporta el tic-tac enloquecedor y se sorprende de la astucia del pequeño Joaquín. El niño de la manzana en el espejo, su contrapunto. Y Daniel lo tiene claro, tan claro como el lector. No hacen falta más explicaciones.
Los ojos de don Julián le miraban tan hambrientos…, el desquiciante tic tac que emitía ensuciando el aire…, la sonrisa complacida y siniestra, de Joaquín. Son tres expresiones/momentos que destacaría como imprescindible en la urdimbre de la historia. Y con ellas surge la síntesis que agiganta el relato al cobrar un significado tan verosímil como universal.
¡Felicidades y suerte en el Tintero!
Hola María Pilar,
No sabes qué alegría me da saber que el relato ha causado en ti la emoción buscada. Supongo que, al final, conseguir inquietar y causar desasosiego (que es de lo que trataba este reto) depende tanto de cómo tejemos esas emociones para conseguir la ambientación, como también del modo en que el lector lee la historia y se adentra en ella. Parece ser que contigo ha funcionado y te agradezco de verdad que hayas hecho un comentario tan generoso.
Muchas gracias por pasarte y suerte también en El Tintero.
Un abrazo
¡Felicidades, Matilde! Un premio que hace justicia a un magnífico relato. Un abrazo.
Hola Isan,
Pues muchas gracias. Si consideras que hace justicia, más agradecida todavía porque en esta edición me temo que cada uno de nosotros hemos ido por derroteros diferentes. En cualquier caso, un placer que hayáis apostado por mi historia, de verdad.
Muchas gracias y un abrazo
No me extraña para nada que tus relatos esté en el podio, Matilde. Es muy muy bueno. ¡Enhorabuena! Otra vez compartiremos palco de invitados para el próximo reto si decides escribir. Un abrazo, Matilde.
Matilde! ¡Felicidades por ese tintero! Este relato ya apuntaba maneras, y el resultado no ha sido sino la confirmación.
Pues eso, felicidades y un abrazo!
Gracias Pepe,
No me lo esperaba en absoluto. En mi opinión hay relatos mejores, pero este género es tremendamente subjetivo y complicado. Agradecida, en cualquier caso, de tus generosas palabras.
Un abrazo compañero
Hola Isabel,
Encantada de compartir contigo tribuna, palco de invitados o asiento en el gallinero…
Te agradezco mucho tus palabras, aunque yo sigo pensando que había relatos mejores al mío para el podio… En cualquier caso, no lo desdeño, naturalmente. Es un orgullo que los compañeros me hayan votado hasta llegar a esa plata y que siempre es un estímulo para seguir trabajando.
Un abrazo Isabel
Felicidades Matilde, es una alegría compartir tinteros contigo e Isabel.
Muchas gracias Carles. Lo mismo digo.
Un abrazo
Felicidades Matilde por ese Tintero de Plata tan bien merecido.
Un abrazo.
Muchas gracias Bruno. Gracias por pasarte por aquí.
Un abrazo
Enhorabuena por ese segundo lugar en el concurso. Un abrazo
Muchas gracias!!
Felicidades, Matilde, por el Tintero de Plata.
Un abrazo.
Muchas gracias Carmen
Un abrazo
Felicidades Matilde por ese merecido Tintero de Plata. Un abrazo.
Gracias Jorge,
comentarte que tu «Excelsior» se llevó una de mis votaciones más altas. Como ya he dicho, para mí ha sido una sorpresa tremenda estar en el podio.
Muchas gracias por pasarte.
Un abrazo
ENHORABUENA, Matilde, por ese rutilante Tintero de Plata. Un abrazo.
Muchísimas gracias Paco,
Un abrazo