Permiso para soñar

por | Mar 16, 2023 | Ficción | 58 Comentarios

soñar

Sígueme.  Sedúceme con tu arrojo mientras tengo tu alma ceñida. Ven. Aférrate a mi locura en el próximo paso y juguemos a buscarnos el resto de nuestra vida.

No desaires lo audaz que se muestra tu espalda en mis dedos, pajarillos sedientos pespunteando tu silueta, o cómo desarma tu calor mi voluntad, con esa insolente elegancia perforando mi piel, con tu sublime ligereza empujándome a olvidar.

Déjame acunar en tu frente estos ojos perdidos y llévame lejos de mí mismo, como si fuéramos errantes en un paraíso de precipicios y en tus brazos conquistara el permiso para soñar.

—¡Uooh! —exclama sonrojada tu voz y resuena en lo más profundo de este enajenado poeta.

Tus pies chapotean, musicales, en los quiebros desordenados de esta partitura frenética. ¿Cómo consigues flotar al son de mi improvisación…?

No ceses de perseguirme, mujer. Acuérdate de llenar el espacio que mi sombra dibujó, porque en tu fuerza mi negrura se corrompe y mi horizonte se enciende de quimeras. Sé que el presagio de un adiós taconea mimoso en cada giro para ser desmentido en el regreso que impaciente se enrosca en nuestras piernas, pero has de saber, mujer, que este ir y venir, este delirio eterno y sinsentido con el que desafías todas mis certezas, es lo que me servirá mañana para mirar a la muerte con desdén y, tal vez, ganarle la apuesta.

Esencia de Mujer

Este texto responde al reto “De la escena…al micro” lanzado por la plataforma El Tintero de Oro. Se nos invita a elegir la escena de una película (la que nosotros queramos) y novelizarla al gusto.

En mi caso me he decantado por la mítica escena del tango de la película “Esencia de Mujer” con la que Al Pacino conquistó el único Óscar que ha ganado en su carrera. El mítico actor interpreta en este film a un coronel retirado y ciego que contrata los servicios de un joven como asistente para una escapada a Nueva York con intenciones algo oscuras donde se producirá este mítica escena.

soñar

Sígueme.  Sedúceme con tu arrojo mientras tengo tu alma ceñida. Ven. Aférrate a mi locura en el próximo paso y juguemos a buscarnos el resto de nuestra vida.

No desaires lo audaz que se muestra tu espalda en mis dedos, pajarillos sedientos pespunteando tu silueta, o cómo desarma tu calor mi voluntad, con esa insolente elegancia perforando mi piel, con tu sublime ligereza empujándome a olvidar.

Déjame acunar en tu frente estos ojos perdidos y llévame lejos de mí mismo, como si fuéramos errantes en un paraíso de precipicios y en tus brazos conquistara el permiso para soñar.

—¡Uooh! —exclama sonrojada tu voz y resuena en lo más profundo de este enajenado poeta.

Tus pies chapotean, musicales, en los quiebros desordenados de esta partitura frenética. ¿Cómo consigues flotar al son de mi improvisación…?

No ceses de perseguirme, mujer. Acuérdate de llenar el espacio que mi sombra dibujó, porque en tu fuerza mi negrura se corrompe y mi horizonte se enciende de quimeras. Sé que el presagio de un adiós taconea mimoso en cada giro para ser desmentido en el regreso que impaciente se enrosca en nuestras piernas, pero has de saber, mujer, que este ir y venir, este delirio eterno y sinsentido con el que desafías todas mis certezas, es lo que me servirá mañana para mirar a la muerte con desdén y, tal vez, ganarle la apuesta.

Esencia de Mujer

Este texto responde al reto “De la escena…al micro” lanzado por la plataforma El Tintero de Oro. Se nos invita a elegir la escena de una película (la que nosotros queramos) y novelizarla al gusto.

En mi caso me he decantado por la mítica escena del tango de la película “Esencia de Mujer” con la que Al Pacino conquistó el único Óscar que ha ganado en su carrera. El mítico actor interpreta en este film a un coronel retirado y ciego que contrata los servicios de un joven como asistente para una escapada a Nueva York con intenciones algo oscuras donde se producirá este mítica escena.

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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