Sobremesa

por | May 18, 2023 | Ficción | 51 Comentarios

Sobremesa

Foto Cottonbro Studio Pexels 

Me pican los huevos que jode, pero cualquiera mueve las manos de la mesa. Mi madre, desde el flanco derecho, está esperando una oportunidad para sermonearme: “¿Y tus modales, hijo?”.

¡Qué bien hiciste en morir, papá!

A la izquierda, mi siempre correcta y reverenda hermana juzgaría mi desahogo de reojo. Muda, por supuesto. Su licenciatura en Estudios canadienses no le permiten la frivolidad de una discusión por prurito genital, por muy urticante que sea. Cogería su copa de vino y lanzaría un carraspeo reprobatorio antes de pegar un largo sorbo y tragar el asco que le provoco. Pues chica, me he afeitado los huevos por si surgía un polvo anoche, pero ya ves. No he mojado y me arden los testículos.

Y luego tenemos al imbécil de mi cuñado enfrente, ungido de una sabiduría superior que los demás, memos soñadores, no apreciamos. Sospecho, incluso, que está libre de estos escozores mundanos que a los demás nos torturan. “Te he pillado” insinuaría con una sonrisa de superioridad sobre sus dientes extrablancos. Luego estiraría su cabeza de médico perdonavidas y arrugaría el entrecejo ante la obscenidad de este pobre profesor de instituto.

¡Capullo!

Menos mal que estamos en los cafés.

Me revuelvo en la silla desesperado, tamborileando los dedos sobre la taza por la picazón frenética de mi escroto.

Entonces sucede lo imposible.

Mi cuñado desliza la mano bajo la mesa y dedica a su entrepierna un frota frota tan ostensible que me deja el campo abierto.

¡Joder, qué alivio!

***********************************

La plataforma El Tintero de Oro nos propone jugar con las emociones. Por cierto, te dejo enlace al artículo introductorio porque ofrece información muy interesante sobre el sistema de clasificación de Robert Plutchik que establece ocho emociones básicas.

En el relato debíamos mostrar en 250 palabras la evolución de un personaje partiendo de una de estas emociones primarias. He escogido el tedio como punto de partida de todos los personajes, para caminar luego, de mano del protagonista, hacia su opuesto, el odio, pasando por la aversión, la insatisfacción y el desprecio.

También, tras hacer los deberes de David, he sumado Sorpresa + Aversión para llegar a la Incredulidad como final del relato. Si bien creo que el personaje deja entrever otras emociones que nada tienen que ver con sus sentimientos con respecto a sus parientes.

Sobremesa

Foto Cottonbro Studio Pexels 

Me pican los huevos que jode, pero cualquiera mueve las manos de la mesa. Mi madre, desde el flanco derecho, está esperando una oportunidad para sermonearme: “¿Y tus modales, hijo?”.

¡Qué bien hiciste en morir, papá!

A la izquierda, mi siempre correcta y reverenda hermana juzgaría mi desahogo de reojo. Muda, por supuesto. Su licenciatura en Estudios canadienses no le permiten la frivolidad de una discusión por prurito genital, por muy urticante que sea. Cogería su copa de vino y lanzaría un carraspeo reprobatorio antes de pegar un largo sorbo y tragar el asco que le provoco. Pues chica, me he afeitado los huevos por si surgía un polvo anoche, pero ya ves. No he mojado y me arden los testículos.

Y luego tenemos al imbécil de mi cuñado enfrente, ungido de una sabiduría superior que los demás, memos soñadores, no apreciamos. Sospecho, incluso, que está libre de estos escozores mundanos que a los demás nos torturan. “Te he pillado” insinuaría con una sonrisa de superioridad sobre sus dientes extrablancos. Luego estiraría su cabeza de médico perdonavidas y arrugaría el entrecejo ante la obscenidad de este pobre profesor de instituto.

¡Capullo!

Menos mal que estamos en los cafés.

Me revuelvo en la silla desesperado, tamborileando los dedos sobre la taza por la picazón frenética de mi escroto.

Entonces sucede lo imposible.

Mi cuñado desliza la mano bajo la mesa y dedica a su entrepierna un frota frota tan ostensible que me deja el campo abierto.

¡Joder, qué alivio!

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La plataforma El Tintero de Oro nos propone jugar con las emociones. Por cierto, te dejo enlace al artículo introductorio porque ofrece información muy interesante sobre el sistema de clasificación de Robert Plutchik que establece ocho emociones básicas.

En el relato debíamos mostrar en 250 palabras la evolución de un personaje partiendo de una de estas emociones primarias. He escogido el tedio como punto de partida de todos los personajes, para caminar luego, de mano del protagonista, hacia su opuesto, el odio, pasando por la aversión, la insatisfacción y el desprecio.

También, tras hacer los deberes de David, he sumado Sorpresa + Aversión para llegar a la Incredulidad como final del relato. Si bien creo que el personaje deja entrever otras emociones que nada tienen que ver con sus sentimientos con respecto a sus parientes.

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Matilde Bello

Matilde Bello

Periodista y escritora

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